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Leo Dan no se jubila

A los 77, Leopoldo Dante Tevez (su verdadero nombre) no piensa en jubilarse. Maratón de shows por los Estados Unidos y una vida de película.

- Marina Zucchi mzucchi@clarin.com

-A veces lo veo jugar a Tevez y trato de buscarle el parecido.

-¿Y cree que se parecen?

-No. Yo era un gran wing derecho. Llegué a jugar en el selecciona­do del colegio. Pero tenía las patas muy flacas y miedo a que me quebraran. Imposible que seamos parientes.

-Porque Tevez es el apellido por adopción de él...

-No. Imposible porque Carlitos tiene mucho pelo.

En el mismo hotel en que se hospeda el Puma está “El León”. José Luis Rodríguez en un rincón y unas habitacion­es más allá, Leopoldo Dante Tevez, alias Leo Dan. Andar sigiloso y tonada santiagueñ­a revuelta con esa musicalida­d del latino afincado en Miami. Hizo un paseo fugaz por Buenos Aires para negociar, entre otras cuestiones, un concierto en el Colón. El sueño de Yo no estoy ni comprometi­do, ni casado, ni nada. ¿Por qué no charlamo’ un ratito? rebotando en la acústica del monstruo. No podrá ser hasta mediados de 2020:

tiene la agenda tomada. Cómo te extraño, mi amor por qué será suena más de 200 veces por año en shows estadounid­enses.

Quien le perdió el rastro a Dan, tendrá que saber que a los 77 años habita más los aeropuerto­s y las rutas que su mansión en la península de La Florida. “Cada dos o tres días, armo una maleta y con un poquito de melancolía dejo a la familia”. No se trata de ambición económica. Es que no sabe cómo vivir sin eso que hace desde antes de 1960: escribir, cantar esos versos, esperar el aplauso. Es cierto que la mayoría de su público está jubilado. Pero él, no: “Yo podría cantar con Maluma. Creo que ese ritmo me caería muy bien a mí”, sorprende. “Posiblemen­te escriba dos o tres ‘reguetones, el lenguaje de los jóvenes’”.

Pueriles, simples, directas, con la erre sonando encantador­amente distinta para los porteños, sus canciones son dignas de una lupa. Muchos de los temas que triunfaron se llaman como mujeres que pasaron fugazmente por su vida. Celia. Estelita. Fanny. Mary mi amor. Incluso Leo sigue cantando Mariette, el más personal de sus hits, dedicado a su esposa llamada así.

Nieto de vascos, pariente lejano de los Machado vinculados a Antonio (el poeta), Leopoldo salió de Villa Atamisqui, una localidad de Santiago del Estero que hoy tiene 3 mil habitantes. Ese puntito del mapa donde se celebra la fiesta provincial de la Vidala y el Duelo del chamamé. Intentó vocación política como candidato a Gobernador de la provincia. No vuelve con frecuencia, pero jura que no olvida. “Me preocupa mucho mi tierra y ahora ando viendo cómo solucionar el tema del techo de una escuela. Los provincian­os no nos olvidarnos de los pagos. Así crié a mis hijos: ‘No se cansen de ayudar’. Ayudamos y el Señor nos da cada cada día más’”.

Cree que “ya habían nacido diez críos” antes de que él llegara al mundo. “Algunos de los hermanos se fueron muriendo al nacer”, explica. A sus siete años la familia emigró hacia Puerta de los Cerros. Sus padres vivían de la siembra “del zapallo, la cría de chanchos y cabras”. Él tocaba la armónica desde los cuatro y la guitarra desde los seis. A los 16 formó el grupo Los troveros. Más tarde, Los demonios del ritmo. Enseguida se independiz­ó. Pequeños shows en bares hasta la decisión de cortar el cordón. Se fue del pueblo con sueños de veterinari­o. “Por el bien de los animalitos, no me recibí”, se ríe. “Me fui para Buenos Aires a golpear las puertas de la CBS, la discográfi­ca. Me tomaron una prueba. A los 15 días yo ya era famoso”.

Para comienzos de los sesenta, el boom era desesperan­te. En el archivo hay páginas policiales que documentan que fue a cantar a Córdoba y tuvieron que aparecer los bomberos con sus mangueras para “controlar los desmanes y tranquiliz­ar a las desquiciad­as”. De los estadios en los que se presentaba solía escapar por los techos. Para 1964, el mismísimo presidente Arturo Illia lo recibía en su despacho y lo apodaba “embajador joven de la República hacia el mundo”. En 1966 conoció a la Miss Mar del Plata Mariette Papolczy y “fue amor fulminante”.

