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ANAMÁ RESPONDE A TODO

Atravesó una tragedia familiar, llegó durante la dictadura, se abrió camino entre prejuicios. Tras su paso por el “Bailando”, recuerda su largo camino, poco conocido.

- Marina Zucchi mzucchi@clarin.com

La brasileña que pasó por el “Bailando” atravesó una tragedia familiar, sufrió bullying y dirige 9 escuelas de modelos.

Yerreo era tre-men-da”, dice con esa musicalida­d carioca que no perdió, y la

portuguesa sonando como jota. “Me portaba mal, trepaba a los árboles, cuchillo en la cintura, para comer mango. Mi mamá, suelta de cuerpo, tiraba: ‘¡Tres pastillas de Talidomida me tomé durante el embarazo, una pastilla abortiva!’. Yo le contestaba: ‘¿Ves? ¡Tenía que nacer! Nací porque soy la única que te va a cuidar’. Murió a los 92. La cuidé hasta el último día”.

Ana María Ferreira es más profunda que Anamá. Construyó un personaje, pero también se lo construyer­on en la Argentina, a fuerza de prejuicios. Denuncia que no la toman “en serio”. Que quisieron usarla “como adorno exótico” en algunos desfiles. O que la llaman para opinar solamente cuando se enfrentan las seleccione­s de Argentina y Brasil. Se quedan en la cáscara nomás. “Yo puedo hacerte un análisis hasta de Bolsonaro. Un fotógrafo me dijo una vez: ‘A las rubias, primero les prometen y después se las cogen. A las negras se las cogen directo y después no les cumplen las promesas’. ¿Sabés qué? Hay blancos que odian a los negros y negros que detestan a los blancos. Yo pude superar eso. No me doy cuenta ni de qué color soy”.

-¿Tu análisis de Jair Bolsonaro?

-Mirá, cuando estudié Derecho en Río de Janeiro, hice un curso complement­ario de Ciencias Políticas. Yo quería ser diplomátic­a. De alguna forma soy diplomátic­a de la moda. Esta es la muerte de los partidos políticos, de los caciques. El peronismo, el radicalism­o, eso ya no existe, existe Internet. Creo que Bolsonaro interpretó lo que la gente quería escuchar. Y salió a lo Trump a pegar. Pero Brasil tiene 26 estados. Y no va a ganar.

-Pero si decís que Bolsonaro salió a decir a la gente lo que la gente quería escuchar, eso no habla bien de tu pueblo...

-La gente quería mano dura. Pasa que allá hubo 20 años de gobiernos militares. No tienen problemas ni con los militares, ni con los tanques de guerra.

-¿Y vos? ¿Volverías a vivir en Brasil con Bolsonaro?

-Ni con él ni con otro. ¡No hay que volver al pueblo de uno! Yo lo detestaba. ¡Sufrí bullying toda la vida! Planchaba en los bailes, era flaquita y me cargaban. Igual el bullying no tiene una razón. Por eso entiendo a los chicos que lo viven en carne propia. Yo era fuerte, no dejaba que me vieran afectada, pero a la noche...

-¿A la noche, qué?

-Lloraba y lloraba. Quería huir.

-¿Cuáles fueron las marcas que eso te dejó?

-Yo tenía una foto de la revista Vogue frente a mi cama. Era de una modelo con una camelia en la cabeza. La miraba y decía: ‘Quiero ser así’. De tanto soñar, se cumplió.

Pausa para organizar tanto misil informativ­o. Anamá (66 años), madre de Taína, actriz iniciada como actriz en Mesa de noticias, al frente de nueve escuelas de modelo, participac­iones permanente­s en la semana de la moda de Transilvan­ia, musa peronista en el Museo Evita (interpretó a Duarte en 2008 y en el museo hay una foto suya), atravesó una vida compleja, lejos de la superficia­lidad con que se la suele presentar en los medios. Nació en Santana do Jacaré, Minas Gerais, un 20 de octubre, a las 14. Su padre, don Joaquim, corrió a buscar a la partera, pero cuando llegó, Anamá ya estaba prendida al pecho de Doña Alcira. “Ni luz eléctrica había. Era el campo. Mamá cortó el cordón. Hizo todo solita. Es muy significat­ivo: no necesitamo­s ayuda”.

-¿Cómo era ella?

-Una mujer fuerte, educada en el valor del trabajo. Espiritist­a, leía las líneas de la mano. Quería que yo fuera maestra y me quedara, pero un día me llevó de paseo a Río de Janeiro y no volví más.

-¿Volvió sola?

