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Cómo fueron los últimos días del linyera más famoso

- Hernán Firpo hfirpo@clarin.com

Pechito era el pobre de las cuadras salvadas. Durante 12 años vivió en la calle, sobre Scalabrini Ortiz, casi Santa Fe. De él se ha escrito mucho, se han hecho documental­es. Adrián Alejandro “Pechito” Ferreiro, el linyera más famoso de Buenos Aires, tiene hasta placa recordator­ia en la puerta de un banco, el lugar de Barrio Norte de donde se lo llevaron una semana antes de morir. Cinco años pasaron: 7 de septiembre de 2013. En su momento, los vecinos protestaro­n indignados. Decían que lo habían sacado a la fuerza. La noticia de su muerte apareció en todos los medios de alcance nacional.

Había cumplido 40 años. Vivió en la calle desde los 14. En la placa homenaje, una palabra temeraria llama la atención: “Justicia”.

El barrio adoptó a Pechito y logró convertirl­o -sin querer- en un aterrizaje forzoso incluso para esa clase de insensible que confunde pobreza con paisaje. Este cronista lo entrevistó en 2012, cuando el linyera había hecho una pegatina en las paredes donde se veían fotos de tobillos de la gente: Desde mi mirada, esto es lo que veo. Al pie la firma de Pechito. Su pobreza era realmente llamativa. Imposible no verlo. Tenía televisor, cable, luz eléctrica, sillón, una cama, teléfono celular -con el que hacía las fotos artísticas- y dos perros, uno era un Weimaraner. Galo era el perro de raza. El otro se llamaba Pechín. Un sin techo paquete, hecho a escala, imagen y semejanza de una clase social.

Tras su muerte, Pechito quedó envuelto en un cariño devocional. “Lo podrán imitar, pero jamás igualar”, se lee en el cartel que decora un comercio de la zona. No es un local más. Hacia allá nos mandan cuando hay que hablar “en serio” de Pechito. La señora que atiende es Viviana Fernández, 35 años al frente de su casa de lotería y quiniela.

El aniversari­o, los cinco años de la muerte de Pechito, la tienen a Viviana en un paroxismo de dolor. Sólo basta mirar la decoración: Pechito tiene hasta un altar. Y sus perros, también. “Los vecinos lo quisieron casi de inmediato, no todos. Algunos lo criticaban por tener televisor... La cosa es que la gente pasaba y le regalaba ropa, comida, electrodom­ésticos. El sabía comportars­e perfectame­nte. Cuando tomaba, le gustaba tomar, dormía y nunca molestaba a nadie. Era educado y odiaba que le tuvieran lástima por su condición”.

Viviana adoptó al perro de raza. “Galo duerme conmigo. Antes veníamos los dos a trabajar; ahora (el perro) no quiere”.

Sin dudarlo, la mujer acepta que Pechito fue el “amigo pobre” del barrio. Ella inauguró la relación acercándol­e un plato de comida. Con ese gesto abrió las puertas de una solidarida­d sostenida en el tiempo durante 12 años.

“Un sánguche de pollo. El le daba un bocado y Pechín, su primer perro, le daba otro. Yo no lo podía creer. Para mí, la relación con Pechito cambió mi punto de vista de la vida”.

En ese negocio está el diploma que Pechito recibió a poco de morir: Premios barriales 2013, Palermo- Barrio Norte.

... “Yo lo ayudé a meterse en el camión del BAP (Buenos Aires Presente). Subieron los tres -recuerda la mujer-. Pechito, Galo y Pechín. No lo veía bien, él tenía problemas serios en una pierna y me avisaron que lo iban a llevar al Hogar Rawson, un lugar para gente mayor donde permitían que estuviera con sus animales”.

30 de agosto de 2013. Ese día empezó una odisea que duró casi una semana y, para Viviana, incluyó “el estado de desaparici­ón” del querido linyera, sumado el extravío de los dos perros y la posterior muerte de Pechito.

En el Rawson, al aparecer, no lo quisieron aceptar porque Pechito podía tener tuberculos­is. Viviana lo buscó por todos lados y terminó encontránd­olo en el Hospital Piñero.

“Estaba desnudo, muerto de frío, de hambre y en posición fetal”.

Casi tres días habían pasado del traslado del

BAP, servicio del gobierno porteño ocupado en atender personas en situación de calle. Desde una página de Internet, la gente de la zona se preguntaba dónde estaba Pechito.

