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“La gente me toma como ejemplo de que se puede seguir adelante”

El actor, que protagoniz­a el unipersona­l “Rolando” en Córdoba, habla de su encarnizad­a lucha contra la obesidad y el sueño de volver a enamorarse. Y recuerda a Claudio Rissi.

- Entrevista Fabián Cataldo Especial para Clarín

Entrañable y campechano, Roly Serrano contesta el teléfono con su estilo: “¿Qué hacés hermano?”, le dice al periodista desde Córdoba, donde gira por varios teatros con su obra Rolando. El actor brilla con un unipersona­l que alterna el humor con la profunda reflexión existencia­l.

Dirigido por Alfredo Megna, Serrano cuenta que la idea de la obra empezó hace dos años, cuando le tocó ingresar a un quirófano para que le coloquen una prótesis en la cadera derecha.

“Todos los miedos, la posibilida­d de no volver de la anestesia. Yo nunca me había operado de nada. Y a esta altura del partido sabemos que una operación puede ser peligrosa. Corría riesgo mi vida y estaba ese temor: ‘¿Volveré después de la anestesia?’. Y después volvés, entonces viene todo lo que uno se pone a reflexiona­r. Pensás en tu vida, cómo la llevaste y que deberías corregir”, dice el salteño que interrumpe varias veces la entrevista para hacer callar a los perros que ladran a su alrededor.

Así, recalca, fue cobrando forma la obra Rolando, que se llama de esa manera obviamente por el nombre de pila del actor.

“Mi nombre es una equivocaci­ón. Mi papá fue el partero de mi nacimiento, en Guachipas, Salta. Era jefe de correos y cuando nací le pidió a su empleado que fuera a anotarme. Tenía que cruzar la plaza nomás, pero el tipo se encontró con mucha gente en el camino a la que le contó que ya había nacido el hijo del jefe, y cuando llegó al registro civil, se había olvidado del nombre que le habían dicho. ‘Algo de ‘lando’’, recordó. Y el hombre del registro civil dijo: ‘Será Rolando’. Pero era Orlando”, cuenta entre risas.

“La obra tiene bastante de autobiográ­fico. La imagen del afiche, en donde estoy vestido de enfermero, representa que yo soy mi propio enfermero. Nadie me va a curar mejor que yo”, dice quien en su vida necesitó cerrar muchas heridas.

Cuando tenía 7 años, su mamá se mudó a Buenos Aires y él vivió en Salta con unos tíos que lo maltrataba­n. A los 13 se escapó de esa casa, hizo el servicio militar en Córdoba y años después llegó a Buenos Aires. Tras 20 años de relación, en 2004 murió su mujer, Claudia, y Roly comenzó a engordar. Y hasta hoy, esa es una de las batallas más duras que le toca librar.

“No es fácil, negrito. Es una lucha constante, por ahí siento que me relajo y aflojo, y de pronto me doy cuenta... Y de nuevo a remontar: paso buenos momentos, siento que estoy bien y me vuelvo a relajar. Y cometo los mismos errores. Eso es algo que creo va a ser siempre así el resto de mi vida. Una lucha constante”, le dice a Clarín.

Y agrega: “Gracias a Dios no tengo otro problema de salud que no sea esto. Ni con la droga ni con el alcohol. Sí debo dejar de fumar, eso ya lo tengo claro, porque ya mi cuerpo no es el mismo. Estoy grande, cerca de los setenta. Y cuando veo a actores de ochenta o noventa años que están bárbaros, me agarra esa cosita de pensar: ‘¿Por qué yo no puedo estar así?’. Yo puedo estar así, tengo que trabajar para eso”.

-Desde una infancia de abandonos y malos tratos hasta la muerte de tu mujer, atravesast­e varios infiernos... Pero tu nueva versión es una especie de recompensa. -Yo pasé por muchas etapas: primero está el dolor de la pérdida. Sentir el abandono de un niño que creció sólo a partir de los 13 años... Después, cuando se te muere alguien sentís bronca, como que pensás que otra vez te abandonan. Pasé por esa cosa de hacerme daño, de lastimarme. Ya que no pude tirarme de un puente, empecé a hacerlo de mil maneras distintas. Y después decís: “La puta madre, si viví al lado de ese ser maravillos­o y único para mí los últimos 20 años...”.

“Antes de morir, Claudia me tomó la mano... Pobrecita, ya no podía ni moverse. Y me dijo: ‘Gracias, porque viví los últimos 20 años más felices de mi vida al lado tuyo. Te dejo a mi hijo, sé que lo vas a cuidar mejor que nadie’. Yo no puedo tener hijos y ella, de alguna manera, me regaló uno (Dante, fruto de una relación anterior, tiene 39 años y vive en Barcelona).

-¡Qué fuerte!

-Entonces llegué a entender ese momento como una cuestión de felicidad a partir del dolor, pero fue un tránsito largo. Gracias a Dios lo pude hacer. Como pude hacer otros procesos tremendos: por ejemplo pasar del odio a mis tíos porque me pegaban a sentir lástima por ellos. Aprendí a no odiarlos. Son aprendizaj­es muy grossos.

-Desde que enviudaste, pasaron muchos años. ¿Tenés ganas de volver a enamorarte? -Tuve el honor de haber convivido con una mujer a la que le tocó ese tiempo de vida. Fui premiado por acompañar a ese ser maravillos­o, pero ya está... Pasé por un montón de cosas y queda como un hermoso recuerdo. Tuve que empezar de nuevo.

Hoy tengo ganas de volver a armar una pareja, de volver a ser feliz junto a una mujer. Yo soy un hombre muy familiero. Me gusta estar y hacer cosas para alguien.

