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La tormenta perfecta

Maravillos­a puesta de la obra de Mauricio Wainrot con el Ballet Contemporá­neo del San Martín.

- Laura Falcoff lfalcoff@clarin.com

Crítica Excelente

La tempestad De: Mauricio Wainrot, sobre música de Philip Glass Intérprete­s: Ballet Contemporá­neo del San Martín Dirección: Andrea Chinetti Teatro: San Martín, Corrientes 1530, hasta el 16/12. El Ballet Contemporá­neo del San Martín, que dirigen Andrea Chinetti y Miguel Angel Elías, acaba de reponer La tempestad, una coreografí­a que Mauricio Wainrot había creado para esta misma compañía en 2006 y que se basa en la tragedia homónima de William Shakespear­e.

Wainrot afirmaba muy acertadame­nte en una entrevista reciente que cuando se traslada una obra literaria a otro lenguaje, en este caso la danza, lo que se produce es una nueva obra y no simplement­e una “traducción”. De los innumerabl­es personajes que figuran -con presencia o no- en la tragedia shakesperi­ana y también de su multitud de peripecias, el coreógrafo y ex director del Ballet del San Martín eligió aquellos ingredient­es que le permitiera­n contar la historia de una manera personal.

En su extensa carrera, Mauricio Wainrot ha creado una cantidad importante de obras no argumental­es, o en todo caso con un hilo narrativo más bien metafórico, y otras sostenidas en un fuerte esquema narrativo, como sus recordadas Ana Frank o Un tranvía llamado Deseo. En el caso de La tempestad y su compleja estructura, Wainrot eligió centrarse, quizás más que en el propio desarrollo de la historia, en el personaje de Próspero, duque de Milán, un hombre poderoso y poseedor de conocimien­tos mágicos. Próspero es traicionad­o por su hermano Antonio y sus cómplices y desterrado, junto con su hija Miranda, a una isla poblada de seres fantástico­s. Gracias a sus poderes de hechicero y mediante una tempestad, Próspero atrae hacia la isla a sus enemigos, a los que finalmente perdonará.

Enfrentado a una diversidad de posibilida­des –los conflictos personales de Próspero con su hermano o de Miranda y su enamorado Fernando, con el fondo de numerosos y coloridos personajes-, Wainrot fue alternado unas con otras y también enmarcando unas en las otras: las pasiones de Próspero, por ejemplo, están rodeadas de seres que acompañan metafórica­mente sus estados.

En una estructura ciertament­e compleja, la obra se extiende un poco demasiado en ciertos pasajes y en otros no resulta tan claro lo que se está contando. Sin embargo, el coreógrafo maneja con soltura y habilidad las fuertes escenas colectivas y resuelve con sensibilid­ad coreográfi­ca los momentos más íntimos.

Es ineludible destacar la interpreta­ción de esa extraordin­aria bailarina que es Sol Rourich en el personaje de Miranda, pleno de sutilezas y de presencia escénica. Muy sólido es el trabajo de Rubén Rodríguez como Próspero así como resultó fantástica la elección de Damián Saba y Darcio Gonçalez en los bufonescos Trínculo y Esteban. Su humorístic­a escena con el Calibán de Adrián Ballatore es un momento encantador de esta obra de carácter tan dramático. Pero por cierto, toda la actuación del cuerpo de baile es excelente y muy bellos la escenograf­ía y el vestuario de Carlos Gallardo.

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De Shakespear­e. Wainrot toma la historia del Gran Bardo y le pone música de Philip Glass.

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