Húngara, nacida en Budapest, a la preciosa muchachita la comparaban con Grace Kelly, princesa de Mónaco. La boda, en “La Feliz”, fue tan fastuosa como mediática y caótica. Tumultos de las fans, avalancha a la salida de la capilla, fans con doble fractura de piernas. Hoy tienen cuatro hijos. Nada quebró el vínculo. Ni el experiment­o televisivo mexicano al que se sometió Dan en los setenta, el besómetro. Las fans que lo querían podían estamparle muestras de su cariño en la boca. Un aparato medía la reacción química ante el contacto. Presión arterial y otros cuantos exámenes en vivo.

Más de 1.500 composicio­nes. Influencia notoria de Enrique Guzmán, Los Teen Tops, Paul Anka. Temas suyos fueron cantados por Leonardo Favio. O por Ornela Vanoni en italiano. O traducidos al japonés por intérprete­s de moda. Café Tacuva desempolvó el viejo hit Cómo te extraño mi amor a fines de los ‘90. Y hasta en Turquía se basaron en esa misma canción que Néstor en bloque adornó para la movida tropical argenta, Una calle nos separa.

El amigo de Palito ya no habla de eso que era tema central de las entrevista­s hace décadas: se adjudicaba el don de curar con las manos. La señal Volver todavía emite las películas que tenían al changuito santiagueñ­o como galán. Santiago querido, La muchachada de a bordo o La novela de un joven pobre, donde compartió set con la maternal Niní Marshall. En los ‘90, Leo coqueteó con la política. Intentó ser gobernador de Santiago del Estero por el Justiciali­smo, se reunió varias veces con Carlos Menem y utilizó un viejo hit para la campaña: Pídeme la luna.

-¿Cómo es eso que se casó con su esposa a los 20 días de conocerla?

-Yo no había tenido novias formales. Con ella me agarró un flechazo en Mar del Plata. Me fue a esperar con un ramo de flores y desde entonces no nos separamos. Una bendición del cielo.

-¿Es posible que en más de medio siglo lejos de Santiago no haya perdido la tonada?

-Yo creo que a veces hablo parecido a un mexicano. Fíjese que no pude aprender el inglés bien. A veces lo agarro un poquito, pero no me dediqué a perfeccion­arlo. En Miami no lo necesito y cuando ando de gira siempre me acompaña alguien que me ayuda y me traduce. Tengo que reconocer que tengo una vida fácil.

-¿Qué la hace fácil?

-Todo funciona en casa. Soy muy familiero. Vivo bien, a metros del mar. Disfruto de mis tres nietos, Caterina, Alexandro y Aria. Hasta tengo un perrito, Blackie. Paso con ellos dos o tres días y ya levanto la ropa y me voy a cantar. Vivo componiend­o, escucho chamamé, veo videos de shows del Chaqueño Palvecino, pongo a D’arienzo. Eso sí, ya no tomo mate. Tengo todo un sistema para no extrañar nada de lo argentino. Creo que tengo de más. Dios me dio demasiado.

-¿Volver a la patria ya no es una posibilida­d?

-Ya no. Los nietos están radicados allá. Van 24 años que estoy en los Estados Unidos. Antes fueron diez en México. Y antes, España. Cumplo 21 en Miami. En California los terremotos te movían el piso, pero ahora huímos de los huracanes. Si vemos que es de un puntito o dos, nos quedamos , de lo contrario disparamos a algún hotel. No tenemos miedo. ¿O cuando llegó la tempestad Jesús no calmó los vientos? ¿Qué les dijo a sus discípulos? ¡Hombres de poca fe!

-¿Cómo recuerda a la distancia esa hazaña de salir de Atamisqui para conquistar el mundo?

-Reinaba el Club del clan, la discográfi­ca buscaba muchachos y caí yo y no hubo tiempo de pensar nada. Me impulsaron. Me llevaron a un canal de televisión, me pagaron por una actuación 7.500 pesos y fíjese que yo pagaba por semana 150 de hotel en Buenos Aires. Empecé a ganar tanto que me compré una casa entre Mataderos y Liniers y traje a Buenos Aires a mis padres. Después, con el Rodrigazo perdí todo. Luego me quise retirar, pero Dios me habló. Y desde que conocí a Jesucristo, mi vida es más linda.

-¿Y qué le dijo Dios?

-Me dio un mensaje. Me dijo que era uno de los elegidos. Así que dejé de cantar para mí y empecé a cantar para él. La gente tiene miedo de emprender, no tienen en cuenta la regla.

-¿Qué regla?

-Que la fe es más poderosa que la ley. Imagínese si me hubiera quedado en el miedo y la duda. Nunca me hubiera ido de Atamisqui.

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Hasta en Japón grabaron sus temas. Leo tiene más de 1.500 composicio­nes. Desde Leonardo Favio a Néstor en bloque usaron sus hits.

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