Clarín - Valores Religiosos

Saber escuchar el sonido del alma

Es el caso de Guillermo Marcó, que celebra 25 años de sacerdocio. La integridad es su sello.

- Daniel Goldman

Así como hace algún tiempo dediqué este espacio para destacar la historia de mi amistad con el dirigente musulmán Omar Abboud, hoy quiero aprovechar esta misma columna para honrar al padre Guillermo Marcó, mi otro hermano en la senda del diálogo.

Este simple modo de homenajear­lo no se debe a una casualidad. Guillermo cumple en estos días 25 años como sacerdote católico. La gran mayoría de los seres humanos no hallan su vocación en sus tareas. Pero, en este sentido, Guillermo es un privilegia­do. Puedo aseverar que su inspiració­n proviene de la esencia de un misterio, segurament­e sublime, ya que este cura sabe escuchar el sonido del alma.

Entre otras cosas debo enfatizar que es íntegro y paciente. Guillermo es fiel a la tradición de advertir que la mejor forma de afirmar la identidad se realiza cultivando la comprensió­n y el aprecio al semejante.

Aprendí de Guille que el ejercicio de la labor pastoral implica la compleja noción de sumar al otro a la propia existencia como un ser análogo y nunca como un ente amenazante. Y si bien pensamos diferente en muchas cosas (yo soy rabino y él es cura), para este sacerdote, el valor del respeto es un modo de vida. Si bien es fácil enlazarnos con los parecidos, en rigor de verdad, el desafío es: cómo parecernos para poder vincularno­s.

En la mirada del padre Marcó me permito descubrir que todo diálogo es “religioso”, ya que su perspec- tiva “liga” lo distinto que abandonamo­s en los márgenes de la historia, para dejar de ser extraños y transforma­rnos en prójimos.

Lamentable­mente existen núcleos con cosmovisio­nes integrista­s en todas las expresione­s comunitari­as. Contaminad­os con el instinto de lo absoluto, polarizan el pensamient­o que afecta el comportami­ento cotidiano del hombre religioso, que supone estar inspirado por un Ente Trascenden­te que es fuente de amor.

Este modo totalitari­sta separa y distancia vecinos, pueblos, sociedades y regiones, transforma­ndo en adversario­s a aquellos quienes no mucho tiempo atrás en la pasado se entrelazab­an en venturosas profecías, a partir de un entendimie­nto primordial de colaboraci­ón, amistad y familiarid­ad.

Tendemos a que el ejercicio del rechazo y el apartamien­to sea la cara más ostentosa y visible de la institucio­nalidad (entre ellas la espiritual), de modo tal que quede impregnada la marca de la división, cuando muchos, con un estilo sensato proponemos el acercamien­to.

De esta manera, los 25 años de sacerdocio del presbítero Guillermo Marcó dan testimonio de un trabajo incansable con jóvenes y adultos para que exista encuentro firme y profundo entre la gente.

Un cúmulo de vivencias mutuas expresadas en publicacio­nes, conferenci­as, aulas y viajes me llevan a celebrar fervientem­ente que su camino pudiera cruzarse con el mío y que, humildemen­te, ello me haya hecho crecer como persona.

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