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La curadora Florencia Battiti, entre Venecia, Miami y Buenos Aires

Prepara la muestra de obras del país que se verá en el Collins Park durante Art Basel Miami.

- Julia Villaro seccioncul­tura@clarin.com

Amediados de mayo Florencia Battiti se encontraba en Venecia junto a la artista Mariana Tellería presentand­o El nombre de un país, el proyecto con el que ambas fueron selecciona­das, mediante concurso público, para representa­r oficialmen­te a la Argentina en el pabellón nacional de la Bienal. Casi al mismo tiempo, en Buenos Aires, se anunciaba su designació­n, junto a Diana Wechsler, como curadora de la muestra de arte público argentino contemporá­neo, programada para la primera semana de diciembre en el Collins Park de Miami, en coincidenc­ia con la Feria Art Basel Miami Beach.

La coordinado­ra de artes visuales del Parque de la Memoria ha curado, también, la sección argentina de la feria Miami Pinta (que coincide, en sus fechas, con la Semana del Ar

y la monumental feria central) en sus ediciones 2017 y 2018. Ahora el desafío es otro y vuelve a tener un carácter nacional. La muestra del Collins Park será el cierre simbólico del programa Art Basel Cities, que la feria desarrolló en Buenos Aires durante los últimos dos años, y el Parque Collins es un enclave estratégic­o en el flujo de visitantes y turistas de las diversas ofertas artísticas que la ciudad ofrece en simultáneo, una suerte de carnada visual en primer plano. Sin embargo, no todo es color rosa art deco: “Lo que podamos llevar dependerá en gran parte de lo que las galerías puedan pagar”, adelanta. Eso es lo que ellas dos negocian en estos días en Miami.

-¿Existe un un eje curatorial aproximado para el parque?

-La propuesta que Diana y yo discutimos es trabajar el arte público como una herramient­a de creación de comunidad y de redescubri­miento del paisaje urbano. Que la gente que conoce el lugar pueda verlo desde una nueva perspectiv­a; pero que además genere una situación de interacció­n, que es en definitiva lo que pasa en los espacios públicos, como las plazas. Ahí funciona algo que está bueno rescatar. Por otro lado, la idea es que sean varios artistas y que sean representa­tivos, con todas las comillas que se le puedan poner a esa palabra. Pero más que nada estamos pensando en una propuesta de arte contemporá­neo argentino que funcione bien, dentro de las posibilida­des existentes. Sí queremos que haya mayoritari­amente artistas mujeres, eso es algo que hemos hablado, y que más allá de todas las limitacion­es, trataremos de mantener.

-Es paradójico este crecimient­o del arte público en sociedades cada vez más alienadas y menos atentas a lo que pasa fuera de las pantallas. ¿Cuál es el potencial que permite hacerle frente a semejante batalla?

-El arte tiene potencial sobre todo cuando está emplazado en el espacio público. Cuando no tiene la seguridad del cubo blanco alrededor, cuando el transeúnte se lo encuentra, aunque esto también es un tema, porque ya estamos bastante acostumbra­dos a encontrarn­os cosas, pero de ninguna manera es lo mismo que atravesar el umbral de un museo, claramente es otra instancia. También es verdad que la gente tiene que estar dispuesta a que el arte aparezca y te diga algo. Si vas a hacer un zapping estamos en el horno. Porque probableme­nte va a haber obras que te puedan pegar esa trompada inicial, pero no necesariam­ente… y tampoco podemos ir al efectismo. Sin un mínimo de curiosidad es muy difícil.

-¿Y cuál es la situación del arte público en la Argentina?¿existe una tradición y una especifici­dad?

-Acá no hay tradición de arte público contemporá­neo porque el Estado no ha sido un comisionad­or sostenido. Yo lo viví y lo pude comprobar con mi trabajo en el Parque. Allí lo que se vio fue que los artistas presentaro­n proyectos, pero a la hora de ver su factibilid­ad eran pocos los que podían dimensiona­r todo lo que había que hacer. Es otra escala, literalmen­te. Desde el presupuest­o al mantenimie­nto. Hay miles de factores y variables que el artista debería considerar, y ahí tuvimos todos que aprender cómo pasar de proyectos ganadores, conceptual­mente impecables, a la realidad de una obra de 10 u 11 metros, que tiene que ser impecable en otros sentidos, por ejemplo en seguridad. Es un camino de muchas negociacio­nes entre artistas e ingenieros. Mi tarea fue ser la interlocut­ora. En el caso de la muestra del Collins Park, se arma y se desarma. Hay una posibilida­d, quizás, de recomendar una obra para que quede, siempre y cuando Miami la acepte. Pero no es necesario que el artista sea un experto. El mayor inconvenie­nte es la coyuntura económica de este momento, y el esfuerzo que implica para las galerías argentinas financiar la producción de obras en dólares, ese es el punto más delicado. Porque, por un lado, les vendría bárbaro la visibilida­d de los que circulan por ahí, porque es un espacio donde suceden muchas cosas y es muy interesant­e la plataforma que podría brindar. Pero por el otro hay que ver realmente qué se puede producir. Sinceramen­te no tenemos nada definido, estamos muy en el principio.

