EL VALOR DE LA TERNURA
Vorágine, nervios y prisa están afectando seriamente nuestra propia condición humana. Todo el tiempo, en todas partes aparece un nuevo “stress” y, pegadito, una nueva receta mágica. En medio de las escenas disruptivas es clave recuperar lo más básico de la experiencia humana: el valor de la ternura. Primero porque somos seres sociales: aprendemos nuestra humanidad junto y con otros; el fracaso de la ternura en la primerísima infancia tiene consecuencias muy dolorosas. En segundo lugar, porque la ternura pide un tiempo y un cuidado que previenen la alienación de los tiempos modernos. La prevención funciona de un modo muy sencillo: ponernos en contacto con nuestra sensibilidad y –por la empatía- con la de otros, ayuda a identificar lo que es vitalmente valioso. Esto nos permite focalizar nuestra atención, acallando otras demandas menos importantes. La próxima revolución humana será afectiva o quizás ya no sea humana. La modernidad ha puesto el acento en la innovación y muy luego, en sus consecuencias. Celebremos, entonces, el tiempo en que la escuela quiere reinventarse. Ocurre hoy que la escuela aprendió dos cosas: que la calidad empieza por la calidez y que la ternura – también- se parece a un grano de mostaza … muy pequeña en un principio, encierra en sí misma el camino para un futuro frondoso.