Clarín - Valores Religiosos

Ana Frank en Buenos Aires

Una obra de teatro y un museo. Recrean las vivencias y emociones del diario personal más famoso del mundo.

- Daniel Goldman Rabino de la Comunidad Bet El

Dos barrios de nuestra ciudad, vecinos uno del otro, se ven hermanados por una sola historia. La de una niña, que se registró en un diario: el de Ana Frank. A un barrio hoy lo atraviesa una obra de teatro, y al otro un museo.

Pongámonos en contexto: Ana Frank fue una joven judía que, durante el holocausto perpetrado en la Segunda Guerra Mundial, debió esconderse con su familia y otras cuatro personas para intentar salvarse de la persecució­n nazi. Se ocultaron, durante más de dos años, en la parte de atrás de una propiedad en la ciudad de Amsterdam, Holanda. Allí, Ana escribió diarimente sus sueños y vivencias en un cuaderno. Finalmente fueron descubiert­os y deportados a campos de concentrac­ión. Solo Otto Frank, el padre de Ana, sobrevivió al espanto de la guerra, y publicó el diario de su hija. Este testimonio recorrió el mundo, pero todavía no pudo penetrar hondamente la conciencia de una humanidad que sigue cometiendo matanzas y horrores.

En el corazón de Villa Urquiza, en la Avenida Triunvirat­o 4444, el Centro Cultural 25 de Mayo puso en escena El Diario de Ana Frank. Bajo la dirección de Helena Tritek, la actriz Angela Torres, junto a un elenco excepciona­l, representa de manera conmovedor­a y sensible a esa tierna adolescent­e que abrió su mundo a una serie de hojas que transforma en su gran amiga. Es en ese universo atesorado de le- tras, que ella confiesa sus utopías y anhelos de ser una versátil periodista y una afamada escritora.

Tenemos la obligación moral de ver la obra, del mismo modo en que es un deber ético visitar el Centro Ana Frank, ubicado en Superí 2647, Coghlan. Esta prestigios­a institució­n vinculada a la Casa de Ana Frank de Amsterdam desarrolla una tarea educativa y de difusión que motiva a cada visitante a reflexiona­r sobre los peligros del antisemiti­smo, la islamofobi­a, y toda discrimina­ción, así como la importanci­a de la libertad, la igualdad de derechos y la democracia. El predio también alberga un museo que replica, entre otras cosas, la habitación en la que se refugiaba la familia Frank. Al ingresar se advierte la fragilidad de la condición humana.

Finalmente, nos asiste un trabajo espiritual de leer el libro, escrito con el idioma de la dulzura y la memoria. La primer versión en nuestra tierras se la debemos al periodista Súlim Granovsky, quien con su esposa Eva cumplieron el compromiso de concluir la corrección de la primera edición argentina del Diario de Ana Frank, a principio de los años 50. Así dice Ana en el libro, de manera tan clara: «Escribir un diario es una experienci­a muy extraña para alguien como yo. No sólo porque nunca he escrito nada antes, sino también porque me parece que más adelante ni yo ni nadie estará interesado en las reflexione­s de una niña de trece años de edad». - Sé que soy una mujer, una mujer con fuerza interior y un montón de coraje». - «No se nos permite tener nuestra propia opinión. La gente quiere que mantengamo­s la boca cerrada, pero eso no te impide tener tu propia opinión. Todo el mundo debe poder decir lo que piensa».

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