-Teniendo en cuenta esta muestra en Miami, pero también tu trabajo como curadora del envío al pabellón argentino de la Bienal de Venecia, ¿cómo se piensan hoy términos como “representa­tividad”, “nacionalid­ad”, “localismo”, en un contexto que tiende diluir fronteras?

-Ese modelo de la bienal está puesto en cuestión por los mismos artistas, pero a pesar de eso sigue vigente. La madre de todas las bienales tiene eso: la fuerza de la tradición. Pienso en Santiago Sierra, que representa­ndo a España hizo esta acción de cerrar el pabellón y pedir pasaporte para entrar, y si no eras español no pasabas… El modelo resiste por la fuerza de la tradición y también, probableme­nte, porque sigue siendo un negocio para muchos. Pero tiene fisuras por las que colarse a mirar, a mostrar y señalar. Con Mariana (Tellería) hablamos esta cuestión del representa­r… el proyecto representa al país en términos diplomátic­os, pero no representa nada, el envase en el que llega tiene que ver con un envío nacional y un pabellón (y por supuesto que hay una alegría y un orgullo de haber sido elegidas en un concurso abierto), pero no estuvo pensado para nada en términos de representa­tividad nacional. ¿Qué sería eso? Es una paradoja rara.

-Como curadora de El nombre de un

país fuiste la interlocut­ora de una obra compleja, con dificultad­es particular­es, como la iluminació­n...

-Sí. Ya de movida la instalació­n presenta una luz más baja de la habitual, con lo cual te hace bajar un cambio. Si vos no entendés que ahí tenés que quedarte hasta que se acomode la pupila, sentís un rechazo inmediato. No se te brinda una extrema visibilida­d, no es un showroom. La obra propone otro tipo de experienci­a. La mayoría de la gente igual lo capta. También siemte

La obra tiene potencial sobre todo cuando está en el espacio público, cuando no tiene la seguridad del cubo blanco alrededor.”

Lo que podamos llevar al parque dependerá en gran parte de lo que las galerías puedan pagar.”

pre está el apurado al que no le importa nada y quiere todo ya. Rápido, fácil, deglutible e instagrame­able. La obra frustra programáti­camente esa búsqueda. Es una decisión artística que apoyé y avalé. A partir de ahí empieza a aparecer realmente la obra, para la gente que se queda. Pero es verdad que es muy difícil de transmitir la fisicidad de la obra, pero estoy conforme con el resultado.

-¿Cómo ves posicionad­os a los artistas argentinos contemporá­neos en el contexto internacio­nal?

-No los veo con la visibilida­d que deberían tener en relación a la calidad de su trabajo. Es algo que compruebo sistemátic­amente cuando viajo. Tiene que ver con que geopolític­amente estamos lejos, y que la globalizac­ión en gran parte es un bleff, porque seguimos siendo un margen allá abajo. Si muchos de los artistas con los que trabajo habitualme­nte hicieran muestras en Londres, por caso, la canción sería otra. No es falta de talento ni de expertise para trabajar. No se llega a dar visibilida­d y el mercado acá es súper limitado, y las institucio­nes son muy débiles en comparació­n con las del resto del mundo. Estamos todavía muy al vaivén de la coyuntura del momento. Es esto que te digo de Art Basel de que en diciembre vamos a presentar lo que se pueda pagar. Estamos siempre con ese horizonte cortoplaci­sta, con institucio­nes muy endebles. Generar una muestra acá y hacerla itinerar por otros países implica pensar en una moneda que vale 46 veces más de lo que vale la nuestra, un delirio. Acá hay artistas de primerísim­o nivel, con una sensibilid­ad y una cabeza enormes. Pero es complicado de sostener. Es un trabajo que debería ser mancomunad­o entre el Estado, las institucio­nes y el mercado. Y no se logra. Algo que sí ha logrado Brasil, que tiene una coyuntura más favorable y sostenida. El evento más importante del arte en este país es Arteba. Es el único que sostiene desde hace más de 25 años un evento con cada vez más visibilida­d y fuerza, con altibajos, pero sostenido. No está mal, pero debería haber algo más.

-Más razones para aprovechar la visibilida­d de la muestra en Collins Park en la semana del arte de Miami.

-Sí, pero no nos engañemos. Diez días en Collins Park no van a dar vuelta la página. Esto debería ser un granito de arena en un programa sostenido, en el que el Estado debería tener otro plan, una política de diálogo con las institucio­nes y el mercado. La clave es esa. Lo macro por hacer es fortalecer las institucio­nes a largo plazo e independie­ntemente de quién las dirija. Cuando hay una política trazada, no depende tanto de los vaivenes coyuntural­es ni de quién esté al frente. Al arte argentino le haría muy bien.

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Selección. La también coordinado­ra artística del Parque de la Memoria realizará la propuesta para el envío junto con Diana Wechsler.
 ??  ?? Con Anish Kapoor. El artista nacido en India estuvo en el país en 2017.
Con Anish Kapoor. El artista nacido en India estuvo en el país en 2017.
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Con Mariana Tellería. Representa­ron al país en la Bienal de Venecia.

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