Cirque du Soleil Abran cancha, llega “Messi10”
Clarín viajo a Montreal y vio el último ensayo del espectáculo que debutará en Barcelona en octubre. Aquí el estreno será en junio de 2020.
No hay alargue ni penales. Son 90 minutos intensos, divididos en dos tiempos de 45. Suficientes para que la magia, como en un buen partido, gane, guste y golee. La fórmula futbolera de las tres G se puede aplicar tranquilamente, sin eufemismo alguno, a la flamante creación del Cirque du Soleil, que esta semana tuvo en Canadá su último ensayo general. Puro juego bonito se saboreó en la función para familiares y amigos de los miembros de la compañía y para un puñadito de periodistas argentinos.
Clarín pudo ser testigo de la presentación en sociedad de Messi10, una exquisita combinación de arte y deporte para retratar al crack rosarino. No es una biopic. Es una maravilla.
Y eso que aún faltan dos meses para el estreno del 10 de octubre, en Barcelona, la ciudad rendida a los pies del jugador que no patea la pelota. La acaricia. Dicen que en los próximos (casi) 60 días se ajustarán detalles, se terminarán algunos vestuarios, se le sacará más punta a este lápiz que dibuja poesía, humor y fantasía. Pero si hubiera que salir a la cancha ya, hay equipo.
Son 46 artistas en escena, provenientes de más de 15 países. Pero todos hablan el mismo idioma: el de la disciplina y la ilusión. Uno queda abajo, chiquito, boquiabierto, emocionado y agradecido. No es el espejo de un partido, es la pintura de los valores de Lionel Messi. Sin colores estridentes, lo suyo no es la purpurina, se sabe.
¿A quién se le puede ocurrir algo así? A Afo Verde, el hombre que está en la cima de Sony Music Latin Iberia. Cuenta que un día estaba en un hotel de Londres, empezó a tirar de la punta de esa usina creativa que es su cabeza, llamó a la gente de Pop Art, con quien ya había producido Séptimo día (el espectáculo del Cirque du Soleil inspirado en Soda Stereo), y el diálogo empezó a acomodar las piezas del Tetris que hoy no tiene nada fuera de su sitio. De esa conversación pasaron algo más de tres años. Luego el camino los llevó (nuevamente) a presentarle la idea a la compañía canadiense (fundada en 1984, en Quebec); de ahí a contarles el cuento, con aroma a homenaje, a los familiares de Messi; de ahí al Camp Nou para que la gente del circo sintiera la magia del fútbol, escondida en los botines del diez.
Diego Sáenz, productor ejecutivo de este proyecto, está en la platea. Las luces de uno de los estudios del circo (donde se realizó la función especial), en la zona de Saint Michel, están apagadas, pero su orgullo se vuelve visible. Aquello que en 2016 parecía una locura está ocurriendo: un muchacho entra a la “cancha” y sueña con ser Messi. Después de dos tiempos y 18 cuadros escénicos, el mensaje está desparramado debajo de esa lluvia final de papelitos amarillos: todos llevamos un 10 adentro. Por eso el número aparece en la camiseta de muchos de los artistas que hilvanan acrobacia, fútbol, humor... Sería una pena develar todo lo que encierra Messi10, que en junio de 2020 llegará a la Argentina, para montar esta suerte de estadio -con dos tribunas enfrentadas y todos los guiños posibles que ofrece el fútbol- en la Costanera Sur.
Para ver el detrás de escena de esta historia, Clarín pasó dos días en el mega edificio que el Cirque du Soleil ocupa en un sitio alejado del centro de Montreal. Son 36.600 metros cuadrados en los que el verbo menos transitado es el de descansar. Así y todo, hay una grada de siete escalones con colchonetas para la siesta de los artistas. Hay un comedor, hay salas de maquillaje, un taller de vestuario (con 300 empleados) donde se confeccionaron los 175 trajes del show.
