Un encuentro histórico para la unidad de los cristianos
Parecía un encuentro imposible, por lo menos en mediano plazo. Pero, de pronto, todo se aceleró, una serie de circunstancia se alinearon y permitieron el primer encuentro entre las cabezas de la Iglesia Católica y la ortodoxia rusa desde el Gran Cisma, hace casi mil años, y el surgimiento del patriarcado de Moscú, hace casi quinientos. Fue en el inusual escenario del aeropuerto de La Habana, en la tierra “neutral” de Cuba, donde Francisco -de camino a México- y Kirill -de visita en la isla- se reunieron durante dos horas, suscribieron una declaración conjunta y se confundieron en un histórico abrazo. La relevancia de la cita se entiende tras siglos de diferencias, más de poder que teológicas, cuando no de enfren- tamientos, a veces sangrientos. Y, en tiempos recientes, de recelos que llevaron al anterior patriarca, Alexis II, a acusar a la Iglesia Católica de hacer “proselitismo” religioso en Rusia, con lo que destruyó el sueño de Juan Pablo II de visitar Moscú. Pero el cambio político en Rusia, donde Gobierno e Iglesia están muy ligados, la buena sintonía del presidente Putin con Francisco y la mejor disposición de Kirill, allanaron el camino. Curiosamente, las gestiones de un presidente de un régimen ateo, como el cubano, Raúl Castro, hicieron el resto. La persecución a los cristianos en varios países apuró este acercamiento entre el Vaticano y la mayor Iglesia ortodoxa, con 150 millones de fieles.