Al-Yahiz, un vanguardista del humanismo y la ciencia
Hace 1200 años el enciclopedista fue un adelantado de la Ilustración y la Modernidad.
Abu Uzmán Amr Ibn Bahr al-Basri (776-868) se hizo famoso por el apodo de al-Yahiz, un mero mote descriptivo del defecto físico que le aquejaba: una acusadísima exoftalmía de los glóbulos oculares le confería un aspecto desagradable que había de granjearle no sólo chistes, sino también fracasos personales.
Su servicio más grande, tal vez, fue en la popularización de la ciencia y el método racional, y para demostrar que un hombre de letras podía tener preocupación por cualquier tema y ser, al mismo tiempo, un creyente.
Un escritor incansable
Durante su larga vida –vivió hasta los 92 años– al-Yahiz compuso unas 200 obras en una extraordinaria variedad de temas. De éstas, sólo 30 han sobrevivido hasta hoy.
Escribió sin cesar sobre numerosas disciplinas: teología, historia natural, poesía, geografía e historia con una notable fecundidad. Sus títulos sólo dan una pálida idea de su contenido. Incapaz de mantenerse en el objetivo propuesto, los ensayos de alYahiz son magníficos paseos que llevan de anécdota en anécdota, de una digresión a otra, hasta que tanto el autor como el lector pierden de vista el tema original completamente.
En el Kitab al-haiauán (“Libro de los animales”) resume una verdadera antología sobre 350 clases de animales con análisis metafísicos, teológicos, o costumbristas. Las citas poéticas o los comentarios sirven de trasfondo al objetivo del trabajo: a través de la Creación y sus maravillas se prueba la presencia del Creador, yendo paralela la apologética del Islam. Allí demuestra un gran amor por los libros con un largo pasaje en donde prodiga sus elogios a los libros y bibliotecas.
Precursor de Darwin
Pero lo más importante es que en el “Libro de los animales” demostró la teoría de la evolución humana diez siglos antes del naturalista inglés Charles Darwin. “Ha sido comparado con los más grandes, con Brummel por la elegancia de su estilo, con La Bruyère por su pintura de las costumbres, y luego también con Voltaire, Molière, Descartes…
Un día, mientras recibía a sus amigos, las estanterías de su biblioteca se abatieron sobre su anfitrión de tal modo que sus compañeros lo creyeron muerto. ¡Al-Yahiz se enlibró!, exclamaron” (Malek Chebel, “Diccionario del amante del Islam”. Barcelona: Paidós, 2005, pp. 418-420). Sin embargo, nuestro bibliófilo sobrevivió.
Pensamiento racionalista
El Kitab al-bujalá o “Libro de los Avaros” es un tratado humorístico sobre la avaricia. Al-Yahiz se nos revela en esta obra como un precursor de Quevedo y de Montaigne en la sonrisa: “En este libro encontrarás tres cosas: argumentos originales, sutiles astucias y divertidas anécdotas”.
También nos señala el escritor: “La risa y la broma tienen ambas una medida y un justo término; cuando se los rebasa se incurre en la frivolidad, pero cuando no se les alcanza se carece del debido equilibrio”.
Musulmán devoto de raza negra, orgulloso de sus ancestros africanos, al-Yahiz consideraba el mundo físico como el signo visible de la voluntad de Dios. Su propósito al escribir el ‘Libro de los animales’ no era simplemente para entretener, sino para guiar a sus lectores en una apreciación de las maravillas de la creación de Dios, que él cree que se manifiesta en las más insignificantes como en las más grandes. Por eso escribe: “Quiero que sepáis que un guijarro demuestra la existencia de Dios tanto como una montaña, y que el cuerpo humano es una evidencia tan fuerte como el universo que contiene nuestro mundo: a tal efecto lo pequeño y lo ligero lleva tanto peso como lo grande y lo vasto”.
De al-Yahiz dice el enciclopedista bagdadí al-Mas’udi (896-957): “Cuando teme aburrir al lector, pasa de lo serio a la broma, de una sabiduría a una elegante originalidad”. Al-Yahiz fue un cultivador de la sincera amistad, el respeto humano, la curiosidad, la fina literatura y la convivencia entre todas las religiones y culturas.
Una de sus recomendaciones morales hablan muy bien de la idiosincracia y filosofía de al-Yahiz: “Un hombre que es noble no pretende serlo, del mismo modo que un individuo elocuente no finge elocuencia. Cuando un hombre exagera sus cualidades es porque en sí mismo carece de algo; el prepotente se da aires porque tiene conciencia de su debilidad. El orgullo es repulsivo en todos los hombres. Es peor que la crueldad, que es el peor de los pecados, y la humildad es mejor que la clemencia, que es la mejor de las acciones buenas” (Charles Pellat, ed., “The Life and Works of Jahiz”, Translations of Selected Texts, London: Routledge & Charles Kegan Paul, 1969, p. 233).
Al-Yahiz consideraba el mundo físico como el signo visible de la voluntad de Dios.