Olga Tokarczuk, voz potente en medio de la grieta polaca
Su mirada desde el progresismo, y haber contado una historia al margen de la oficial, irrita a la derecha.
Es una semana intensa para Polonia, con elecciones parlamentarias hoy en las que se decidirá la continuidad o no del gobierno ultraconservador de Ley y Justicia (PIS). El jueves, desde temprano, todos los medios de comunicación viraban su mirada hacia la literatura: la escritora Olga Tokarczuk se había convertido en la ganadora del Premio Nobel (edición 2018, ya que no se falló el año pasado) junto al austríaco Peter Handke (2019). Es la quinta Premio Nobel de Literatura de Polonia y la segunda mujer polaca en recibirlo desde Wisğawa Szymborska, en 1996.
La novelista y cuentista es una de las escritoras contemporáneas más reconocidas en su país, además de una de las más queridas por los lectores polacos, especialmente los de las nuevas generaciones: es usual verla en encuentros literarios, también en el exterior. No por casualidad el movimiento, las fronteras, la errancia son algunos lugares centrales de su obra.
Hace pocos días, el ministro de Cultura de Polonia, Piotr Glinski, comentó en televisión que no había podido terminar ninguno de sus libros. Tokarczuk no es una autora precisamente querida por la derecha polaca. “El ministro hoy le dio la enhorabuena públicamente y casi que podías ver sus dientes apretados”, dijo Tomasz Pindel, traductor polaco de varios autores hispanoamericanos, entre ellos Claudia Piñeiro y César Aira. Los libros de Jacobo, una novela histórica de casi mil páginas sobre una secta judía, ambientada en el siglo XVIII, fue un hito en la carrera de Tokarczuk y el puntapié para que se la considerara “controversial” –o simplemente se la odiara– al traer a la luz un episodio olvidado en Polonia.
En un país donde la historia y las tradiciones son muy difíciles de cuestionar –especialmente si se trata de mostrar los matices de una nación percibida como tolerante, sufrida, patriótica, católica y defensora de su soberanía ante el constante acoso–, que una escritora mostrara en una novela con base documental a Polonia como una nación multicultural y también opresora, donde el trato de la nobleza polaca hacia los campesinos que vivían en los territorios del este era prácticamente de esclavitud, “no fue bien recibido desde la derecha, para quienes la historia es solo fuente de orgullo nacional”, dijo Pindel. “No es de extrañar esta antipatía del ministro hacia la escritora”, dijo Ewa Kobylecka-piwonska, profesora de Literatura de la Universidad de ¿odz. “Su literatura defiende valores que difícilmente concuerdan con el ideario del conservadurismo: el elogio de la libertad de no pertenecer a ningún país ni nacionalidad; el respeto por los animales, y por los derechos de la mujer.”
“La noticia nos tomó por sorpresa a los polacos”, amplió en cambio Aleksandra Piötkowska, la embajadora de Polonia en la Argentina, lectora entusiasta de la obra de Tokarczuk, para quien este reconocimiento sin duda dará un nuevo empuje a la literatura de su país a nivel mundial. “La literatura es un lenguaje universal y se puede conocer realmente una cultura a través de los libros. Es una alegría además que la ganadora sea una mujer. Porque siempre el mundo es un poco más difícil para nosotras.”
Encantadora. Directa. Modesta. Tímida. Sabia. De ojos muy abiertos y oídos siempre atentos. Con tremenda química con sus lectores. De posturas radicales pero sin caer en extremismos. Así describen a Tokarczuk quienes la conocen, y quienes han seguido el devenir de su carrera desde que era solo una “joven promesa”. En una sociedad que se reconoce en un momento de profunda polarización política, sin parangón al menos desde la caída del comunismo, la noticia del Nobel a la escritora, si bien es motivo de orgullo incluso para los más conservadores –un premio Nobel siempre es un éxito para “la marca” de cualquier país–, también sobrevuela cierto escepticismo ante un premio que “ya no es lo que era”, como se ha dicho en la TV Pública polaca. La controversia con Tokarczuk también se debe a que ha sido una voz importante en la defensa tanto de los derechos de las minorías como de los valores democráticos en general. Una foto suya de hace pocos días circula en las redes sociales: con sus rastas y su ropa colorida, sonriendo y agitando una bandera con colores del arcoiris,
en una de las últimas marchas por la igualdad que se replican en el país y ponen los pelos de punta al gobierno.
“Su prosa ha sabido acompañar lo urgente de los tiempos contemporáneos sin salirse de la gran literatura.
Es una gran contadora de historias, con una visión del mundo muy metafórica”, señaló Aleksandra Lipczak, una de las mejores cronistas de la nueva generación de periodistas polacos, colaboradora, entre otros medios, de Gazeta Wyborcza, el periódico más importante del país. “Sus primeras novelas, muy psicoanalíticas, inmersas en el mito, un poco surrealistas, transcurrían en escenarios aun no descubiertos por la literatura polaca, como las regiones montañosas de la Baja Silesia, e introducían una perspectiva, si no feminista exactamente, sí diferente a lo que mostraba la novela polaca contemporánea.”
Para los lectores argentinos, que recibiremos el mes que viene su novela Los errantes, quizá el rasgo más familiar tendrá que ver con la fuerte influencia de escritores como Gabriel García Márquez y Julio Cortázar. En Polonia, los latinoamericanos del boom llegaron con cierto atraso, pero con fuerza arrolladora, en la época grisácea del comunismo más burocrático, durante los años 70, cuando Tokarczuk se formó como lectora. Un lugar llamado antaño, su primer gran éxito, es una fábula fantástica sobre la historia de tres generaciones de campesinos en un pueblo que era “el centro del universo”, a la manera de Cien años de Soledad. “Sus cuentos, su búsqueda formal, son muy cortazarianos”, concluyó Pindel. “Si le preguntáramos, seguro lo nombraría como una inspiración muy visible en su obra, no solo en sus cuentos de carácter fantástico sino en su constante reinventar nuevas formas. No tiene dos libros del mismo tono. Si bien su obra no es experimental en términos de lenguaje, sí lo es en ese constante reinventarse. Y eso, definitivamente, es uno de los rasgos más destacados que hacen a un gran escritor”.