Una advertencia que debe ser oída
El temor que expresó Francisco de que la Argentina se “mexicanice” tuvo aquí más repercusión por la queja del gobierno mexicano -consideró que se estaba estigmatizando a su país- que por la gravedad de la denuncia.
El Papa Francisco, en un mail privado que le envió al titular de la Fundación La Alameda, Gustavo Vera, le decía: “Ojalá estemos a tiempo de evitar la mexicanización. Estuve hablando con algunos obispos mexicanos y la cosa es de terror”. Con esto daba entender que ojalá la Argentina no caiga en las atrocidades que el narcotráfico ha causado en México, sembrando violencia, corrupción y terror.
El neologismo que uso Francisco provocó una protesta del gobierno mexicano por considerar que se estaba estigmatizando al país. Pero un obispo mexicano salió a defender al Papa: “El término usado por Francisco no debe extrañarnos. Hace años, hablábamos del peligro de que México se ´colombianizara’, en el sentido de que invadido por el cáncer del narcotráfico, que azolaba a Colombia, dejando muerte, guerra, violencia e inseguridad en ese querido país”.
Y agregó: “Hoy, por nuestra cercanía con Estados Unidos, el país donde más droga se consume, donde se trafica más con los enervantes, México se ha convertido en un paso arrollador de droga hacia ese país. Ese negocio tan macabro ha causado estragos en varios Estados de nuestra patria. En los territorios donde los ‘capos’ dominan, imponen su ley, cobran impuestos como cuotas para poder vivir y trabajar, torturan, secuestran, violan, decapitan a sus enemigos, los desintegran con sustancias químicas, los entierran en fosas clandestinas, corrompen a políticos y gobernantes, bajo amenaza de muerte para ellos y sus familias. En verdad, siembran terror”.
“México -añadió- está contaminado, corroído y horrorizado por el narcotráfico. Su terrorífico poder nos ha invadido y se ha cimentado entre nosotros. Los obispos lo he- mos denunciado varias veces; es explicable, entonces, que el Papa desee de todo corazón que su país no se “mexicanice”.
“En noviembre- recordó-, los obispos mexicanos expresamos: ´¡Basta ya!’ No queremos más sangre. No queremos más muertes. No queremos más desparecidos. Ya en el año 2010, en una exhortación pastoral, advertíamos sobre el efecto destructor de la violencia, que daña las relaciones humanas, genera desconfianza, lastima a las personas, las envenena con el resentimiento, el miedo, la angustia y el deseo de venganza; afecta la economía, la calidad de nuestra democracia y altera la paz”.
Y concluyó: “Con tristeza reconocemos que la situación del país ha empeorado, desatando una verdadera crisis nacional. Muchas personas viven sometidas por el miedo, la desconfianza al encontrarse indefensas ante la amenaza de grupos criminales y, en algunos casos, la lamentable corrupción de las autoridades. Queda al descubierto una situación dolorosa que nos preocupa y que tiene que ser atendida por todos los mexicanos, cada uno desde su propio lugar y en su propia comunidad”.
Esto es lo que pasa en México. En Argentina estamos tan perdidos que, en vez de preocuparnos por la advertencia del Papa ante una cuestión tan grave -que los obispos argentinos hace años que venían hablando-, discutimos sobre términos y presuntas infidencias. Para colmo, no faltó un político que calificó la advertencia papal de “poco relevante”. como si los casi 400 asesinatos que se proyectan para este año en Rosario lo fuesen. Argentinos: despertemos de una vez a los verdaderos problemas que nos acosan y de los cuales no quieren hablar ciertos políticos y ni ciertos medios. ¿Por qué será?