“Uno es de donde viene: soy más de acá que de cualquier parte”
El sábado abre su gran retrospectiva. Luego, tendrá una muestra en el Bellas Artes y un diálogo con Barenboim.
Julio Le Parc, quizás el artista argentino vivo más importante, gran maestro radicado hace más de 40 años en París, segundo hijo de un padre obrero ferroviario de Mendoza –y él mismo obrero de joven en una marroquinería porteña y en varios lugares más– inaugura el próximo sábado la exposición más grande jamás realizada con su obra: será la retrospectiva Julio Le Parc. Un visionario, con la que festeja sus 90 años y que se hará en el CCK, cuya entrada ya está marcada por una obra suya, la Esfera Azul.
La gigantesca exhibición –“sí, es parte de mi festejo de cumpleaños 90, aunque los cumplí el año pasado no importa, es esto, es ahora”, dice con énfasis– se extenderá por varios pisos del Centro Cultural, a lo largo de unos 3.000 metros cuadrados. En ellos podrán verse áreas dedicadas a sus trabajos de Modulaciones: pinturas realizadas con aerógrafo en los años 70, con un mismo motivo que va moviéndose, deslizándose, descentrándose.
En otras salas, sus Contorsiones, obras maquínico-cinéticas, trabajos tridimensionales, como sus famosas cintas de metal espejadas moviéndose con motor, desplazándose y proyectando luces, personas y sombras: sorprendiendo al espectador debido al cambio constante, al dinamismo, al movimiento, al ruido generado por el choque de materiales; a la electricidad. “Es que mi padre es casi un artesano, trabaja prácticamente con bricollage”, comentará (un poco en broma, un poco en serio) el hijo más joven del artista, Yamil Le Parc, curador junto a Gabriela Urtiaga de la exposición en el CCK y director artístico del homenaje que se realizará pronto en toda Buenos Aires a su padre: después de esta muestra siguen otras en el Museo de Bellas Artes, en el Centro de Experimentación del Teatro Colón y hasta en el Obelisco. “Mi padre fue un adelantado: con objetos simples, bombitas de luz y motores, sistemas sencillos, creó ya en los ‘60 verdaderas instalaciones inmersivas”.
Le Parc también presentará en la exposición del CCK la serie Alquimias, trabajos surgidos fortuitamente de monotipos –impresiones únicas– realizados cuando el artista era un muy joven estudiante de arte en la Argentina. En ellas juega con el color y las formas, allí cuando las figuras planas (ideas vagas, experimentales: permisos de libertad) se llenan o vacían de texturas o puntitos, convirtiéndose en otra cosa,
otra atmósfera: produciendo magia. “Como si una máquina mental convirtiera las formas en otra cosa, como si las hiciera explotar”, reflexiona Le Parc, mientras observa -en medio del montaje del CCK- detenidamente una de estas pinturas. El artista dice que, a esta altura de su vida, retoma ideas anteriores y las reinventa, las reimagina. Devienen en obra nueva. Aquí todo tiene dejos de juego, su obra, su producción. Y muchísima seriedad, rigurosidad, profesionalismo.
En la exposición también se mostrará la Sala de juego, un espacio lúdico con trabajos interactivos que el público podrá tocar, como el bosque de punching-balls, cada uno dedicado a una figura: el juez, el cura, el policía, el artista, el periodista… Vaya
y péguele a quien quiera, propone Le Parc. Y hay, también, trabajos inéditos jamás expuestos en la Argentina.
Recorre las salas, deteniéndose a enderezar la dirección de uno de los “hilos” de metal de una escultura, parándose en cada trabajo a chequear si los marcos están perfectos, si son todos iguales, saludando a cada uno de los montajistas. Entre las sorpresas, primero, la gran sala de dibujos nunca vistos en el país. –Los trabajos son muchísimos y muy variados. ¿De cuándo son? ¿Qué representan? –Algunos son dibujos que iba haciendo mientras hablaba por teléfono en sobre, en papelitos. Fue durante mis primeros años en París, son de los ‘60, de los ‘70, ‘80… Pero después pensé en aprovechar mejor el tiempo y fui seleccionado y agrandando el papel, otorgándoles mayor espacio a estos dibujos. Porque me di cuenta a lo largo de los años de que mientras hablaba podía ir haciendo no sólo dibujos al azar sino también bocetos.
Acá está el germen de algunas de las Alquimias, de algunos de los Desplazamientos. De sus primeras esculturas en metal. Y esquemas de las obras sobre la tortura, relacionados también con ese trabajo colectivo (una serie de pinturas) realizado en 1972 junto al argentino Alejandro Marcos, el uruguayo José Gamarra y el brasileño Gontran Guanaes Netto, denunciando a los gobiernos militares de América latina. Toda una sala del CCK. –En este espacio de dibujos tan especial también hay obras figurativas, algo raro en sus exposiciones. Y muchos retratos: ¿quiénes son? –El conjunto de obras los seleccionó el director de la galería Serpentine de Londres, se mostraron allá. Y los compañeros son amigos de asambleas, de reuniones. Siempre nos juntábamos a discutir, hablar, organizar protestas, jornadas, acciones… Sobre todo con amigos chilenos, en la época de la recién instaurada dictadura de Pinochet. –Usted participó en los ‘70 y ‘80 de la Brigada de Pintores Antifascistas, además de haber sido parte desde los ‘60 y hasta los ‘70 del GRAV (Grupo de Arte de Investigaciones Visuales). ¿Qué era esa Brigada, qué recuerda de esto? –Eramos un grupo de artistas latinoamericanos que nos organizamos después del golpe de Estado de Pinochet, interesados en la realidad que se vivía en nuestros países y en poder comunicarla. Por eso hacíamos trabajos colectivos, murales, en México, en París, en Venecia, Atenas… Defendíamos la situación de los pueblos de El Salvador, Chile, Ecuador, Argentina, Brasil… Duró poco, pero lo suficiente como para molestar. –Esta es la exposición más grande e importante que realizó nunca. ¿Por qué hacerla en la Argentina, si desde los 60 vive en París? –No te olvides que uno es de donde viene. Y yo vengo de Mendoza, del pueblo de Palmira, de Buenos Aires, de Argentina. Es lógico: viví acá hasta los 30 años. Yo soy más de acá que de cualquier otra parte. w