“La reunificación de los creyentes en Jesús no es una utopía ”
1) El aporte de la Reforma se suma a los de los católicos, aunque en su momento pareciera lo contrario. El decreto sobre la “Justificación”, del Concilio de Trento, recoge lo esencial de la posición luterana, como se ve en el acuerdo firmado en 1999. Cuando san Ignacio de Loyola funda la Compañía de Jesús, establece en la Fórmula que esta institución se orienta a la propagación de la fe, por medio de predicaciones, ejercicios espi- rituales, la educación de los pobres, la consolación de los afligidos, etc. En síntesis, no cae en el ritualismo y en las prácticas externas, lo que también procuró Martín Lutero.
El cisma se podría haber evitado cuando Melanchthon, figura central del movimiento luterano, presentó la Confesión de Augsburgo, en la Dieta Imperial del año 1530, en base a las coincidencias. Pensaba que el texto sería aceptado por los representantes católicos pero éstos respondieron con excesiva dureza y se perdió así una gran oportunidad.
2) El Papa Francisco ponderó la actitud de Lutero de acercar la Biblia a los fieles. Lutero reaccionó contra la “tradición” de los comentaristas, porque él aceptaba la auténtica tradición, la que proviene de los apóstoles. El papado de aquella época dejaba mucho que desear. Si Lutero viviera hoy, no diría que el Papa es el Anticristo. Uno de los frutos del Concilio de Trento fue que se comenzó a elegir papas más respetables, piadosos e instruidos.
3) No considero que la reunifica- ción del cristianismo sea una utopía. Lo que nos une, es mucho más que lo que nos separa. Pienso que el camino a seguir es uno que se dio en la Iglesia tantas veces. Los temas que nos separan deberían ser considerados en estado de maduración. Los diálogos entre los teólogos así como la fraternidad entre los fieles, nos permiten avanzar hacia la unidad. Pero durante este proceso no dejemos de comulgar juntos, lo que ya se ha comenzado a practicar, en parte, con los Ortodoxos de la Iglesia de Oriente.