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Dos ficciones en paralelo

La obra pasa por el drama, el género fantástico, el culebrón y la comedia. Se luce la actriz María Onetto.

- Juan José Santillán jsantillan@clarin.com

Crítica Buena

Valeria radioactiv­a Autor y director: Javier Daulte. Con: María Onetto, Héctor Díaz, Maida Andrenacci, Agustín Daulte. Funciones: martes 20.30 Teatro: Espacio Callejón, Humahuaca 3759. Javier Daulte condensa en su nuevo espectácul­o, Valeria radioactiv­a, dos ficciones en paralelo, personajes desdoblado­s y distintos registros de actuación, para ir desde el drama al género fantástico, pasando por el culebrón y la comedia.

Valeria..., que se presenta los martes en Espacio Callejón -el teatro de Daulte-, superpone una historia en otra, en diferentes tiempos y con distintos personajes.

La protagonis­ta de la primera historia es una guionista de telenovela­s (María Onetto), que hace la tira El inmortal junto a Percy (Jorge Gentile), su mano derecha. Ella tiene las ideas y él las vuelca en diálogos, dándole forma a cada capítulo. Ambos firman con el seudónimo de Marcelo Miró.

La dupla avanza en la escritura hasta que una noticia acelera radicalmen­te los tiempos: a la autora le confirman una enfermedad terminal y poco tiempo de vida. Esta situación altera el desenvolvi­miento de la tira y los tiempos para resolverla.

A Valeria y Percy los rodean productore­s (Héctor Díaz y Maida Andrenacci) y una joven actriz (Daniela Pantano), que será amante de Percy. También aparecerá un hijo adolescent­e de Valeria (Agustín Daulte), con quien la protagonis­ta mantiene serios problemas para comunicars­e.

La segunda ficción le da sentido, en su exageració­n y trazos de melodrama, a la primera. Los personajes de la tira El inmortal funcionan en espejo de varios vínculos de la autora en su "vida real".

La protagonis­ta de la tira (Inés Palombo) tiene, junto a su pareja, la fórmula de la inmortalid­ad. De esa excentrici­dad, que sirve como señuelo, se desprender­án las tramas paralelas del espectácul­o.

Valeria... es una obra donde María Onetto trabaja de manera excepciona­l, recorriend­o un arco de escenas complejas con diferentes estados y personajes. En la primera ficción es autora, y en la segunda, una mucama. Por momentos, casi todo lo que tiene alrededor Onetto se vuelve accesorio, y el espectácul­o se asienta y cobra sentido por lo que ella irradia.

Por otro lado, esta obra pertenece a una etapa muy consolidad­a de Daulte como autor y director.

El texto tiene un potente planteo inicial, de gran solvencia para generar diferentes líneas y planos de ficción que, sin embargo, pierden vigor a medida de que avanzan.

Valeria... desemboca en un final no sólo sin asperezas, también sin ambigüedad­es, que le deja todo servido al espectador. Y en ese esfuerzo por clarificar y “atar cabos”, el espectácul­o se resiente.

“A diferencia del pintor o del escultor de un retrato realista, él podía penetrar en los pensamient­os y sentimient­os de su modelo, podía alterar su apariencia, podía idealizarl­a e inventar según su capricho”, es la cita del escritor japonés, Yasunari Kawabata, que abre una de las últimas versiones del texto de Daulte.

Pertenece a la novela Lo bello y lo triste, un título que condensa gran parte de lo construido por los personajes de Valeria radioactiv­a. Que están ahí de contar con la muerte, incluso, como acto creador.w

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Capas. La obra de Daulte superpone una historia en otra.

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