Clarín - Valores Religiosos

La esperanza en la otra vida

Los cristianos creemos que la muerte no es el fin de nuestra existencia, sino el paso a la vida eterna. Y que para llegar al Cielo hay que seguir a Jesús. Por eso, cada día es una ocasión para acercarnos a Dios y amar a los demás.

- Presbítero Guillermo Marcó Sacerdote del Arzobispad­o de Buenos Aires

Cada vez en forma más frecuente me encuentro con personas que tienen temor a morir. No es un tema que se hable fácilmente entre amigos, pero es visible nuestra incomodida­d en un velorio. Cuando todas las palabras callan, sólo la palabra de Dios puede suscitar en nuestro corazón un mensaje de esperanza. Sin embargo, cabe preguntars­e: ¿De verdad creemos que lo que ella nos dice es así? Porque el mensaje del Evangelio esta dirigido esencialme­nte a contestarn­os preguntas que se vinculan no sólo con el paso por este mundo, sino sobre el después de la muerte: ¿Existe el cielo? ¿Nos volveremos a encontrar con las personas que hemos querido? ¿No será que todo esto es un lindo cuento -como una fábula- para calmar nuestra inquietud y angustia ante la finitud de la vida? Claro que la satisfacci­ón a nuestra natural inquietud depende de nuestro grado de fe.

¿Y qué es creer? Una vez conversand­o con un amigo que no creía en la vida eterna, aunque era ya mayor, le comenté: “Eduardo, si vos y yo nos morimos y del otro lado no hay nada, yo no tendré a quién reclamar”. Pero él me decía: “La lógica de la muerte es tan concreta, la persona que conociste yace ahí sin vida y se descompone, ya no puede hablar, ni sentir, ni pensar ¿ Cómo imaginas que sigue viviendo?”. A lo que yo le respondía que no imagino, sino que mi fe se basa en creer que Dios no miente. Entiendo que el universo es más complejo y existe antes que yo, que la vida que poseo tiene un componente químico, que no explica en sí la permanenci­a de mi yo porque el “quién soy” es más profundo que lo que se ve, es lo que da la vida, la armoniza y la sostiene.

Aquello que los poetas llaman alma no pertenece a la esfera de lo material y, por tanto, no está llamada a extinguirs­e con el cuerpo, le señalaba a mi amigo. Y para los cristianos esa continuida­d es sostenida por la fe en la palabra de Jesús, que afirmó: “No se inquieten. Crean en Dios y crean también en mí. En la Casa de mi Pa- dre hay muchas habitacion­es; si no fuera así, se lo habría dicho a ustedes. Yo voy a prepararle­s un lugar. Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes. Ya conocen el camino del lugar a donde voy”.

La satisfacci­ón a la inquietud por nuestra finitud depende del grado de nuestra fe.

Tomás le dijo: “Señor, no sabemos a dónde vas. ¿ Cómo vamos a conocer el camino?”.

Jesús le respondió: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto” (Jn 14,1-7).

Para llegar a alguna parte es importante saber por dónde. Yo quie- ro llegar al Cielo y sé que el camino no está preestable­cido, hay que seguir a Jesús en las mil vueltas que la vida tiene. Lo más interesant­e de este camino de fe es ir descubrién­dolo día a día. Sé que Jesús no me miente. Le creo cuando me dice que me va a preparar un lugar en el más allá. No sé cómo será, pero es la promesa del mejor y el más apasionant­e de los viajes. Santo Tomás de Aquino pone entre los gozos del Cielo el reencuentr­o con los familiares y amigos. Siempre pienso que la familia que se va deshaciend­o aquí en la tierra es la que se va armando allá en el Cielo.

Cada día es una oportunida­d para acercarse más a Dios, para amar más a los demás. “No se hagan tesoros en la Tierra, donde la polilla y el óxido corrompen, y donde ladrones minan y roban; sino háganse tesoros en el Cielo, donde ni la polilla ni el óxido corrompen, y donde ladrones no minan ni roban. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón” ( Mt 6, 19-21). Por eso, pensar que voy a morir no me hace más triste, todo lo contrario.

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