Clarín - Viva

EL PUMA GOITY, MAS ALLA DE LOS PREJUICIOS

Lazos. Gabriel Goity hizo valer su vocación artística frente ala oposición de sus padres. El papá, militar y amante de la buena lectura y la música, aprobó su plan cuando vio que actuar lo hacía feliz .“Es el crítico más jodido que tengo”, afirma el Puma.

- CON JOSE EDUARDO ABADI

HIJO DE UN MILITAR, SE DEDICO A LA ACTUACION CONTRA LA OPINION DE LA FAMILIA: “MIS PADRES ACEPTARON MI VOCACION CUANDO ME VIERON FELIZ”.

T

e conocí cuando tenías prestigio y cuando estabas intentando convertirt­e en unactor estable y popular del espectácul­o argentino. Hoy los os y de sobra. ¿Cómo se dio este proceso? Te metiste en cosas que no eran convencion­al es.

Siempre puse la energía en actuar. Trabajé y me honra haber estado en muchísimos sótanos, haber pasado la gorra en plazas. En ese momento, el

undergroun­d era en San Telmo. Trabajaba en esos lados y nunca me puse objetivos, mi objetivo era actuar. Para actuar, tenía que estar en determinad­os lugares. Con Claudio Martínez Bel, un amigo, teníamos una especie de dúo llamado “Los galangrote­s”. Éramos off del off. Siempre es difícil para un actor que no tiene contactos o que no pertenece aun acierta manada de gente. Con Claudio dijimos: “Si no tenemos teatro, vayamos a pedir permiso para actuar”. Nuestro espectácul­o estaba basado en

La fiaca, de Ricardo Tales nik. Esto era por el ‘84 y el ‘85. Ibamos a las parrillas ya restaurant­es a pedir permiso. Ytodo nació cuando fuimos a trabajar de mo-zosa Villa Gesell.

¡¿Trabajaste de mozo?!

Claro. Des puésdea tender a la gente todo el día, íbamos a pedir permiso a los boliches para montar nuestro espectácul­o. Y pasábamos la gorra. Lo terminamos haciendo en el teatro Cervantes y en festivales de teatro. Eramos solos y jóvenes. Nos bancábamos.

¿Siempre deseas te actuar? Sé que tu abuelo te inspiró mucho.

No desde siempre. Mi abuelo influyó en lo que tiene que ver con crear una coyuntura cercana almundo artístico, en el sentido de ver buen cine, tener buena lectura y en casa siempre hubo buena música. Eso, sin duda, fue preparando terreno. La gran posibilida­d maravillos­a de vivir en El Palomar, con los potreros y los grandes árboles, en donde desarrollá­bamos nuestra actividad de fútbol y de juegos. Esos héroes que leía, los plasmaba en la plaza de los Aviadores: elombú–que sigue estando–pasaba de ser un barco a ser un castillo.

¿El abuelo que te inspiraba era paterno?

Era el papá de mi mamá, abuelo catalán. Una maravilla. También estaba la presión delos man datos… Cuando terminé la primaria, amis 11 años, me dijeron: “¿Querés bachillera­to o comercial?”. Y

yo no sabía de qué me estaban hablando: “¡Me cuesta definir entre la crema y el chocolate y me están pidiendo que elija entre esos!”, pensaba. Me pareció un poco mucho, de casualidad la emboqué con bachiller y, obviamente, a los 16 ya me estaban preguntand­o qué iba a hacer con mi vida.

¿La presión era más de tu madre o de tu padre?

Papá, que era militar, funcionaba como la voz cantante; mamá, maestra, como cómplice.

Y en tono marcial.

En tono de: “No quiero vagos”. Mi papá decía que nos iba a perseguir hasta que termináram­os la secundaria y, después, “van a trabajar o estudiar”. Intenté cosas muy variadas: pasé de guardaparq­ue a Derecho; de Ciencias Agrarias a Medicina.

Ahí hay dos posibilida­des: o te gustaba todo o te gustaba esa otra cosa que no habías descubiert­o.

Quería ser marino mercante, quería meterme en un barco y navegar. Pero entre el barco y yo, se interponía la matemática y siempre fui muy malo. Eso no me dejó abordar. Me tuvieron un año y medio en la academia intentando que hiciera un cálculo como la gente, le explicaban: “No es que tenga mala voluntad, simplement­e es un asno”. Así y todo, me presenté en la escuela náutica para dar mi examen, porque quería ser marino mercante, pero me hicieron de goma: no le pegué ni a un ejercicio y fue una gran frustració­n para mí.

Y una gran suerte para el teatro.

Te agradezco mucho. Así que empecé a deambular en las carreras que te conté.

Había unas ganas de conformar el mandato de tus padres, este “ser y hacer algo serio”.

Exacto, muy común en esa época. En mi caso, gracias a Dios, apareció la colimba y me dio un año para decir: “No me jodan, estoy sirviendo a la Patria” (se ríe). Estando en la colimba y haciendo largas horas de guardia, hablando con compañeros…

¿En la colimba apareció la fantasía de ser actor?

Sí, en esas horas largas e interminab­les.

Un padre militar, que le pide que sea cualquier cosa menos actor, logra que su hijo decida, en la colimba, que quiere ser actor.

“¿ Si estoy en pareja? Hago lo que puedo... Antes creía en los amores imposibles; hoy yo soy imposible.” ...

Exactament­e, fijate vos. Hablando con mis compañeros, empecé a darme cuenta de que quería eso. Como en esa época no daban más la baja, daban franco a los que estaban estudiando; entonces, me anoté en la Licenciatu­ra en Geografía.

¡No te lo puedo creer!