Y los 175 de reemplazo. Una pared tapizada de dibujos da cuenta de la precisión: modelo, indicaciones, tipo de tela, todo cuenta. En esa oficina, con fragancia a atelier, la puerta lo dice todo: dos botines dorados colgados de un cartel con la palabra “Ten”. Es un modo, aquí nadie cuelga los botines. Ni cuando el equipo sale al par-
que (en días soleados como éste), equipado para la pausa, decorado con esculturas preciosas.
Piden que no se toque, que no se filme sin permiso. Hay un reglamento que el que logra entrar debe cumplir a rajatabla. Es un laboratorio de magia. Para donde uno mire, hay creación: en los pies de los que ensayan su cuadro, en los vestuaristas, en los productores, en los que practican sus saltos… Y la lista podría seguir. Claro, cuando uno, unas horas después de una tarde de ensayo, puede ser parte del público, entiende la rigurosidad del Cirque du Soleil. De otro modo no podría haber tenido este año 21 espectáculos en todo el mundo. O haber convocado, a lo largo de su historia, a 200 millones de espectadores.
La maqueta de lo que será realidad en dos meses se impone en uno de los pasillos. En otro, hay once cajas con formatos de baúles gigantes que tienen ropa y calzados listos para viajar en barco hacia Europa. Mientras esta nota sea leída, los artistas estarán en medio de sus dos semanas de vacaciones, para luego retomar los ensayos directamente en Barcelona. Por eso se respira un aire de prueba de fin de año.
Y el grito de desahogo, de celebración, de camaradería llega cuando terminan esos dos tiempos de 45 minutos (con un intervalo de media hora), apenas después de que la pelota pasara, en el centro de la escena, del chico que no sabía si podría ser Messi a un niño cualquiera. Algo así como un legado, como una certeza de que nadie en esta vida es dueño de la pelota. Algo así como una invitación a seguir jugando.
Y hablando de jugar, uno de los animadores de esta fiesta es el referí, un encanto de personaje que abre la gala con un dominó de bromas, sostenido más por los gestos que por las palabras. Saca tarjetas, sugiere, a cuento de un sorteo, que haya mudanzas de platea, arenga, pone la cuota justa de gracia y complicidad con la hinchada. Si uno entró al mundo de Messi10, ya no es público. Enseguida tiene la camiseta puesta.
Antes de que se pudiera entrar a ese universo de “la otra noche del 10”, la información que llegaba de todas las áreas ayudaba a imaginar lo que se vería luego, entre la precisión de una equilibrista sobre un monociclo apenas apoyado en una cuerda, o la impresionante habilidad de un contorsionista, o la magia de una pelota que va donde quiere (vaya uno saber cómo, que se sabe pero no se cuenta), o la aparición de un león (juego de palabras con el nombre y la garra) que abraza a dos acróbatas que saltan sobre 19 pilares en los que no debe entrar mucho más que un pie.
Por eso, en una de las oficinas de esta suerte de NASA artística, Sean Mckeown -director de creación del show- explica las claves de esta obra que le demandó un año y medio de trabajo. Con un inglés que cada tanto coquetea con el español -cuando puede se instala en un departamento en Congreso, barrio al que llegó a propósito de un amor- resume que “la idea fue reflejar diez valores principales de Messi, en una atmósfera futbolera”. Desde distintas disciplinas se abordan entonces los conceptos de familia, de equilibrio, de fuerza, de perfección, de dedicación.
Mckeown se apoya en un video, como el mejor de tráilers que uno pudiera ver, que grafica el alma del show.
Eso mismo vio Messi en Barcelona. Y, salvo mínimas acotaciones, dicen que celebró el espíritu de esta obra que lo tributa. Primera vez, por cierto, que la compañía canadiense le dedica un proyecto a un deportista. Ya lo hizo con Michael Jackson, Los Beatles y Soda. Y ahora se anima a bucear en un mundo que al principio podía parecerle ajeno. Pero aceptó el desafío, y, por lo visto en la despedida de Canadá, las tres G quedan en cancha. Y en la memoria de los que fuimos testigos.