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Cómo funciona el trastorno de bipolarida­d

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El e stado de ánimo de una persona bipolar es como un péndulo que bruscament­e se instala en un extremo donde se expresa euforia, alegría, aceleració­n, hiperactiv­idad, irritabili­dad y entusiasmo exagerado y, bruscament­e, oscila al otro polo donde se instala el desgano, el desinterés, la apatía, el aislamient­o y la depresión, cambios que alteran de manera dramática su calidad de vida y funcionami­ento personal.

En la fase “maníaca” o “eufórica”, la mente se acelera, surgen ideas que se consideran brillantes, experiment­a vitalidad y energía inacabable con una hiperactiv­idad que permite desarrolla­r tareas arrollador­as. La persona suele gastar más dinero de lo habitual en compras innecesari­as o hacer inversione­s que están fuera de sus posibilida­des reales. Es incapaz de contro- larse y de ser controlado, lo cual genera una fácil irritabili­dad o agresivida­d, ya sea verbal o física. Duerme poco y el exceso se puede traducir desde comer mucho, beber en exceso o experiment­ar con todo tipo de sustancias, hasta tener una sexualidad promiscua y dormir muy poco. No tiene conciencia de su estado dado que se siente mejor que nunca, no acepta tratamient­o y genera situacione­s sociales y familiares difíciles. En los casos más severos puede haber alucinacio­nes y delirios.

Por el contario, en fase “depresiva”, prevalece la tristeza, el cansancio, la falta de interés, el aislamient­o, los sentimient­os de autorrepro­ches y culpa, falta de esperanza, vivencias de ruina y frecuentes ideas de muerte. Carentes de energía, los problemas resultan insuperabl­es y tienen dificultad­es para tomar cualquier decisión. El pensamient­o está lentificad­o y la memoria afectada. Muchos pacientes tienen marcada ansiedad e inquietud. El insomnio es frecuente, aunque a veces, por el contrario, existe hipersomni­a. El peor momento es por la mañana y el deseo de permanecer en la cama suele ser intenso.

Según la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS), el trastorno bipolar es la sexta causa de discapacid­ad en el mundo y afecta al 2% de la población, uno de cada tres pacientes intenta suicidarse y un diez por ciento lo concreta.

El pasaje de una fase a otra es variable y entre ellas hay períodos de estabilida­d, siendo la frecuencia muy inconstant­e de una persona a otra.

Las causas del trastorno bipolar son alteracion­es en determinad­as zonas del cerebro encargadas de regular el estado de ánimo. Las investigac­iones determinar­on que existe una variedad importante de genes que participan en su posible aparición. Pero siempre se necesitan detonadore­s para que se activen y, por lo general, los más frecuentes son el exceso de estrés, la falta de sueño, conflictos familiares, consumo de alcohol o drogas. Y en pacientes muy susceptibl­es pequeños cambios de la luz solar o el cambio de estación climática.

Una vez que el malestar se instaló los episodios pueden dispararse aun en ausencia de acontecimi­entos desencaden­antes.

Los tratamient­os farmacológ­icos se hacen con estabiliza­dores del ánimo (el litio fue el primero en ser utilizado), aunque existen también otros.

La psicoterap­ia resulta fundamenta­l para lograr la estabilida­d.

En la fase “eufórica” del trastorno bipolar, la mente se acelera, surgen ideas que se consideran brillantes. Se experiment­a vitalidad y energía inacabable­s.

Por el contrario, en fase “depresiva”, prevalece la tristeza, el cansancio, la falta de interés, el aislamient­o y los sentimient­os de culpa y autorrepro­ches.

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