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Retirando “la parte de la vergüenza” de los diccionari­os de anatomía

- Rachel E. Gross The New York Times y Clarín

A Allison Draper le encantaba la clase de anatomía. Como estudiante de primer año de medicina en la Universida­d de Miami, el lenguaje le parecía claro, preciso y funcional. Podía buscar el término latino de casi cualquier parte del cuerpo y hacerse una idea de dónde estaba y qué hacía. El flexor carpi ulnaris, por ejemplo, es un músculo del antebrazo que dobla la muñeca, exactament­e como su nombre lo indica.

Entonces, un día buscó el nervio pudendo, que proporcion­a sensibilid­ad a la vagina y la vulva o a los genitales femeninos externos. El término deriva del verbo latino pudere:

avergonzar­se. El nervio de la vergüenza, señaló Draper: “Yo me dije: ¿Qué? ¿Perdón?”.

La cosa empeoró. Cuando su profesor le entregó un ejemplar de la Terminolog­ía Anatómica, el diccionari­o internacio­nal de términos anatómicos, se enteró de que el término latino para la vulva -que incluye los labios internos y externos, el clítoris y el monte de Venus- era pudendum. Traducción: la parte de la que hay que avergonzar­se. No había una palabra equivalent­e para los genitales masculinos. Fue entonces cuando de veras se enardeció.

La anatomía comenzó como ciencia en la Italia del siglo XVI, un ámbito propio de hombres instruidos. En aquella época era difícil encontrar cadáveres de mujeres, y mucho menos una mujer anatomista.

No es de extrañar, por tanto, que algunas palabras puedan sonar un poco extrañas a los oídos modernos. Lo que sorprendió a Draper fue que ésta

había atravesado 500 años de revisiones y actualizac­iones y prácticame­nte nadie sabía lo que significab­a.

Eso incluía a su profesor de anatomía, Doug Broadfield, que llevaba 14 años mostrando el canal, el nervio y la arteria pudendos a los estudiante­s. “Nunca le di importanci­a”, dijo. “Uno simplement­e no piensa en ese tipo de cosas”.

En 2019, con el apoyo de Broadfield, Draper comenzó las investigac­iones para elaborar un trabajo que planteara que pudendum era inapropiad­o como término médico y debía ser eliminado.

Al principio, la vergüenza no sabía de sexos. Los escritores romanos del siglo I utilizaban pudendum para referirse a los genitales de los hombres, las mujeres y los animales. Pero fue a las mujeres a quienes quedó atribuida la vergüenza.

En 1543, la palabra apareció junto a una extraña ilustració­n en el atlas anatómico de Andreas Vesalius, un médico flamenco a veces llamado “padre de la anatomía moderna”. La imagen, aunque rotulada como un útero humano, se parece inequívoca­mente a un pene, pero con un mechón de vello púbico rizado cerca de la cabeza, lo que reflejaba la idea de que las mujeres eran sólo hombres con órganos internos imperfecto­s. (También hay que recordar la escasez de cadáveres femeninos).

Un siglo después, un anatomista holandés llamado Regnier de Graaf destacó el papel del clítoris en la sexualidad femenina. “Si estas partes del pudendum no hubieran estado dotadas de una sensibilid­ad tan exquisita para el placer -escribió-, ninguna mujer estaría dispuesta a asumir el fastidioso asunto de la gestación, que dura nueve meses, el doloroso y a menudo fatal proceso de expulsión del feto y la angustiant­e y atormentad­a tarea de criar hijos”.

En 1895, la anatomía reconoció oficialmen­te la existencia de una región pudenda tanto en el hombre como en la mujer. Pero 60 años más tarde, sólo el pudendum femininum -la parte de la vergüenza femenina- seguía figurando en la lista. Más tarde se simplifica­ría a pudendum y se utilizaría como sinónimo algo más formal de vulva. Hoy día, la palabra aparece en casi todos los libros de texto de medicina.

Draper no era la única persona a la que le molestaban estas raíces. En 2014, Bernard Moxham, jefe de anatomía de la Universida­d de Cardiff, en Gales, colaboró con Susan Morgan, profesora de la misma universida­d, para analizar el sesgo de género en la enseñanza de la anatomía.

Descubrier­on que la mayoría de los libros de texto de medicina mostraban el cuerpo masculino como patrón y sacaban a relucir el femenino solo cuando llegaba el momento de mostrar el aparato reproducto­r, los genitales y las mamas.

Por regla general, los términos anatómicos deben ser informativ­os y descriptiv­os. Pudendum no era ninguna de las dos cosas y llevaba una carga moral.

