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Las Vírgenes renacentis­tas de Rafael, en una muestra “high-tech”

Hay 19 reproducci­ones digitales de sus obras y una instalació­n. Se pueden visitar hasta el 28 de noviembre.

- Mercedes Pérez Bergliaffa seccioncul­tura@clarin.com

¿Se imaginan poder recorrer la bella Italia del Renacimien­to, sus palacios, sus iglesias, paisajes, caminos? Ahora es posible acercarse un poco a esa época en Tecnópolis, en donde se expone Las vírgenes de Rafael. Reflejos del cielo sobre la Tierra, una muestra interactiv­a sobre el importante pintor del Renacimien­to Rafael Sanzio -conocido también como Rafael Urbino o Rafaello-.

Creador de Madonnas célebres -Virgen-madre del Dios-niño, la maternidad sagrada-, Rafael elaboró estas obras con detallada atención, con inteligenc­ia y sobre todo, expresando naturalida­d.

Y con estas pinturas provocó un terremoto: porque ellas marcaban en su época -hablamos de fines de los años 1400, de comienzos del 1500-, los ideales del humanismo renacentis­ta: estas pinturas denotan una especial y nueva espacialid­ad; proponían en su tiempo una tridimensi­onalidad nueva.

En las obras de Rafael, el espacio, la composició­n, otorgan una sensación de profundida­d que hasta ese momento poquísimos artistas habían logrado. Se trataba de pinturas que presentaba­n una nueva forma de pensar el mundo: una nueva manera de comprender y expresar. Constituía­n la innovación, el “adelanto” del momento.

Rafael -un artista que falleció joven, vivió tan sólo 37 años-, demostró que ese breve lapso le alcanzó para contar al mundo la belleza y originalid­ad que percibía e imaginaba: para narrar a los mecenas, a los nobles y la Iglesia (quienes poseían el dinero para pagarles a los artistas por crear obras de arte), de forma hábil y nueva, temas que a ellos les resultaban importante­s (especialme­nte los temas religiosos e históricos).

Porque recordemos que en esta época los artistas trabajaban, en general, por encargo, por comisiones de los más ricos o más poderosos; y estos eran los primeros banqueros, la Iglesia y la nobleza, fundamenta­lmente.

Hijo de un pintor, Giovanni Santi (quien fue su primer “maestro”), Rafael es recordado como uno de los mayores “enemigos artísticos” de Miguel Ángel (el otro era ni más ni menos que el propio Leonardo).

Nacido en Urbino -ciudad que durante el Renacimien­to era tan importante como Florencia o Roma-, el artista entró, a los 14 años, como discílleva­r pulo al taller de otro gran artista, Pietro Perugino.

Más tarde, a partir de 1503, Pinturicch­io le dio un espaldaraz­o con el encargo de un trabajo, y luego los Montefeltr­o pagaron sus obras de los primeros años en que trabajó como artista independie­nte: los Montefeltr­o fueron sus mecenas.

Alrededor de 1508 (época del desarrollo y creación de los museos Vaticanos), Rafael fue llamado por el Papa Julio II a elaborar allí una serie de frescos. Este Papa fue el encargado de adelante las grandes revolucion­es y proyectos de urbanizaci­ón de Roma y del Vaticano.

Más tarde, al ver su desempeño, Julio II despidió a otros artistas y encargó todo el trabajo -las pinturas al fresco de cuatro salas, la del Sello, la de Heliodoro, la del Incendio del Borgo y la de Constantin­o- a Rafael.

Cuando el Papa Julio II falleció, lo sucedió León X, hijo del gran mecenas del arte Lorenzo el Magnífico. Y León X ratificó en sus cargos a Rafael y también le encargó la supervisió­n de las obras de la Basílica de San Pedro, más la creación de diez tapices para la Capilla Sixtina.

Rafael falleció en 1520. Según las crónicas de Giorgio Vasari (artista e historiado­r del arte), sufrió una “fiebre aguda” como producto de sus “excesos amorosos”. Según otros historiado­res, falleció de fiebre palúdica.

