El dolor y el después: fotos que recuerdan el atentado a la AMIA
Julio Menajovsky, el autor de la serie, fue el primer fotorreportero en llegar a las ruinas de la calle Pasteur.
El consulado argentino en Nueva York convirtió uno de sus principales salones en una sala de exhibición para Veinticinco/twenty-five, una muestra fotográfica concebida para expandir a la comunidad internacional el reclamo de justicia al cumplirse en julio 25 años del atentado a la AMIA, y también “como un acto político”, según palabras de Julio Menajovsky, autor de todas las imágenes, durante la inauguración, el jueves pasado en el edificio de la calle 56.
Y no es casual que sea esta delegación la elegida. “La causa AMIA es de las personas, del gobierno y del Estado argentino”, sostuvo Ariel Eichbaum, presidente de AMIA, en la presentación, sobre la causa judicial inconclusa del atentado terrorista que arrebató la vida de 85 personas, marcando para siempre la de los 300 sobrevivientes, sus familias y la sociedad toda.
El cónsul argentino en Nueva York, Eduardo Almirante Arena, que ofició además de traductor, condujo el acto que contó con la presencia del presidente de la DAIA, Jorge Knoblovits, el secretario general de AMIA, Darío Curiel, entre varios representantes de comunidades judías de Nueva York y de la comunidad de argentinos en la ciudad.
Veinticinco –con apoyo de la Cancillería argentina–, reúne fotografías de Menajovsky en dos instancias. Una es aquella mañana fría del 18 de julio de 1994, casi a las 10, cuando estaba trabajando como reportero grálancias fico a escasas ocho cuadras y escuchó la explosión de vidrios. Fue uno de los primeros en llegar y capturar una serie de 100 imágenes que lo convertirían, más allá de su voluntad, en “el fotógrafo de la AMIA”. Cada una de las fotografías históricas seleccionadas –una de ellas fue tapa de
Clarín al día siguiente–, conforma en esta muestra un díptico con otra, un retrato de los sobrevivientes, sus familias y protagonistas o testigos del ataque, atravesados por el dolor y vinculados de diversas maneras.
Una madre que perdió a su hija junto a un hijo que perdió a su padre. Una joven que nunca llegó a conocer al suyo porque apenas había cumplido los tres meses exhibe un libro que le había pertenecido. Una mujer que se hizo cargo de tres niños huérfanos... Abrazados como en un reencuentro, el bombero que rescató a un hombre debajo de los escombros marca una victoria, pero allí está la mujer que perdió a su hermana cuando iba a inscribirse a la Facultad de Ciencias Económicas, a pocas cuadras de Pasteur 633, junto al médico del hospital de Clínicas que la recibió y no pudo salvarla.
Encuentros, tensiones, distancias, afectos. En total son 19 dípticos con imágenes icónicas de autos retorcidos, escombros apilados y cúmulos de voluntarios que buscaban resquicios de vida debajo; más las de personas cuyas historias están brevemente relatadas en los carteles señaladores.
Los retratos se produjeron en sesiones de 15 minutos que sucedían a encuentros de hasta dos horas de relatos, recuerdos, de dolor. Nunca nadie llegó tarde ni faltó.
“Son vehículos de un mensaje, para no olvidar”, explica Elio Kapsuck, director de Arte y Producción de AMIA y curador de la muestra. “La memoria es la posibilidad de elevación para construir un futuro.”
Financiada por el Sistema Federal de Medios Públicos, la muestra se podrá visitar hasta el 29 de julio y luego se instalará en el CCK.