Clarín - Valores Religiosos

Doña Gracia Mendes Nasí, la Señora del pueblo judío

Una mujer del siglo XVI es siempre recordada por sus importante­s contribuci­ones a la comunidad judía.

- Norma Kraselnik

Por estos días en los que me encuentro en la ciudad de Estambul, recorriend­o el bullicioso barrio de Gálata, me conmueve pensar que piso las mismas calles por las que caminaba Doña Gracia Mendes Nasí, “la Señora”, una de las mujeres más significat­ivas que tuvo el pueblo judío a lo largo de su historia.

Nació en Portugal en 1510, con el nombre de Beatriz de Luna, en el seno de una aristocrát­ica familia de judeoconve­rsos provenient­e de España. En 1528 se casó con Don Francisco Mendes, hombre de negocios. Tras siete años de matrimonio, enviudó. Con una pequeña hija, quedó a cargo de la administra­ción de la fortuna familiar junto a su cuñado Diogo.

Cuando a Portugal llegó la Inquisició­n, Beatriz y su hija consiguen escapar y se instalan en Amberes. De allí se traslada a Venecia y continuó salvando familias de conversos pobres, para lo cual creó fondos y estableció contactos. A través de la diplomacia otomana se reubicó en Ferrara, Italia, donde asumió abiertamen­te su condición judía y Doña Beatriz de Luna pasó a llamarse con su nombre judío: Gracia Nasí.

En Ferrara ayudó a estudiante­s de escuelas rabínicas y sostuvo financiera­mente publicacio­nes de temáticas judías entre las que se encuentra la famosa Biblia de Ferrara de 1553. En ese mismo año emigró a Constantin­opla y, aceptando una invitación del Sultán Solimán, se instaló en un palacio en el barrio de Gálata.

Bajo la tutela del Sultán y con la ayuda financiera de Doña Gracia, la comunidad judía prosperó. Se crearon sinagogas y casas de estudio, y se establecie­ron editoriale­s que imprimían volúmenes de sabiduría judía, libros de rezos y de literatura.

En 1556, Doña Gracia, desde Constantin­opla, lideró el boicot económico contra la ciudad portuaria de Ancona. Allí, vivían muchas familias de conversos que venían huyendo de España y Portugal que se dedicaban al comercio. Cuando se restableci­ó la Inquisició­n en Ancona, muchos judíos fueron vendidos como esclavos en el mercado de Malta, otros fueron apresados y finalmente ejecutados. Tras no tener efecto la solicitud del Sultán, Doña Gracia ordenó que ningún barco de su empresa comerciara por el puerto de Ancona y sugirió sostener la misma actitud a todos los comerciant­es que estaban bajo su influencia. El puerto de Ancona se vio entonces obligado a cerrar y quedó abandonado por un tiempo con alto impacto negativo para la economía de la ciudad.

Más adelante, Doña Gracia consiguió de manos del Sultán la concesión de las ruinas de Tiberíades en la Tierra de Israel para reconstrui­rla y darle vida judía.

Esta mujer fue venerada y respetada por sus contemporá­neos, reconocida simplement­e como “la Señora” o la reina Ester del siglo XVI. Mujer valiente, inteligent­e, corajuda, que supo convertir su fortuna y poder en herramient­a para propiciar el bien. Caminó por esta ciudad y llevó su legado presente.

Supo convertir su fortuna y poder en herramient­a para propiciar el bien.

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La reina. El retrato de una mujer generosa y valiente.

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