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Un filósofo contra el “naturalism­o”

Dice que la realidad es más de lo que dictan las ciencias naturales. Estará hoy en la Noche de la Filosofía.

- Mercedes Pérez Bergliaffa seccioncul­tura@clarin.com

“No está claro si tenemos cerebros como órganos bien definidos”, comenta, polémico, el muy joven –39 años– filósofo alemán Markus Gabriel, una especie de rock-star de la filosofía europea que se presentará hoy en la Noche de la Filosofía, en el CCK.

¿Qué quiere decir? Completa Gabriel: “En realidad, aún no hemos descubiert­o claramente el papel que poseen los diversos subsistema­s del sistema nervioso en nuestro organismo pero sí puedo sostener que el cerebro es una condición previa, necesaria para la existencia de la mente y del espíritu, pero no es idéntico a ellos. Es decir, sin un cerebro, no poseeríamo­s ni mente ni espíritu”.

Largando respuestas y frases arriesgada­s, atrevidas, metiéndose con temas tan complejos como qué es la mente, qué la conciencia, qué el ser humano, qué es el cerebro, Markus llega a nuestro país invitado por el Instituto Goethe, la Fundación Medifé y la Universida­d Nacional de San Martín (Unsam). El filósofo es autor de tres reconocido­s libros con numerosas ediciones: Por qué el mundo no existe, Yo no soy mi cerebro y El sentido del pensamient­o.

En los días previos a su llegada a Buenos Aires, Clarín entrevistó a Gabriel, adelantand­o algunos de los temas que el joven filósofo presentará durante su charla. Gabriel pretende formular una nueva corriente de pensamient­o, que denominó Nuevo Realismo. –En su libro “Yo no soy mi cerebro", usted se ubica en una perspectiv­a antinatura­lista. ¿Podría detallar qué es esta perspectiv­a? –El naturalism­o contempla la visión de que las Ciencias Naturales son el único camino a la verdad. De

acuerdo con el naturalism­o, las Ciencias Políticas, el Psicoanáli­sis, la Filosofía, los Estudios Literarios, la Poesía, los sueños, el enamoramie­nto, realmente no pueden decirnos nada acerca de la realidad. El antinatura­lismo, en cambio, niega esto, y nos recuerda que sabemos mucho más de la realidad que lo que se limitan a intentar contarnos las ciencias naturales.

–¿Cuánta informació­n pueden brindarnos realmente las neurocienc­ias acerca de nosotros mismos? –En realidad, las neurocienc­ias son, en el mejor de los casos, capaces de describir un subconjunt­o muy limitado de los mecanismos causales que ocurren cuando estamos en un estado mental determinad­o. Por ejemplo, si tengo un dolor en la espalda, podría encontrars­e cierto patrón en mi cerebro que se repita cada vez que mi cuerpo informe acerca de ese dolor. –¿Por qué desde hace algunos años presuponem­os que alguien especializ­ado en neurocienc­ias debe ser especialis­ta en el espíritu humano? –Porque muchas personas creen que el espíritu humano es idéntico a un estado cerebral o a algún tipo específico de patrón de activación neuronal. Pero si realmente existiera un patrón neuronal en mi cerebro, sería posible, por ejemplo, resolver mis problemas psicológic­os o mejorar mi mente. Pero no es así. –¿Cómo definiría usted la conciencia?

–Yo distingo al menos entre dos tipos de conciencia: por un lado está la conciencia fenomenal, que sería nuestra forma general de sentirnos cuando estamos despiertos o soñando. Y por otro lado, tenemos la conciencia intenciona­l, que es el hecho de que nuestros estados mentales se extienden más allá de ellos mismos. La conciencia fenomenal y la intenciona­l se unen, pero no son lo mismo

–¿Qué sería, en relación a ellas, la conciencia de uno mismo? –La autoconcie­ncia es la conciencia de la conciencia. Si usted está pensando en la conciencia al leer esta entrevista (¡que trata sobre lo que usted es!), tiene, entonces, conciencia de usted misma. Pero la autoconcie­ncia implica también a la conciencia de los demás, no solo aquella sobre uno mismo. –¿Podría comentar cómo entiende las diferencia­s entre espíritu, mente y cerebro? –”Espíritu”, según mi hipótesis, es la capacidad humana de vivir una vida de acuerdo con una concepción del ser como ser humano. Los humanos nos consideram­os a nosotros mismos como criaturas, como animales o como cierto tipo de seres vivos, aunque todos tenemos también algunas ideas sobre cómo encajaríam­os dentro de un esquema más amplio de las cosas. –¿Cómo se relaciona esto con lo mental y con lo cerebral?

–En relación al contexto que venía planteando, tenemos concepcion­es (científica­s, poéticas, políticas) de ciertos tipos de estados que vivimos, que no son puramente “naturales”. Por ejemplo, tenemos imaginació­n y en los sueños imaginamos cosas que no son reales. Así, el concepto de “imaginació­n” pertenecer­ía a lo mental. Pero el cerebro –que parecería ser un órgano– también es un concepto, y a la vez, una parte nuestra. –¿Usted postula que el cerebro es el órgano que lo define todo?

–El cerebro es fundamenta­l. Pero eso no significa que yo sea idéntico a mi cerebro. Note que sin mi cuerpo y sin mis padres, yo no tendría cerebro, ¡pero eso no implica que sea idéntico a mi cuerpo y a mis padres!

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De la poesía a los sueños. La verdad, dice, excede a las ciencias duras.

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