Un Beethoven familiar
Bajo la segura dirección de Arturo Diemecke, Mischa Maisky se lució con sus hijos Sascha y Lily.
Crítica
Muy bueno Filarmónica de Buenos Aires Dirección Arturo Diemecke Solistas Mischa Maisky (violonchelo), Lily Maisky (piano) y Sacha Maisky (violín). Sala Teatro Colón, jueves 15. El ciclo de abono de la Filarmónica de Buenos Aires recibió la visita del trío Maisky, que integran el gran violonchelista Mischa y sus hijos Sascha en violín y Lily en piano. Sascha nació en Bruselas en 1989 y en la actualidad reside en Viena, donde sigue su perfeccionamiento bajo la guía de Boris Kuschnir. Lily nació en París en 1987 pero se también se educó en Bruselas, más concretamente en la famosa “Calle de los pianistas”, ya que empezó sus estudios a los cuatro años bajo la guía de Lyl Tiempo y recibió clases magistrales de la vecina Martha Argerich, entre otras eminencias.
Los Maisky fueron los solistas del Triple Concierto de Beethoven. Podría decirse que Sascha Maisky es un músico en formación, aunque esta actuación reveló un instrumentista perfectamente desarrollado y seguro de sí mismo. Lily tuvo una correcta actuación aunque no deslumbró con su sonido, pero habría que preguntarse si un pianista puede deslumbrar en algún punto en el Triple Concierto de Beethoven. Como recuerdan las notas de programa (de Juan Ignacio Bühler), el autor lo escribió pensando en su joven alumno de piano el archiduque Rodolfo de Austria, que no era precisamente un virtuoso; en efecto, la parte del piano no es muy relevante. La voz cantante la lleva en este caso el padre de familia, y el temperamental y refinado violonchelista Maisky cumplió su rol con creces. Sin querer hacer un culto de la idea de música en familia, es evidente que estos tres músicos respiran a la vez, por la plasticidad y la ordenada libertad con que toman y se intercambian las frases. La orquesta dirigida por Arturo Diemecke mantuvo una eficaz coordinación con los solistas.
El programa no pudo ser más homogéneo. Todo Beethoven, del mismo período medio o “heroico”, y en la progresión más tradicional de obertura-concierto-sinfonía. Comenzó con una convincente interpretación de Coriolano, para cerrar conuna vibrante Sinfonía N°7. Vibrante, pero a la vez un poco ralentada, ya que Diemecke optó por presentar el allegreto del segundo movimiento casi como un andante. Acaso se tratase de una nostalgia del tiempo lento beethoveniano, que en esta sinfonía el autor suprimió. Pero no hay nada que objetar en la decisión de Diemecke. En música no hay nada más relativo que los tiempos; todos los tiempos , y en particular el de este allegretto de naturaleza algo engañosa, admiten modificaciones. Tal vez Diemecke efectivamente sintió nostalgia de la sublime lentitud beethoveniana, pero consiguió transmitir el allegretto/andante sin la menor pesadez.w