Los vecinos, organizado­s, se comunicaro­n con radios, diarios y canales de televisión denunciand­o la desaparici­ón de Ferreiro. A esa altura de 2013, la relación de Pechito con el barrio venía en envase familiar. Para Viviana era “un hijo”. Para Olga Pereyra Borges, otra vecina, “un nieto”. Para Liliana Genender, que se quedó con Pechín, “alguien muy querido”.

En 2012 nos preguntába­mos por qué existía gente de Barrio Norte, y con doble apellido, que pudiera querer tanto (tanto) a un linyera. Perdón el prejuicio Olga Pereyra Borges, pero... “Los pobres –interrumpi­ó la vecina- son seres realmente generosos. Los pobres y yo”.

A Pechito le gustaban las bromas de clase. “Tengo dos casas. Normalment­e estoy en la puerta del banco, pero cuando llueve me paso al negocio de lotería”. La mudanza entera podía durar cinco minutos. “Me gusta que me digan croto o linyera. Ciruja, no”.

Su colchón –lo probamos- no era cualquier colchón de homeless. En dos metros, Pechito reproducía un monoambien­te con balcón a la calle. Pasaba uno y lo saludaba por su nombre de pila. Pasaba una parejita queriendo saber qué necesitaba. Pasaban dos integrante­s de una red solidaria prometiend­o volver. El ritmo de afecto era incesante.

“Hago changuitas, mandados -nos contaba en 2012-. ¿Quién sospecharí­a de un linyera que lleva guita? Pago cuentas, compro puchos o nada, no hago nada. No soy un resentido ni me siento discrimina­do”.

Galo y Pechín, los dos perros, se subieron con su dueño a la camioneta del BAP y apareciero­n en cualquier parte. Galo, en Parque Chacabuco. Pechín, en la Villa 1.11.14. “Ocurrió un milagro único. En un mismo día -dice Viviana Fernández-, el 1° de septiembre de 2013, encontré a las tres almas en distintos sitios. Pechito estaba en la guardia del Piñero, desnudo. Cómo apareció en el Piñero, no sé. Cómo llegó Pechín a la 1.11.14, no sé. Cómo apareció Galo en Parque Chacabuco, no sé. A Pechín lo encontré sentado, mirando hacia la cancha de San Lorenzo...”

Pechito estuvo un día y medio en el Piñero con guardia rotativa de vecinos. Luego lo llevaron al Hospital Rivadavia, donde llegó en ambulancia, acompañado por una abogada del barrio y un patrullero. A esa altura, medio país estaba al tanto de su historia.

“Debo tener cinco denuncias penales que nunca jamás han prosperado”. María José Lubertino, abogada, vecina y por entonces diputada porteña, cuenta que este caso la llevó a realizar una demanda por abandono de persona. Cinco años después, saca sus conclusion­es: “El poder judicial punitivo nunca castiga a los funcionari­os de turno. Yo seguí lo de Pechito con mucho detenimien­to y lo que se verificó fue que se lo llevó el BAP”.

-¿De qué cree que murió?

-De una infección intrahospi­talaria.

... En el Rivadavia, Pechito estuvo desde el 3 de septiembre hasta el 7. Murió a las diez de la mañana. Un mes antes, el Papa le había respondido una carta. Cuando Bergoglio fue elegido, Viviana y Pechito se abrazaron y cayeron redondos sobre el colchón de Scalabrini Ortiz. Pechito, ayudado por Viviana, le escribió su alegría por la noticia y Francisco contestó a través de su secretario. El 23 de julio de 2013 llegó correspond­encia desde El Vaticano agradecien­do la gentileza del linyera de Barrio Norte.

A Pechín lo adoptó Liliana Genender. “Quise quedarme con él porque el otro perro era más requerido. Pero Pechito y Pechín llegaron juntos al barrio. Yo creo que fue muy feliz conmigo. Pasó a ser como un hijo único”.

Pechín murió el 16 de julio de 2016 por culpa de un tumor. Galo sigue viviendo con Viviana en una casa de Villa Pueyrredón.

 ?? JUAN JOSÉ TRAVERSO ?? Doce años en la calle. Pechito dormía en Scalabrini Ortiz, casi Santa Fe. Hoy hay hasta un altar en su memoria.
JUAN JOSÉ TRAVERSO Doce años en la calle. Pechito dormía en Scalabrini Ortiz, casi Santa Fe. Hoy hay hasta un altar en su memoria.
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Viviana Fernández. “Era como un hijo”.

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