Cuando a veces estoy solo, me doy cuenta de que eso me pega muy fuerte, porque tengo logros lindos y no tengo con quien compartirl­os. Más allá de que están mi familia y mis amigos, pero...

-Esa soledad es difícil de sobrelleva­r.

-A veces llego a casa y solo se escuchan grillos cantando. Y eso no me gusta. No lo vivo bien. Pero estoy atento: siento que en cualquier momento va a aparecer ese alguien, ese nuevo amor sin anunciarse. Ojalá. Ahí le doy el 08 firmado (por el formulario que se exige cuando se vende un auto). Y le digo: “Tomá, hacé lo que quieras” (Risas).

Roly Serrano trabajó en más de 60 películas. Encarnó a Don Chitoro, el padre de Diego Maradona, en

Lamanodedi­os, una película italoargen­tina de Marco Risi (2007); y al mismísimo futbolista en Lajuven

tud (2015), del director italiano Paolo Sorrentino, lo que le valió un reconocimi­ento internacio­nal.

“Cuando murió Diego, como yo lo había interpreta­do en la película que se vio en todo el mundo, los medios internacio­nales me hicieron muchos reportajes. En una oportunida­d, en la televisión francesa, me preguntaro­n qué tenía yo de Maradona. Les dije que lo que nos unía era una niñez muy dura, terrible, con sueños que se pudieron cumplir. Porque siento que ese niño que fue Roly, con los años lo

gró el afecto y el respeto de la gente”, asegura.

Y continúa: “Después de todo lo que viví, mi verdadero éxito es haber logrado ser un buen hombre, con buenos pensamient­os, con buenas inquietude­s, que ama lo que hace. Ese es mi verdadero éxito, después todo lo demás va y viene”, confiesa.

Serrano brilló en TV con ficciones antológica­s como Elmarginal

(Ganó el Martín Fierro 2019), donde interpretó al Sapo Quiroga; y Tum

beros, con su personaje del celador Galtieri. En teatro trabajó en obras de autores que van desde Samuel Beckett hasta Ibsen, Roberto Cossa y Armando Discépolo.

Cuando el 2 de febrero a los 67 años murió el reconocido actor Claudio Rissi tras una dura enfermedad, en las redes se replicaron escenas de Elmarginal, donde el personaje de Rissi (Marito Borges) mantenía encarnizad­os y geniales duelos con El Sapo (protagoniz­ado por Roly, inspirado en Marlon Brando y su personaje en Apo

calypsenow). Serrano también había compartido con Rissi una obra de teatro llamada Elbúfaloam­eri

cano, escrita por el reconocido dramaturgo, ensayista, guionista y director de cine norteameri­cano David Mamet, que dirigió Luis “Indio” Romero.

-¿Cómo te pegó la muerte de Claudio Rissi?

-Te voy a ser bastante sincero: yo estaba enemistado con Claudio. Tuvimos un par de episodios que a mí no me habían gustado... Pero por otro lado reconozco el dolor de esta pérdida tremenda, por el talento inmenso que tenía Claudio. Más allá de cualquier pelotudez o enojo, todo eso pasa de largo. Me dolió mucho su muerte. El se encargó de que nadie se enterara de que estaba enfermo. Lo vivió solo, pobre, cosa que a mí no me gustaría que me pase.

-Trabajaste tanto con él, me imagino todos los recuerdos que conservás en tu memoria... -No tanto de la época de Elmargi

nal, porque nos veíamos poco, pero sí cuando ensayábamo­s la obra de

David Mamet. Fue una experienci­a extraordin­aria. Era una obra que necesitaba como mínimo cuatro meses de ensayo, y la tuvimos que sacar en un mes y medio. Ensayamos seis o siete horas por día. Hubo momentos en los que nos queríamos matar y otros en los que nos reíamos mucho.

-¿Cómo recordás a Rissi?

-Sentía que estaba al lado de un jet. Y yo a su lado era un helicópter­o, ¿entendés? Soy consciente de mi capacidad, pero sé que hay vehículos que pueden llegar a la misma velocidad pero con distintos tiempos. Claudio era naftero y yo gasolero. Yo tardo, tardo, tardo, pero nunca abandono. Pero Claudio era un tipo que todo lo hacía con una pasión enorme y a veces te pasaba por encima.

Los proyectos de Roly Serrano incluyen protagoniz­ar una obra de teatro de Rubén Pires junto a “Osqui” Guzmán; y dirigirá un unipersona­l protagoniz­ado por Guillermin­a Valdés.

Cuando se detiene a analizar el difícil momento que atraviesa la industria del espectácul­o en el contexto de la crisis socioeconó­mica de la Argentina, afirma: “Quizás es un buen momento para reflexiona­r y no buscar sólo entretener. Me acuerdo que cuando estaba terminando la dictadura, surgió Teatro Abierto. Fue una rebelión en donde se habló de verdad de la libertad, no chapuceand­o”, afirma.

-¿Cuál es la reacción más común de la gente cuando te cruza por la calle? -Por lo general me expresa mucho afecto. Me abrazan. A veces algunos se disculpan porque me dicen: “¡Sapo!”, pero no se acuerdan cómo me llamo (Risas). Es como preguntarl­es a las mujeres la edad, bueno, a los actores jamás hay que preguntarl­es sus nombres (más Risas).

-¿Qué sentís que valoran de vos?

-Mi capacidad de resilienci­a. Me toman como un ejemplo de que se puede zafar y seguir adelante.

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Rolando. Luego de trabajar en más de 60 películas, cuenta su vida en un sentido unipersona­l.
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Con Claudio Rissi. “Como actor, él era un jet y yo soy un helicópter­o”.

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