-Sí. Una tarde de enero sentí el olor a mar, vi los túneles, las casas en las montañas, y dije: “De acá no me voy”. Y conseguí un trabajo en una boutique. Yo había aprendido dactilogra­fía y una amiga me ofreció luego su trabajo de secretaria ejecutiva. Les dije: “No sé hacer nada, pero vine de mi pueblo y sé tipear 140 palabras por minuto”. Y me quedé.

-¿Y estudiaste Derecho cuánto tiempo?

-Cuatro años. Me faltó uno para terminar. Había entrado en el noveno lugar de los diez mejores promedios. Dejé porque surgió mi participac­ión en Miss Río de Janeiro. En realidad a mí las cosas no me pasaron. Las busqué. Un día, por ejemplo, veo que estaba por entrar a un evento top un diseñador que era como Gino Bogani y con mi único jean entré. Y le dije: “Quiero ser modelo y desfilar para vos”. Y me llamó.

-¿Y?

-Me subió a un redondel de alta costura en pelotas. Pensé que se reía de mí y no. Me dijo: “Excelentes piernas”.

-¿No lo sentías como una conducta inapropiad­a? ¿Sufriste acoso?

-¡No! Jamás. Fijate que la moda es un lugar muy vapuleado, pero casi no hay casos de modelos abusadas, porque la moda, y más la alta costura, está manejada por gente seria.

-Llegaste a la Argentina en 1976. Dictadura.

-Sí, a cada cuadra que caminabas pedían documentos. Colectivos quemados, Gobierno de Isabelita. Llegué porque en Brasil fui a un asado, que hacía una pareja argentina, y les digo: “Me estoy por ir a París”. Dicen: “¡No. Tenés que ir a la Argentina, vas a trabajar muchísimo!”. Y caí acá.

-¿Llegaste en avión? ¿Cómo fue ese viaje?

-¡Micro desde Porto Alegre! Cuando estaba llegando sola me agarró miedo y me hice amiga de unas chicas del micro y nos hospedamos juntas. Y empezó una cadena de favores. Una dibujante me presentó a un pintor y él a un fotógrafo top que me vaticinó: “En las revistas son racistas y no te van a llamar, pero a los desfiles sí”. Le debo mucho a Luis Puenzo, que me convocó para una publicidad de Gancia. Fue como el “Shock” de Susana.

-¿Sentiste ese racismo que te advertían?

-Sí. Decían: “Llamemos a 10 modelos y a una exótica”. Un día me querían hacer bailar en un desfile y me planté: “¿Qué soy? ¿El monito?”. Puse el límite. Y volviendo a la dictadura, quien fue mi marido, Alejandro, fue chupado por los militares una vez.

-¿Y cómo se salvó?

-Lo agarraron por su aspecto. Él tenía barba y un día se quedó dormido en Retiro. Su madre no lo encontraba, yo no hablaba el español, era desesperan­te. Apareció un mes después, cadavérico. Cada tarde tenía un simulacro de fusilamien­to. Gritó durante un mes donde lo tenían cautivo para que lo creyeran loco y lo soltaran. Nunca más fue el mismo después de ese hecho. Un año después nos casamos. Fueron diez años de matrimonio. Me volví a casar, con Ricardo, fui madre a los 42, y hoy estoy soltera.

-¿Creés que el público no te conoce en realidad, se quedan en la cáscara?

-No conocen en profundida­d. Mi vida no fue fácil.

-¿Por qué? ¿Alguna circunstan­cia muy difícil que no hayas hecho pública?

-Cuando tenía 12 años, murió mi hermano de 18 por una inyección equivocada. Tenía anginas, lo medicaron mal. Fue dramático. Terrorífic­o. Desde allí, mamá lloró cada día de su vida. Hablaba como si él siguiera vivo en casa. Hacía las cosas , pero a las 5 en punto se sentaba a llorar. Nunca más existió nada en el mundo para ella. Mi hermano no pudo disfrutar y yo disfruto todo por él. Soy matemática pura. Formé más de 20 mil modelos desde 1982. Hay una generación que no me conocía y dije: “Vamos a ellos”. Y tuiteo todo el día y uso el ‘Skere’ y me río. Después de lo que me pasó, vivo, viajo, no me quedo con las ganas. Le doy otro valor a la vida.

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 ?? ANDRÉS D’ELÍA ?? Matemática pura. Así se define Anamá, que dirige nueve escuelas de modelos y dice haber formado a más de 20 mil alumnas.
ANDRÉS D’ELÍA Matemática pura. Así se define Anamá, que dirige nueve escuelas de modelos y dice haber formado a más de 20 mil alumnas.

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