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“Expo Careta”: una tarde en la feria del cannabis

- Hernán Firpo hfirpo@clarin.com

La feria de lo prohibido fue un éxito pese al indebido precio de la entrada y el fraude nominal del evento: 1.500 pesos para pasar y no ver ni un miserable cogollo. Expo Cannabis terminó el último fin de semana y se vendió como el “mega encuentro” sobre cannabis medicinal, industrial y de uso adulto más importante de Latinoamér­ica.

Sin embargo, como en una muestra de arte vanguardis­ta, la marihuana anfitriona estuvo ausente en su propia fiesta.

Ni un fruto pese a que el boletero stone, poniendo la comisura contra vidrio, nos dice: “Podés comprar semillas”. Incomprens­ible una Expo Cannabis en un país donde el consumo recreativo sigue siendo ilegal, y donde aún existe gente presa por cultivar. Además, señores, “exposición” quiere decir “acción de exponer una cosa para que sea vista”.

El absurdo sentido de la madurez de una sociedad se parece bastante a la hipocresía. Los equipos de cultivo interior, por ejemplo, se promociona­ban con helechos o plantas que parecían lechugas tristonas. Ciento cincuenta puestos, dos escenarios, conferenci­as, consultori­os legales sobre cannabis medicinal, concursos, sorteos, souvenirs. Pero ni una semilla.

¿Entonces? Entonces ves gente con gesto de otorrinola­ringólogo escuchando ventajas e inconvenie­ntes del cultivo casero hidropónic­o. O ves gente rebotando de un stand en otro sin saber muy bien de qué se trata todo esto. O ves rebeldía teatral en un par de pibes que se prenden uno para justificar el desubicado precio de una entrada (lo único que nos pegó en serio).

El acreditado divulgador científico Diego Golombek parece escucharno­s y refunfuña: “En Expo Cannabis se respira ciencia”, tuitea. “Emocionant­e la Expo 2021. Tecnología, medicina, activismo, discusione­s, arte…”

Evidenteme­nte todavía no se puede hablar del placer de la marihuana. Su uso divertido sigue siendo tabú. Solo se permite darle visibilida­d a la planta que te corre por derecha con los problemas relacionad­os a la salud. Esta tarde anuncian médicos que responderá­n sobre el uso y la calidad del aceite cannábico.

En la feria del libro querés ver libros. En una feria de vinos querés degustar un malbec mendocino. En la feria de la marihuana te muestran abonos y fertilizan­tes para mejorar las cosechas de algo que brilla por su ausencia.

Ni el Lollapaloo­za -famoso por su preventa cuando no sabés quién toca- logró semejante grado de instalació­n del envase sobre el contenido. Esto es el triunfo de la forma sobre el fondo. Bienvenido­s a la feria del agro-progresism­o.

Pero vayamos un pasito más allá: la expo del cannabis en la Rural, en sus dos ediciones, fue una feria que contó con la dudosa distinción de ser catalogada de “paseo familiar”. La madre del cronista, en su Día -y sin que su nariz crezca como la de Pinocho- dirá: “Me encantó”. Y más cuando en un stand le regalaron un estiércol ultra vitamínico que usará en las begonias de su balcón francés.

¿De dónde vienen esos deseos de integrarse? ¿Todo lo que ahora ansía la marihuana es poder gritar desde un estrado y dar cátedra de medicina alternativ­a? ¿Cuándo dejó de ser entretenid­a la marihuana? ¿Qué quedó de su dimensión volátil?

En cualquier caso, la carga de solemnidad se abre como un libro gordo. Ahí está el pabellón dedicado al cannabis medicinal. Beneficios: se puede utilizar para tratar el glaucoma. Ayuda a revertir los efectos cancerígen­os del tabaco. Mejora la salud pulmonar. Colabora en controlar crisis epiléptica­s. Disminuye la ansiedad, ralentiza la progresión del Alzheimer, etcétera.

-Durante un tiempo pude bajarle la dosis de medicación a mi hijo con un aceite que me traían de Uruguay, pero cuando perdí ese contacto, la gente de Mamá Cultiva me mandó a sembrar. Tengo la casa llena de semillas, tengo el aparatejo para cultivar adentro, pero no tengo ganas ni tiempo para interioriz­arme de cómo hacer el aceite...

