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La trama secreta del regreso más increíble del rock argentino

Fernando Szereszevs­ky El ex manager de Charly García cuenta cómo se gestó su retorno en 2009, y recuerda la vuelta de Ratones Paranoicos.

- Eduardo Slusarczuk eslusarczu­k@clarin.com

“Cuando terminó el mandato de Menem, el 10 de diciembre de 1999, después de haber ido a comer a la Costanera, me fui a mi casa, y me vi solo, sentado y pensando: ‘Tengo 25 años, y acabo de terminar el trabajo más importante de mi vida’”.

Fernando Szereszevs­ky dejaba atrás tres años como jefe de prensa de Alberto Kohan, secretario de la Presidenci­a de la Nación, y por delante enfrentaba algo parecido a la página en blanco del escritor.

Sólo existía como punta el ofrecimien­to del por entonces manager de Charly García, que lo había invitado a “trabajar” con el músico, cuyo ingreso a la Quinta de Olivos había franqueado seis meses antes generando el famoso encuentro Charly & Charly, con disco incluido. “Marcelo seguía siendo el manager, y yo me ocupaba de los quilombos”.

Pero la incertidum­bre no duró mucho. De repente, una voz de mujer lo ponía al tanto de algunos números en rojo de García. “Charly me dijo que hablara con vos”, escuchó. Poco después, era un hombre. Ya no eran cinco, sino seis cifras, y el tono era muy poco amigable. Y una vez más: “Me dijo Charly que hablara con vos”.

“Agarré el auto y me fui a lo de Charly. Él, en la pieza, con los auriculare­s, bien Say No More, no me daba bola. -’¿Tenés un minuto?’ -’No, no ves que estoy tocando.’ -’Me llamaron por un par de deudas. ¿Qué pasó?’ -’Ah, me olvidé de decirte: sos mi nuevo manager.’ Así fue. Así me enteré”.

Con el tiempo, Szereszevs­ky se enteraría de que era el comienzo de una historia única e irrepetibl­e, que lo ubicaría en el centro de uno de los regresos más increíbles del rock argentino.

Los capítulos se sucedieron de manera vertiginos­a: el retorno de Sui Generis; El aguante; ‘Mi capricho es ley’; Rock and roll yo; un arriesgado episodio colombiano en 2005... “Después de eso me fui, pero mantuve el vínculo, y en 2007 me llamó para hacer un reality ‘como el de Ozzy Osbouorne’”. Pero no resultó.

Charly se fue a tocar a San Juan y Mendoza, y volvió en un avión sanitario sin escala al Hospital Argerich, donde una jueza lo obligó a nombrar alguien que respondier­a por él.

“Llámenlo a Szereszevs­ky”, dijo; y

allí fue. “Cuando llegué, lo vi a Charly con chaleco de fuerza y en un estado en el que jamás lo había visto. Fue un golpe al corazón, y me destruyó el alma. Porque Charly siempre para todos había sido Super Charly. ¡Yo lo había visto tirarse del noveno piso! Cuando me quedé solo, lo toqué, le agarré la mano, se sobresaltó y me dijo: ‘No me dejes’. ¡Me arruinó la vida! Me preguntó si aceptaba. Y fue ‘sí’.” -¿Pensaste algún plan de retorno?

-No había chance de que ese monstruo volviera a ningún lado. Ahí empezó el tema de las clínicas; la primera fue Dharma. Ahí lo hicieron mierda. De los nervios se le pusieron las manos como garras. Lo veíamos mal. -¿Quiénes “lo veíamos”?

-Primero éramos la jueza y yo. Después pedí ayuda de amigos, y lo dejaron ver al Zorro (Quintiero) y León (Gieco). En medio de todo eso, apareció Palito (Ortega), ofreció su estancia, y logramos sacarlo de ahí. Charly estaba de atar. León me preguntaba si estábamos haciendo bien. Era una situación difícil. Lo llevamos a la quinta de Palito, estuvo un día, hizo una crisis terrible y hubo que internarlo de nuevo. Fuimos a Avril, y ahí lo trataron mucho mejor. Mejoró mucho. Pero el salto de calidad lo dio en INECO, cuando Facundo Manes puso todo su equipo a disposició­n. En todo ese tiempo jamás pensé que

Charly podría volver a tocar. Pero al mismo tiempo afloró su personalid­ad previa, empezó a ser un Charly superhuman­o. -¿Qué hay de tu vida personal?

-Mi familia fue mi motor. Era una cuestión humanitari­a. En mi vida profesiona­l todo está teñido por Charly; de chico era su fan. ¿Cómo lo iba a dejar si me estaba pidiendo ayuda? Lo que hice por Charly entre 2007 y 2009 no lo hice por ninguno de mis hijos. Es terrible, pero es así. Me pasé días durmiendo en la clínica, me fui a vivir a lo de Palito. Íbamos todos los días a las 6.30 a Escobar, para su rehabilita­ción. Y un día vino un médico y nos dijo que había algo que estábamos haciendo mal. “Él, en lo único que piensa es en música y en tocar. Si no le ponen una zanahoria, no va a avanzar. Ya estábamos viviendo en Capital. Ahí fue la primera vez que le

dije: “Che, Charly, hay que ponerle huevos y volver a tocar. Demostrar que sos Charly no por las drogas sino porque sos un genio. Tocar dos horas cantando todos los temas”. Y le dije que no podía ser que no fuera millonario y que no viviera una vida de rockstar. Pero no el rockstar Say No More, sino el rockstar tipo Mick Jagger, que va de pañuelito, tiene avión privado y limusina. “¿Vamos por eso?”, le pregunté. “Vamos por eso”, respondió. -¿Cuánto llevó ese “vamos por eso”?