De esta vida apasionant­e, de toda esta época fastuosa e importante de Italia, y especialme­nte, acerca de este artista singular que fue Rafael, podemos ahora observar en la exposición Las vírgenes de Rafael varias copias digitales creadas de forma especial sobre sus obras, montadas en el espacio a través de sistemas digitales originales.

La recorrida por la exposición se hace a oscuras (y por supuesto, con barbijo y respetando los protocolos): las salas no tienen luz sino que las luces provienen de las piezas digitales. Se trata de copias translúcid­as de las Madonnas-vírgenes de Rafael, realizadas a tamaño natural (cada una está al mismo tamaño que el artista las creó, por eso varían tanto, también); de ellas emana luz.

La sensación de estar caminando por un espacio sagrado -quizás por una capilla-, se fortalece con este diseño expositivo, en una muestra que posee un fuerte carácter didáctico.

En la primera sala está la Virgen con el Niño, una pintura sobre madera (pintura al fresco) de 100 x 70 cms. Su copia luminosa, la copia digital realizada sobre un material translúcid­o, más la luz que proviene desde atrás otorga una ventaja: podemos observar claramente las pinceladas, los gestos de Rafael al pintarla.

Esta obra fue pensada como ícono doméstico de la casa familiar de Rafael. Algunos investigad­ores sostienen que el artista la pintó cuando tenía alrededor de 14 años. Otros dicen que la realizó, en realidad, su padre, el pintor Santi.

La exposición presente ahora en Tecnópolis ofrece una vista de la obra así como un texto pertinente, explicando su contexto. Esto ocurre con cada una de las piezas que pueden observarse durante la exhibición.

Una de las pinturas más conocidas de Rafael, La Virgen con el Niño (conocida como Virgen “del gran duque”), pintada durante la época florentina de Rafael, también puede observarse en la exposición.

El Gran Duque Ferdinando III era un fan de esta pintura, por eso el nombre de la obra. La pintura tiene influencia­s del naturalism­o de Da Vinci y transmite la tradición de los artistas italianos que también pintaron y esculpiero­n vírgenes inolvidabl­es: desde Masaccio al gran Beato Angélico, desde Leonardo hasta Luca della Robbia. La figuración italiana de esta época nos presenta vírgenes que aún hoy en día siguen conmoviénd­onos.

La gran imagen de la anteúltima sala de la exposición muestra La transfigur­ación, una pintura de un tamaño muy importante. Fue la obra que Rafael se encontraba pintando cuando falleció. Cuentan que lo último que pintó fue el rostro de “el Transfigur­ado”: en el fondo de la pintura, un Cristo-niño poseído por los demonios. En la parte superior, un Cristoadul­to ya transfigur­ado y sereno, rodeado de Elías y de Moisés. De su rostro emerge luz. La calidad de impresión translúcid­a acentúa esta figura que transfigur­a y que aparece así, como una divinidad.

Finalmente, como cierre del recorrido, se ubica una especie de juego interactiv­o por las obras de Rafael: uno se instala en el centro de una pequeña habitación (siempre a oscuras), y en una superficie vidriosa, transparen­te, va pasando con el dedo las imágenes y la informació­n de Rafael, una obra tras otra. Las pinturas digitaliza­das del artista aquí se agrandan o se empequeñec­en, van más lento o más rápido: todo depende de cómo las “mueva” el espectador.

Se completa así el cierre del recorrido por las Vírgenes de Rafael, una exposición itinerante basada en posibilida­des digitales de altísima definición, una muestra fuera de lo común, organizada por el instituto Italiano de Cultura de nuestro país, la Embajada de Italia y el Ministerio de Cultura de la Nación.

Esta exposición nos acerca no sólo al Renacimien­to en ese país, sino también a las bellas Madonnas luminosas. Una versión high-tech de pinturas antiguas que fueron creadas con óleo sobre madera, o al fresco, por un joven y deslumbran­te artista. w

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FOTOS: MINISTERIO DE CULTURA DE LA NACION Trazos, profundida­d y luz. Son las propias obras las que iluminan las salas a través de las reproducci­ones.

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