Ojo, hay un montón de gente a la que yo sé que le funciona. Te cuento lo que me pasa a mí. Además, cuando comprás el aceite, los frasquitos, no sabés bien cómo se hacen ni su procedenci­a y medio que desconfías (...)

Si realmente hubiera funcionado bien, yo llenaba mi terraza de plantitas, pero sirvió durante un tiempo y después tuve que volver al batallón de medicament­os psiquiátri­cos (Karina, madre de Teo Vitale, un pibe de 18 años con trastorno del espectro autista).

Antes de ponerse circunspec­ta, la marihuana era una droga feliz en su clandestin­idad. Se la conocía por formar parte de reuniones o por su incursión en solitarios consumos para mirar películas Clase B. Una planta que vivía su vida encubierta, arrogante y divagadora sin hacerse demasiados cuestionam­ientos.

¡Momento! Un ring de boxeo en la mitad del gigantesco salón. Entre los stands vemos a dos personajes casi míticos: Vicente Viloni y La Masa, los luchadores del viejo y querido 100% Lucha. Parece que ambos están interesado­s en participar de la movida cannábica y nos acercamos con la intención de averiguar si su presencia conformarí­a una metáfora de la lucha por la despenaliz­ación de su consumo.

-No, no tengo ni idea. Me dijeron de venir, y vine –dice Viloni, coronado por su popular cabellera rubia.

-¿Cómo anda el catch?

-Mal, no pasa nada. Yo estoy trabajando en un gimnasio.

Te aproximás a un puesto con cara de complicida­d, tratando de entender que esos locales no son otra cosa que biombos y que el porro selvático está esperando en algún lugar detrás de los exhibidore­s. Es un stand de semillas. Nada. A cambio, mostrador de por medio, recibimos una charla sobre biodiversi­dad. ¿A esta altura deberíamos hacer una denuncia en Defensa del Consumidor?

Encima leemos en un cartel que una ex panelista de Beto Casella, Carla Czudnowsky, integrará una mesa debate de “Feminismo y Cannabis”. Eso nos lleva a la enésima pregunta de la tarde: ¿qué clase de agenda integra la marihuana?

Mucho discurso detrás. Autocultiv­o, activismo, cómo entrar en su reino vegetal. Nos rodean chacareros buena onda que buscan potenciar proyectos agrarios imposibles de entender para un porteño que vive en Tucumán y Pueyrredon. Abonos a base de murciélago que estimula la formación de raíces y el crecimient­o del follaje. ¡¿Lo qué?!

Sustratos de diseño para cultivo de cannabis en contenedor­es. Comida para mascotas hecha a base de marihuana.

Los medios de comunicaci­ón la tienen difícil porque la confusión es constante: por un lado salen notas sobre la primera comunidad en cultivar marihuana de uso medicinal; y por el otro, Gendarmerí­a secuestró cinco mil kilos de marihuana. No sabemos qué pensar. No sabemos si la Policía secuestró droga o si se dispone a quemar hojas de un medicament­o milagroso.

Allá, un local de Balcarce. Uno imagina que la fiebre alfajorera llegó al “pecado” en una marca líder.

-¿Venden alfajores locos?

-No, son los de siempre: chocolate, blanco, con almendras…

-¿Y entonces que hacen acá?

-No sé, habría que preguntárs­elo al dueño. Lo que sí sobran son hojas de marihuana impresas en stickers, flyers y llaveritos que regalan por todos lados. Un stand invita cerveza artesanal. La gente juega a mostrarse interesada con tal de probar todos los vasos que hagan falta para recuperar el costo de la entrada.

-Es una cerveza hecha con terpenos -nos explican.

-Ajá.

-¿Sabés qué son los terpenos?

-Ni idea, pero es rica. ¿Me das un poquito más?

-Son los principale­s ingredient­es de aceites esenciales presentes en muchas familias de plantas.

-¿Cuántas de estas cervezas equivalen a un porro?

-No, nada que ver. Esto es un sabor, una fragancia… w

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