-Faltaba un año y medio para que ocurriera. Me bajé toda su discografí­a, y entre terapia y terapia cantábamos, íbamos armando posibles listas, sin tocar ni un instrument­o, y fantaseand­o. Ese era el motor. -¿Cómo se armó la banda?

-Charly aún no estaba bien. Había altibajos, y no era para que se fuera mostrando. Entonces, primero fue con el Zorro y el Negro (García López) y después, los chilenos, que le garantizab­an la no mirada. Hilda se sumó, y le aportó mucho a todo. La historia avanzó con ensayos y más ensayos, y apareció la propuesta de Vélez. Al verse en ese mundo, Charly se aferró a las canciones. Se dio cuenta de que su mayor capital real era su música. -Pero hubo un antes de Vélez.

-Sí. Le propuse hacer dos o tres shows para probar. La gente cree que el priél

mer show fue Vélez, pero el primero fue en Perú. Y allá empezó a aparecer algo increíble, con un entorno nuevo, más vinculado a los amigos; empezó a pasar que las cenas se convertían en algo importante, se contaban anécdotas... Cuando fuimos a Perú, viajamos varios días antes, con un cuerpo médico -Alicia Lischinsky, genia total-. Se hizo una preparació­n especial con la medicación. Y el día del show la concentrac­ión fue muy impresiona­nte. -¿Cómo fue ese momento previo a salir a escena?

-Charly estaba de muy buen humor. Habló, hablamos todos y caminamos hacia el escenario. Cuando salimos, experiment­é una tensión en el cuerpo que nunca más volví a sentir, en lo laboral. Subieron los músicos. Cuando empezó con el primer tema,

El amor espera, Charly miró a la gente, y vi a los técnicos abrazados, llorando. Nunca vi nada igual. Los músicos, los productore­s... El único que no lloraba era Charly. No podíamos creer que estuviera ahí.

Szereszevs­ky enumera lo que vendría: “Perú, Chile, Vélez, los Luna Park, Ecuador, Colombia, una gira al Uruguay. El pico fueron los Luna; él tomó ahí un vuelo personal, se sacó las ataduras, mejoró físicament­e, se lo vio más ágil, apareciero­n Lebón y Aznar, Fabiana, Fito... Después, Israel, una gira por México...”.

Szereszevs­ky detiene el relato. Cuenta de un abrazo que se dieron allí los dos, y Angel, un amigo que fue su mano derecha en todo aquel proceso, y que poco después llegó el final de su historia. De ahí en más, se empezaría a escribir otra, pero sin él. “Lo único que te voy a decir de por qué me fui el 10 de diciembre de 2010, es porque las cosas dejaron de ser como yo las había pensado. Cambió la estrategia y cambiaron las formas. Y yo no iba a estar allí para verlo.”

Epílogo

Haberse alejado de Charly García no significó, para Fernando Szereszevs­ky, un adiós definitivo al mundo de la música. De su mano, un par de años más tarde, Dante Spinetta y Emmanuel Horvilleur volvieron a ser Illya Kuryaki and the Valderrama­s, con nuevo disco incluido.

Y cuatro años más tarde, el 16 de sepotiembr­e de 2017 recorrería el trayecto desde los camarines hasta el escenario del Hipódromo de Palermo junto a Ratones Paranoicos. “Juanse empezó con que tenía que ser su manager, y le dije: ‘Sé bueno conmigo y hagamos la vuelta de Ratones.’ La respuesta fue: ‘Con vos la haría’. Y agregó: ‘Ahora juntate con los otros tres y convencelo­s’. Y ahí fui. Primero fue Roy, después fueron Sarco y Memi. Una reunión, dos, tres... Hasta que decidimos encontrarn­os los cinco en la casa de Memi. Estábamos los tres, y cuando llega Juanse, Sarco desapareci­ó. Se fue a la otra punta de la casa. Finalmente, volvió, se abrazaron y se quedaron así, diciéndose cosas al oído. Hablamos durante unos minutos más, hasta que Juanse le preguntó a Pablito si seguía teniendo la salita. Entonces dijo: ‘Vamos, vamos...’ Se sentaron y empezaron a tocar, como si el tiempo nunca hubiera pasado.” Lo demás es historia conocida.w

Al verse en ese mundo, Charly se aferró a sus canciones. Se dio cuenta de que su mayor capital real era su música.”

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La noche inolvidabl­e. Szereszevs­ky y Charly van rumbo al escenario, en Lima, el 23 de septiembre de 2009.

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