Cómo una ventana desata la polémica
Mariano Cohn y Gastón Duprat debutan como directores teatrales con “La mujer de al lado”, adaptando la película que hicieron juntos. A la violencia entre vecinos se le suma ahora un componente sexual, al cambiar el género de uno de los personajes vecinos.
Termina el ensayo. En la sala de abajo del Multiteatro, Mariano Cohn habla con una asistente mientras la dupla protagónica reajusta algún detalle del guión. A días del estreno de La mujer de al lado, la adaptación teatral de la película El
hombre de al lado, la obra va tomando color.
La nueva versión está evidenciada desde el título: Griselda Siciliani se pondrá en la piel del personaje que originalmente consagró a Daniel Aráoz. Ella será Victoria, una mujer de clase trabajadora, sensual y perturbadora, que se muda al lado de la casa de Leonardo, un diseñador adinerado, sofisticado, algo snob -en el filme, Rafael Spregelburdque aquí interpretará Germán Palacios. Y así como en la película de 2009 de Cohn y Gastón Duprat debutantes en teatro- la violencia vecinal iba escalando entre dos hombres de distinto origen social, aquí se agrega una cierta tensión sexual. El punto de conflicto es el mismo: una apertura en una pared, una ventana que desata la polémica. -¿En qué se diferencia la obra de la película? ¿En qué aspectos profundiza y qué otros deja más de lado? Siciliani: Para mí el alma de la película está. En su núcleo, el conflicto es el mismo: es un conflicto de clases, está este muro que simboliza un montón de cosas. Al ser una mujer y un hombre se agregan cosas que la película no tenía. Hay más conflictos paralelos.
Palacios: Sí, indudablemente hay
una pulsión sexual en el conflicto que antes no era tan evidente y que ahora está deliberadamente puesto. Parte del conflicto es lo que se generan una mujer y un hombre de distintas extracciones, que están en las antípodas, pero que son mujer y hombre al fin. Eso le da un carácter propio a la historia. -En la película, el personaje de Daniel Aráoz, además de chabacano o vulgar, exudaba una violencia más psicológica que física. ¿Acá lo sexual viene a ocupar esa violencia?
Siciliani: Un poco sí. Y un poco pienso que la violencia de esta mujer viene desde la utilización de cierta nobleza del otro para el mal. Lo manipula desde su lugar de mujer. Eso también genera violencia. Además es una mina muy pesada. No son dos tipos que se van a cagar a piñas, como parecía en la película, pero es una mina que mete mucho miedo, podemos decir. Es muy psicopatona.
Palacios: Claro. Ejerce un poder femenino medio violento, pero a la vez espontáneo, porque es una persona de otra extracción. Es una chica suburbana, digamos; representa a una clase trabajadora, más popular que el otro, que es un tipo más sofisticado, con cierto grado de snobismo. Lo interesante es ese choque. Es muy particular por lo preciso que son los dos personajes, pero a la vez es recontra híper argentino. -¿Por qué?
Palacios: Porque de esa confrontación se empiezan a desprender un montón de cosas que como argentinos podemos reconocer.
Siciliani: Son dos personas que viven separadas por una medianera, casi juntas, como le pasa a un montón de gente en esta ciudad, y que
nunca pueden llegar a un acuerdo. Y cada vez se va poniendo peor. Yo me reconozco en todos los personajes, y siempre en cosas súper negativas.
Palacios: Sí, en cierto folclore de lo que somos. -Y de cómo convivimos, imagino.
Palacios: Sí, con la convivencia y con los modos, con la competencia, con cómo nos manejamos. Siciliani: Con subestimar al otro. Palacios: Todo esto contado desde una mirada muy irónica, porque tiene mucho humor. -Un humor muy negro.
Palacios: Sí, porque la mirada de los autores es lúdica. Ellos, de algún modo, se están riendo de esto desde que lo escribieron.
Siciliani: Es lo más lindo que tiene la obra. No tiene solemnidad y tampoco tiene héroes o villanos. -Suele pasar al revés. Primero la