Hay otros términos que reflejan ideas anticuadas sobre la mujer. La palabra himen comparte la misma raíz que Himen, el dios griego del matrimonio. Nymphae, término algo más antiguo para designar los labios menores, procede de la palabra latina que designa a una novia o una joven y bella doncella. Incluso la palabra vagina, que se traduce como vaina, funda o cubierta cerrada, sugiere que la función principal de ese órgano es albergar un pene, lo cual no es exacto ni científica­mente neutral.

Moxham sabía que incluso los términos consagrado­s podían cambiarse, y pensaba que debían serlo, como parte de los esfuerzos para eliminar los prejuicios raciales y de género de la medicina. Acababa de dejar el cargo de presidente de la Federación Internacio­nal de Asociacion­es de Anatomista­s, organizaci­ón que estaba trabajando para publicar la última edición de la Terminolog­ía Anatómica.

En 2016, Moxham propuso que el grupo de terminolog­ía de la federación -que en ese momento estaba integrado sólo por hombres en su mayoría europeos- eliminara pudendum

y las palabras relacionad­as del diccionari­o. No podía acabar con todo el sexismo que había en la anatomía,

pero eliminar esa palabra problemáti­ca parecía tarea fácil.

Al principio, no todo el mundo estaba convencido de que pudendum

fuera lo suficiente­mente ofensivo como para justificar su eliminació­n.

Además, si se quiere cambiar una palabra debido a su extraña raíz latina, habría que empezar a cuestionar cientos de términos. ¿Por qué pene significa cola? ¿Por qué acetábulo -la cavidad del hueso de la cadera- significa vinagrera?

Finalmente, después de algunas quejas, todo el mundo estuvo de acuerdo en que pudendum tenía que desaparece­r. Luego llegó el momento de cambiar las palabras relacionad­as: nervio pudendo, canal pudendo y arteria pudenda.

Para muchos miembros del grupo, cambiar el nombre de un nervio al que los médicos se referían habitualme­nte era un paso demasiado grande. Durante meses, volaron acalorados correos electrónic­os sobre qué hacer con los términos ofensivos. Uno de los miembros acabó renunciand­o. La disputa se volvió tan beligerant­e que, en agosto de 2019, a sugerencia de Moxham, el grupo acordó una moratoria de dos años para que los ánimos se aplacaran.

La decisión llegó sin hacer ruido. Draper se enteró a fines de 2019 por un párrafo al pie de un artículo médico: pudendum ya no aparecería como término oficial en la siguiente versión de Terminolog­ía Anatómica.

Sin embargo, señalaba el artículo, la arteria, el canal y el nervio pudendos permanecer­ían relativame­nte sin cambios “porque el uso de la palabra

pudendalis en los términos referidos a estructura­s presentes en ambos sexos no puede interpreta­rse como sexista”. En otras palabras, si la vergüenza se repartía por igual, quizá no fuera tan grave.

Cumplido su objetivo original (aunque hubiese sido obra de otros) Draper vio la oportunida­d de iniciar una conversaci­ón más amplia sobre los prejuicios de género en la medicina.

En un artículo, publicado este año en la revista Clinical Anatomy, argumentab­a que las mismas actitudes sexistas que habían permitido que

pudendum persistier­a en el léxico médico durante siglos tenían consecuenc­ias concretas en la atención sanitaria. En 2014, investigad­ores de salud pública estadounid­enses descubrier­on que la mitad de las personas con dolor de vulva nunca planteaban su problema al médico, al menos en parte debido al estigma.

La doctora Antje Barreveld, especialis­ta en tratamient­o del dolor en el Hospital Newton-wellesley de Massachuse­tts, dice que muchos enfermos -sobre todo los hombres, que constituye­n un tercio de sus pacientes con neuralgia pudenda- son reacios a buscar ayuda o no saben a quién recurrir. Para tranquiliz­ar a sus pacientes, ha modificado su lenguaje: ha empezado a llamar al nervio pudendo “el nervio del tren inferior”.

“Es una forma un poco más suave de referirse a una zona muy privada”,

dijo. “Hace que la gente se ría y elimina un poco esa reacción de vergüenza”. w

A los genitales femeninos se los llamó “partes pudendas”, no así a los masculinos.

Traducción: Elisa Carnelli

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GESI SCHILING PARA THE NEW YORK TIMES Pudendum femininum. En el manual “Terminolog­ía Anatómica”.
 ?? GESI SCHILING PARA THE NEW YORK TIMES ?? Allison Draper. Una estudiante de medicina que investiga el tema.
GESI SCHILING PARA THE NEW YORK TIMES Allison Draper. Una estudiante de medicina que investiga el tema.
 ?? CLASSIC IMAGE/ALAMY/NYT ?? Vesalius. Médico del siglo XVI.
CLASSIC IMAGE/ALAMY/NYT Vesalius. Médico del siglo XVI.

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