Déficit de atención: el mal del siglo XXI
Con la tecnología se amplió la cantidad de estímulos diarios y disminuyó la capacidad de concentración de grandes y chicos.
Colgado de una nube. Se asiente con un movimiento de cabeza mientras se divaga en las tareas que hay que hacer más tarde. Se abre el celular en una reunión de trabajo, con la familia o con amigos, sin importar el diálogo. El déficit de atención hace estragos en la actualidad y la multitarea evita la reflexión.
Uno de los dilemas del siglo XXI es la dispersión, ya que cada vez cuesta más concentrarse. ¿Por qué sucede?
“El problema es que hay muchos estímulos que dan en el clavo con la forma de funcionar de la mente”, explica Santiago Nader, director de la Sociedad Mindfulness y Salud. En ese sentido, Pablo Richly, director del Centro de Salud Cerebral (CESAL), considera que nadie “estuvo tan exigido en cuanto a variedad, velocidad y cantidad de incentivos como en la actualidad”, detalla.
Según diversos estudios científicos, los seres humanos tenemos entre 50 y 60 mil pensamientos diarios, aunque el 94 por ciento son repetitivos. “A la mente le cuesta mucho mantenerse sin adrenalina. Está constantemente buscando estímulos porque se transforma en un modo de funcionamiento casi dependiente. Tiene que ver con una cuestión emocional, pero también con un área de recompensa del cerebro que se moviliza cuando a uno le llega un mensaje de texto o algo le llama la atención. Cualquier cosa que genere cierto interés puede activar esa sensación”, describe Martín Reynoso, psicólogo, coordinador de Mindfulness, en INECO, autor de Mindfulness, la meditación científica.
Nicholas Carr, autor de Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?, sostiene que la tecnología está determinando la “esencia de la libertad para poder escoger a qué dedicarle atención. Lo que produce es una erosión de la capacidad de controlar nuestros pensamientos de manera autónoma”.
“Es probable que el cerebro no esté adaptado para los estímulos actuales. El déficit de concentración también puede ser explicado a través de la red modo reposo que tiene el cerebro. Se activa sola buscando divagar en memorias, recuerdos o pensamientos que tenemos almacenados. Mantener el foco en una clase o reunión tiene un punto de quiebre: los 40 minutos. Pasado ese umbral la atención suele entrar en zona de descenso. No tenemos una capacidad infinita de concentración”, aclara Richly. La motivación es un elemento vital para no colgarse, ya que “si no me interesa o me aburre lo puedo chequear en el celular”, se puede caer en el divague mental.
Además, la velocidad de las redes sociales y las pantallas produjo un amoldamiento del cerebro, que busca recibir el estímulo de inmediato y “cuando no aparece, surge la frustración”, comenta Nader.
¿Qué consecuencias trae la dispersión? “Se está estudiando que el modo de divagar de la mente puede conducir a la ansiedad, a síntomas depresivos o al estrés -estima Reynoso-. La única manera de no desconcentrarse es tomar conciencia del cuelgue. El mecanismo fundamental es darse cuenta cuándo la atención se fue hacia otro lado. Para esto hay prácticas de meditación muy sencillas. No es tan importante estar concentrado todo el tiempo, sino registrar la distracción y volver al foco. Te acostumbrás a un nivel y después es difícil competir. Es como que te doy un juego de Playstation intenso y luego ¿cómo te convenzo de jugar al backgammon?”, se pregunta Richly.w