LA BIO DE GUSTAVO CERATI Hoy, a las 22, por Natgeo, se verá un especial sobre el músico, con testimonios que enriquecen el relato.
La segunda emisión de “BIOS”, hoy, a las 22, por Netgeo, es una lúcida mirada sobre la vida del líder de Soda Stereo.
Podría decirse que la emisión de BIOS, Vidas que marcaron la tuya, dedicada a Gustavo Cerati, muestra un perfil humano del artista. Una verdad a medias, teniendo en cuenta de que, al fin y al cabo, nunca le conocimos uno despiadado. Ni siquiera Zeta Bosio y Charly Alberti, con quienes puede haber quedado algún resabio de viejas internas, parecen estar dispuestos a desmentir la noción.
Los aciertos de este documental son varios. Uno de ellos, la presencia de la cantante chilena Javiera Mena, llevando el hilo de las entrevistas. Su tono, que puede ser confundido como parco o poco expresivo, parece invitar a la confesión. Nunca está pisando las declaraciones o sobreactuando emoción.
Otro momento especial y central es la condición familiera y tana de los Cerati, algo que en el imaginario rockero local sólo parecía ser sustentable y folclórico adosado a los Napolitano, o sea el seno familiar de Pappo. En pequeñas anécdotas y situaciones domésticas que nada tienen de impostado, donde participan desde las hermanas de Gustavo hasta los hijos y sobrinos, se llegan a notar las raíces de clase media de un artista que hasta en eso, sus orígenes, llegó a ser señalado como elitista.
El bargueño de fondo en la casa de Villa Urquiza, en una declaración de Lilian Clark, su madre, es una postal tierna y reveladora de una mujer que admite en una frase su mezcla de sangre irlandesa y acerbo porteño: “Yo a veces me despertaba, a las 2 de la mañana, y decía… ‘¿me parece a mí o hay música?’. Guacho, estaba tocando acá, en este sillón”. También, conteniendo la emoción, se referirá al doloroso episodio que derivó en Té para tres y el destino de Juan José, el padre.
La ausencia de las parejas más importantes de Gustavo en los testimonios (Belén Edwards, Cecilia Amenábar, Deborah de Corral) queda compensada por una escena deliciosa, donde Mena se encuentra en la tradicional pizzería La Mezzetta con Ana Saint Jean, una de las primeras novias del músico. Ahí, no sólo revela que el Cerati de 23 años tenía actitudes casamenteras: también deja oír el audio de una canción que le dedicara entonces, a principios de los ‘80, donde se lo escucha cantar con un candor que haría sonrojar a los primeros Sui Generis.
Las filmaciones de giras, conciertos y los testimonios se llevan bien. Sus hijos, Benito y Lisa, lo recuerdan con lucidez, siendo capaces desde intentar reconstruirlo a partir de objetos fetiche que dejó en la llamada “Casa Turrón” hasta analizar su carrera con ojo crítico. “En un momento se dio cuenta de que si él hacía lo que quería, no le iba tan bien”, admite Benito poniendo como ejemplo a discos como Bocanada (1999) y Siempre es hoy (2003) en relación al más directo y rockero Ahí vamos (2006).
Que la curiosidad de Gustavo por la vida espiritual no se generó a partir de Fuerza natural (2009, su último disco) es otra de las líneas conductoras del programa. Los dichos de su sobrina Guada, músicos y amigos dan cuenta de ese apetito metafísico en la gran estrella del rock latinoamericano. Y Lisa, su hija, lo definirá como nadie: “Ahora está más presente que cuando estaba como persona. Es como un aire”.w