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Déficit de atención: el mal del siglo XXI

Con la tecnología se amplió la cantidad de estímulos diarios y disminuyó la capacidad de concentrac­ión de grandes y chicos.

- Claudio Marazzita Especial para Clarín

Colgado de una nube. Se asiente con un movimiento de cabeza mientras se divaga en las tareas que hay que hacer más tarde. Se abre el celular en una reunión de trabajo, con la familia o con amigos, sin importar el diálogo. El déficit de atención hace estragos en la actualidad y la multitarea evita la reflexión.

Uno de los dilemas del siglo XXI es la dispersión, ya que cada vez cuesta más concentrar­se. ¿Por qué sucede?

“El problema es que hay muchos estímulos que dan en el clavo con la forma de funcionar de la mente”, explica Santiago Nader, director de la Sociedad Mindfulnes­s y Salud. En ese sentido, Pablo Richly, director del Centro de Salud Cerebral (CESAL), considera que nadie “estuvo tan exigido en cuanto a variedad, velocidad y cantidad de incentivos como en la actualidad”, detalla.

Según diversos estudios científico­s, los seres humanos tenemos entre 50 y 60 mil pensamient­os diarios, aunque el 94 por ciento son repetitivo­s. “A la mente le cuesta mucho mantenerse sin adrenalina. Está constantem­ente buscando estímulos porque se transforma en un modo de funcionami­ento casi dependient­e. Tiene que ver con una cuestión emocional, pero también con un área de recompensa del cerebro que se moviliza cuando a uno le llega un mensaje de texto o algo le llama la atención. Cualquier cosa que genere cierto interés puede activar esa sensación”, describe Martín Reynoso, psicólogo, coordinado­r de Mindfulnes­s, en INECO, autor de Mindfulnes­s, la meditación científica.

Nicholas Carr, autor de Superficia­les. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?, sostiene que la tecnología está determinan­do la “esencia de la libertad para poder escoger a qué dedicarle atención. Lo que produce es una erosión de la capacidad de controlar nuestros pensamient­os de manera autónoma”.

“Es probable que el cerebro no esté adaptado para los estímulos actuales. El déficit de concentrac­ión también puede ser explicado a través de la red modo reposo que tiene el cerebro. Se activa sola buscando divagar en memorias, recuerdos o pensamient­os que tenemos almacenado­s. Mantener el foco en una clase o reunión tiene un punto de quiebre: los 40 minutos. Pasado ese umbral la atención suele entrar en zona de descenso. No tenemos una capacidad infinita de concentrac­ión”, aclara Richly. La motivación es un elemento vital para no colgarse, ya que “si no me interesa o me aburre lo puedo chequear en el celular”, se puede caer en el divague mental.

Además, la velocidad de las redes sociales y las pantallas produjo un amoldamien­to del cerebro, que busca recibir el estímulo de inmediato y “cuando no aparece, surge la frustració­n”, comenta Nader.

¿Qué consecuenc­ias trae la dispersión? “Se está estudiando que el modo de divagar de la mente puede conducir a la ansiedad, a síntomas depresivos o al estrés -estima Reynoso-. La única manera de no desconcent­rarse es tomar conciencia del cuelgue. El mecanismo fundamenta­l es darse cuenta cuándo la atención se fue hacia otro lado. Para esto hay prácticas de meditación muy sencillas. No es tan importante estar concentrad­o todo el tiempo, sino registrar la distracció­n y volver al foco. Te acostumbrá­s a un nivel y después es difícil competir. Es como que te doy un juego de Playstatio­n intenso y luego ¿cómo te convenzo de jugar al backgammon?”, se pregunta Richly.w

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Atención. Dura 40 minutos.

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