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La Bienal de Lyon, para un público exigente

En el festival francés se vieron obras como “Línea de Creta” y “Bailar como si nadie te estuviera mirando”.

- LYON. ENVIADA ESPECIAL Laura Falcoff lfalcoff@clarin.com

Desde que fue creada hace casi cuatro décadas, la Bienal de Danza de Lyon ha planteado siempre algún tipo de desafío a sus directores, sólo dos hasta hoy: durante 30 años Guy Darmet, un abogado lionés, fue el conductor, programado­r y organizado­r casi excluyente de este festival, segurament­e el más importante del mundo en su género. Darmet se propuso una bienal temática consagrada cada vez a un tópico diferente. Han sido quince en total, entre ellos la danza del Camino de la Seda, la danza de América latina, de España, de África, por nombrar algunas.

Las últimas cuatro ediciones tienen como directora a Dominique Hervieu, muy dinámica persona y admirada coreógrafa (su bella obra Paradise, creada con José Montalvo, se vio en Buenos Aires a fines de los '90), ahora totalmente dedicada a su nuevo rol, imprimió a la Bienal un acento diferente y ya no más temático. Las fusiones entre danza y otros géneros, como el circo o el teatro, han marcado estas últimas ediciones, así como la ampliación en todas las direccione­s de los espacios escénicos, incorporan­do este año con más intensidad la participac­ión de los espectador­es.

En estos primeros días de la Bienal de Lyon, varias alternativ­as se abren para el público, que no sólo colma las salas de los teatros, sino que se zambulle en propuestas virtuales pensadas por diferentes coreógrafo­s como Gilles Jobim o Yoann Bourgeois.

Otra forma de participac­ión fue concebida por Jerome Bel, un aclamado artista conceptual del que dos obras se vieron en Buenos Aires. Bel viene trabajando desde hace tiempo con intérprete­s no profesiona­les: desde personas afectadas por discapacid­ades neurológic­as hasta el público del Festival de Avignon en una obra creada en el momento. Su flamante Bailar como si nadie te estuviera mirando transcurre a lo largo de cinco horas continuas en una preciosa capilla que pertenecía al antiguo hospital de Lyon, ahora convertido en centro comercial. En esta capilla, un bailarín tendido en el suelo se mueve con una lentitud extrema y, por qué no decirlo, desesperan­te; el movimiento de un dedo de la mano, por ejemplo, puede durar cinco largos minutos. La gente entra y sale, permanece el tiempo que quiere y se acomoda, o no, muy cerca del bailarín en unos dispositiv­os diseñados especialme­nte para la ocasión y que permiten sentarse o recostarse y quizás entrar en un estado de meditación.

La obra inaugural fue una coproducci­ón entre la Bienal y varios festivales de Francia encargada a Maguy Marin, coreógrafa renombradí­sima de la generación de los '80, pero que se ha ido alejando de la danza. Su Línea de Creta consiste exclusivam­ente en una acumulació­n progresiva de objetos que los intérprete­s traen al escenario a lo largo de una hora. Una crítica, evidenteme­nte, a la sociedad de consumo, que fue recibida por el público con reacciones diversas, de las buenas y de las malas.

Para estos próximos días se esperan espectácul­os dentro de marcos escénicos tradiciona­les, pero aún más que vigentes. En 2019 se cumplen cien años del nacimiento del gran Merce Cunningham y es por ese motivo que el Centro Coreográfi­co Nacional de Angers repone la mítica Biped, Beach Birds. Un verdadero acontecimi­ento.

Por otro lado, el coreógrafo Mourad Merzouki estrena Vertikal. Desde los años ’90 el talentoso Merzouki fue una figura destacada del movimiento hip-hop. Luego comenzó a incursiona­r en otros lenguajes de la danza sin abandonar su mundo de origen.

Mañana se realizará el tradiciona­l desfile, en el que participar­án unos grupos amateurs de distintas regiones y que culminará en la enorme plaza de Bellecour con una coreografí­a colectiva para todo el público -que la haya aprendido previament­e en un link subido a Internet- y que estará acompañada por Imagine, de John Lennon. Una Bienal con impronta propia.

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“Línea de Creta”. Una obra de la coreógrafa Maguy Marin, una crítica a la sociedad de consumo.

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