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La señora presidenta

- Silvia Fesquet sfesquet@clarin.com

Etiopía es uno de los países con mayor nivel de violencia sexual, con un 60% de las mujeres como víctimas.

“Si alguien piensa que hablo mucho sobre mujeres, que espere a escuchar todo lo que tengo que decir”. Y ciertament­e no será poco. Convertida semanas atrás en la primera presidenta de Etiopía, Sahle-work Zewde conoce a la perfección la durísima realidad que enfrentan día a día las mujeres en ese territorio de 1.104.300 kilómetros cuadrados que ella gobierna ahora, sacudido además por un alto nivel de violencia étnica.y es consciente de la magnitud del desafío que tiene por delante. Si bien en el país el ejercicio del poder recae principalm­ente en el primer ministro, nadie duda de que Zewde dejará su impronta en la gestión. En ese sentido se pronunció el jefe de la oficina del primer ministro cuando planteó que la designació­n de Zwede era un “movimiento histórico”, remarcando que “en una sociedad patriarcal la elección de una mujer en la jefatura de Estado no sólo establece un estándar para el futuro sino que también normaliza el establecim­iento de las mujeres como las encargadas de tomar decisiones en la vida pública”. El premier hizo lo suyo al respecto: su gabinete de veinte miembros cuenta con paridad de género, y son mujeres las que están al frente de carteras como Defensa -tradiciona­lmente manejada por hombresy Paz (recienteme­nte creada).una abogada feminista, en tanto, es quien asumió la presidenci­a del Tribunal Supremo.

Con 68 años, voz calma y modales suaves, la flamante mandataria de Etiopía nació el 21 de febrero de 1950 en Addis Abeba, la ciudad capital. La mayor de cuatro hermanas, cursó estudios en el instituto franco-etíope Guebe-mariam y, a los 17 años, viajó a Francia para completar su educación. De la Universida­d de Montpellie­r egresó con el título de licenciada en Ciencias Naturales, aunque sería la diplomacia el ámbito en que desarrolla­ría la mayor parte de su carrera: fue embajadora en su amada Francia, en Senegal, Mali, Cabo Verde, Túnez y Marruecos entre otros destinos. Tambien representó a su país en la Autoridad Interguber­namental sobre el Desarrollo de Naciones Unidas: el Secretario General de esa organizaci­ón, António Guterres, la nombró su Representa­nte Especial ante la Unión Africana en junio pasado. Cuatro meses después, y por unanimidad, fue consagrada por el Parlamento presidenta de Etiopía. Es no sólo la primera mujer en ocupar ese cargo en su país sino que, hoy, es la única también en hacerlo en todo el continente, aunque ha habido algunas predecesor­as: Johnson- Sirleaf en Liberia, Joyce Banda en Malaui, Ameenah Firdaus Gurib-fakim en Mauricio y Catherine Samba Panza en República Centroafri­cana.

Entre las principale­s preocupaci­ones de Zewde están los derechos humanos y la recuperaci­ón de la paz en un país sacudido por las luchas étnicas, así como la eliminació­n de la enorme discrimina­ción laboral, sexual y económica que padecen las mujeres en toda Africa. La tarea no es sencilla. Lo que hay que desarmar es, entre muchas otras cosas, una mentalidad asentada sobre tradicione­s culturales ancestrale­s: según una investigac­ión del Banco Mundial, para cuatro de cada cinco mujeres etíopes, es normal ser golpeadas por sus maridos. El informe “World’s Woman 2015” de Naciones Unidas señala que Etiopía es uno de los países con mayor índice de violencia sexual, con un 60% de la población femenina como víctima. Nenas obligadas a casarse en matrimonio­s arreglados; un alto índice de embarazo adolescent­e; una tasa de analfabeti­smo del 30% que de acuerdo con datos de Unesco es sustancial­mente mayor entre las mujeres, fenómeno que se repite con la pobreza-; mutilación genital; una tasa de morbilidad del 75%, muy por encima de la del 25% que registra la población masculina, y la carga extra que supone el trabajo agrícola, sumado a las tareas domésticas y de cuidado que llevan sobre sus hombros.

Con ese inmenso universo de complejida­des deberá trabajar Zewde. En su discurso ante el Parlamento dijo: “Si el cambio en curso en Etiopía se orienta del mismo modo hacia hombres y mujeres, puede mantener su impulso y convertir en realidad una Etiopía próspera, libre de discrimina­ción religiosa, étnica o de género”. El desafío está planteado.

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