Una experiencia de hermandad que hace escuela
Estudiantes de colegios porteños y del interior profundo comparten vivencias religiosas, culturales y sociales.
“Deseo que cada colegio de la Arquidiócesis se hermane con otras escuelas de las diócesis más necesitadas del país: para compartir, no hablo de padrinazgo, sino de hermandad. No somos los que damos y aquellos los que reciben. Nos damos mutuamente de lo nuestro y recibimos mutuamente de lo nuestro”. Con estos conceptos del entonces cardenal Jorge Bergoglio, siendo arzobispo porteño, la Vicaría de Educación de la arquidiócesis de Buenos Aires diseñó “Escuelas Hermanas”, un proyecto de educación, misión y amor como sólo el vínculo de hermandad puede entenderlo tendiente a unir en un intercambio a escuelas de la capital con las del interior sin restricciones, aunque especialmente con aquellas que están más alejadas de los grandes centros urbanos.
La propuesta -dicen los organizadores- no es más que el compromiso evangélico de promover la fe, la cultura y la vida, al compartir experiencias pedagógicas, culturales y sociales. En estas escuelas todos dan y todos reciben. Una forma de ponerlo en práctica es a través del aprendizaje-servicio, una metodología que está creciendo en los últimos años en sociedades fragmentadas como la nuestra. Esta herramienta se constituye para poner a los chicos en contacto con la realidad y para sensibilizarlos sobre sus responsabilidades sociales.
El Instituto Nuestra Señora de la Unidad hace ya 14 años que implementa este sistema con viajes a diferentes zonas de la provincia de Jujuy. Claudia Landeira, coordinadora de la pastoral del colegio, asegura que “es un hermoso intercambio de fe, tradiciones, diferencias y similitudes como argentinos. En definitiva –agregaun modo de que los chicos, a través de herramientas pedagógicas, pueda conocer y profundizar su propia cultura para enriquecerla al compartirla con la escuela hermana”.
Para ello, todo el Instituto trabaja en este proyecto que incluye a alumnos de los tres niveles, animadores, docentes y directivos, a través de diferentes trabajos curriculares, según el grado.
“Al comienzo éramos pocos –recuerda Landeira-, viajábamos en un solo micro a dos escuelas de las afueras de Abra Pampa, en el departamento de Cochinoca, y hoy somos alrededor de 200 personas que visitamos cinco pueblos”.
La dinámica consiste en que, durante el mes de junio, cada grado recibe un proyecto, según la cultura escolar y su realidad, hasta el mes de octubre, cuando los alumnos de Buenos Aires visitan la escuela de Jujuy e intercambian lo producido.
Ambas escuelas tratan los mismos temas. Por ejemplo: ecosistemas. “Esto les permitió a los chicos ver cómo usamos el agua potable en nuestras casas y cómo valoran y cuidan el agua del río en esas localidades de Jujuy, donde es tan escasa”, señala Landeira.
La relación de intercambio con cada escuela se mantiene por tres años seguidos, así se pueden incorporar colegios de otras localidades.
“Todos los viernes a la noche, los voluntarios de nuestro Instituto, alumnos de 4° y 5° año, y los egresados que son animadores del grupo misionero, nos reunimos a preparar el viaje a Jujuy –explica la coordinadora- y los sábados hacemos lo que llamamos pre misiones en diferentes lugares de la provincia de Buenos Aires como Moreno o Lavallol”.
Hace cuatro años, con mucho esfuerzo, vinieron los chicos de Pirquita con algunos padres. “Fue una experiencia maravillosa –afirma Landeira- y para ellos, un sueño, porque algunos no conocían ni La Quiaca estando a pocos kilómetros”. Para lograrlo toda la comunidad educativa se movilizó para organizar peñas, rifas, y armar una agenda con salidas, micros para trasladarlos y compartir en el aula la vivencia de la misma identidad que es, en definitiva, el propósito de las escuelas hermanas.