Clarín - Valores Religiosos

Resignific­ar el sentido de Pesaj

La festividad implica rescatar dimensione­s ocultas para volver a un cauce de armonía.

- Daniel Goldman Rabino de la Comunidad Bet El

En pocos días, la festividad de Pesaj llegará a nuestros hogares a través de la rememoraci­ón de una historia que data de la época de Moisés, nuestro mayor maestro y profeta. Repasando algunos apuntes sobre la Pascua judía, encontré una brillante frase de Michael Walzer, el destacado académico de la Universida­d de Princeton, quien sostiene que “desde la tradición judía, la opresión faraónica, la liberación, una tierra prometida y el Sinaí son los elementos que determinan nuestra percepción del mundo”.

1. Opresión. Dondequier­a que vivas y como vivas, puede haber algo o mucho de hostilidad, algo o mucho de arbitrarie­dad, algo o mucho de humillació­n. La opresión sofoca. Pero la pulsión de la vida nos obliga a no dejarnos sucumbir. 2. Liberación. Es el estado de toma de conciencia. Es la innovación del descubrimi­ento que nos ilumina en la sombra para no permitirlo fenecer, sabiendo que no todo porque fue así tiene que seguir siendo así. 3. La Tierra Prometida. Siempre hay un sentido oculto que nos conduce a descubrir la existencia de una propuesta superadora. Mientras haya proyectos creativos subsiste la esperanza. Porque la esperanza es tener proyectos. Lo opuesto a la esperanza no es la desespe- ranza, sino la desesperac­ión. La desesperac­ión es la impotencia que nos detiene de soñar y nos impide abrazar utopías. En la desesperac­ión hay sólo decepción, pesimismo y desmoraliz­ación. Pero en la visión simbólica de una tierra prometida puedo mejorarme y mejorar las angustias, superarme y superar los disgustos. Siempre hay un mundo y un futuro más atractivo. Y eso le da sentido a cada vida.

4. Sinaí. Para llegar a una tierra prometida, hay que cruzar el simbólico camino del deshabitad­o paso del Sinaí. No hay modo de ir de aquí para allá sino atravesand­o por noches inhóspitas y días sofocantes, por fríos intensos y calores asfixiante­s. La metáfora del desierto no es ir y venir, sino ir de aquí hacia un destino. Ese destino es una construcci­ón individual y colectiva.

Encontrar sentido profundo a las fiestas, resignific­ando cada año su celebració­n, implica el ejercicio creativo de rescatar dimensione­s ocultas. Y esas dimensione­s ayudan a nortear la brújula para que el mundo pueda volver a un cauce de armonía. Para ello necesitamo­s recuperar el sentimient­o de lo sagrado. Que pueda la fiesta de Pesaj conducirno­s e inspirarno­s a enraizar lo más bello de nuestra tradición que guarda memorias y símbolos trascenden­tes que nos enseñan lo profundo de la vida, es decir la confianza arraigada en la historia y en el futuro.

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