Sí, dije: “Estudio Geografía y, a la noche, teatro”. Pensaron que estaba demente y tenían razón… Lo estoy. En el curso de ingreso la pasé bárbaro: eran 78 compañeras y yo... ¡Imaginate que venía de la infantería de La Tablada! Lo que pasa es que tenía que estudiar los ríos, los desaguader­os… Hasta que junté valor y, en una cena histórica, mi padre me preguntó cómo estaba con los exámenes de Geografía y ahí le dije que no lo iba a hacer.

¿Hay recuerdo de esa noche?

Sí, ¡cómo no! Se hizo un silencio difícil. Dije: “Puedo entender que no te guste, pero voy a ser actor”. Él se levantó y se fue a su cuarto. Mamá intentó decirme que lo podía hacer como un hobby.

El hobby era el recurso que tenían los padres para que los chicos quedaran lejos de cualquier carrera que no fuera la consensuad­a como seria.

Exactament­e. Pero resulta que conté con dos ángeles: trabajando en una obra social, un año anterior a la colimba, me tocó un jefe que era actor. Y yo, archivando, escuchaba cómo hablaba de los ensayos. Y un compañero del conservato­rio suyo trabajaba en el Gas del Estado. Yo atendía el teléfono y le pasaba con su amigo. Él vivía en Caseros y yo en El Palomar… En una oportunida­d, le pedí a mi jefe si me dejaba ir a un ensayo; la obra era dirigida por este empleado de Gas del Estado y por mi jefe. Cuando terminé, les confesé que yo quería ser actor y ellos me recomendar­on ir a French y Aráoz, donde hoy está el IUNA. El mejor premio que tengo es el Pablo Podestá, que es el que entrega la Asociación Argentina de Actores por la trayectori­a. Ellos me preguntaro­n quién quería que me entregara ese premio y tuve el honor de convocar al ex empleado de Gas y a mi jefe. El ex empleado se llama Jorge Marrale; mi jefe, Osvaldo Santoro.

¡Impresiona­nte!

Imaginate lo lindo que te regala la vida. Ellos me recomendar­on el conservato­rio, ellos recién estaban empezando a trabajar profesiona­lmente. Me acuerdo de poner en la tele Hombres en pugna, el programa en el que Jorge había empezado a trabajar, y decirle a mi familia: “Él es el tipo de Gas del Estado, yo le atiendo el teléfono”.

Y entraste al conservato­rio.

Sí. Fue un antes y un después en mi vida.

¿Ahí quedaron atrás Los Galangrote­s?

Empecé a estudiar teatro en el ‘81 y Los Galangrote­s vineron tres o cuatro años después.

Quiere decir que, luego de entrar al conservato­rio, empieza el itinerario de empezar a ver cómo existir como actor o, como decís vos, para empezar a actuar.

No, nunca pensé en eso. Me puse a actuar. Entré ahí porque en otros lugares era una vez por semana y encima había que pagar. El Estado me daba la posibilida­d de hacer teatro, todos los días, y tener materias como pintura y canto. Y con un título terciario.

Pero no era fácil entrar.

No, por eso, sin dudas, fue glorioso. Era lo que me colmaba las ganas de estar toda la semana estudiando teatro y, los fines de semana, me juntaba con mis

compañeros y nos organizába­mos para hacer teatro en las casas o en el conservato­rio. Era la gloria. Cuando yo hacía el under, que lo amé, envidiaba a la gente que hacía comercial: porque yo hacía los viernes y los sábados; los que estaban en comercial, de miércoles a domingo. ¡Podían hacer teatro todos los días!

¿Tus padres cuándo lo aceptaron?

Cuando me vieron feliz. Los entiendo, siempre tuve una mirada piadosa. Mis padres siempre fueron francos, nunca me prohibiero­n nada, me daban su punto de vista. Mi papá nunca me dijo: “Eso no lo vas a hacer”.

Una convención distinta que tenemos como imagen de un militar.

Es más, me decía: “Sabés que acá el plato de comida para vos está siempre”. Y se lo agradezco. Hoy papá tiene 90 y mamá, 86. Siempre vinieron a verme. Le pedía a papá que por favor no viniera a verme al conservato­rio en saco y corbata, y me decía: “Es mi forma de ser. Los respeto a ustedes, respétenme a mí. Si mi hijo actúa, voy a ir de traje”. Y así fue. Siempre me siguieron y es mi crítico más jodido.

¿Pero entendía como para criticar?

Sí, ¡cómo no va a entender! La música y los libros de casa eran de mi papá.

Qué imagen distinta que uno podría llegar a tener de un militar...

Los prejuicios… Han destruido a nuestro país. Hay militares como Mosconi, qué sé yo.

¿A qué edad te casaste?

No me casé nunca, pero conviví con las madres de mis dos hijos.

¿Y actualment­e estás en pareja?

Y... actualment­e, hago lo que puedo. Antes creía en los amores imposibles; hoy, yo soy imposible.

¿Alguno de tus hijos imagina su futuro como actor?

Espero que no. Bautista tiene 16 y Valentín, 10. Si me piden opinión, parezco mi viejo. Pero nadie le va a prohibir nada, al contrario. Me gusta ser un padre presente. Es mi mayor orgullo. Una vez, un hermano mayor me dijo: “Dale certezas a tus hijos. Si les decís que vas, vas; si no podés ir, les decís que no podés ir. No digas cosas que no podés hacer”.

¿Algún deseo pendiente?

Seguir con este deseo y esta gloria de seguir teniendo funciones. Tengo las mariposita­s. Ese es el proyecto: las ganas. Después, vendrá lo que venga. El proyecto es actuar. Levantarme y decir: “Hoy actúo”.

 ??  ??
 ??  ?? PRODUCCION: MARIBELLEO­NE- FOTOS: RUBENDIGIL­IO
PRODUCCION: MARIBELLEO­NE- FOTOS: RUBENDIGIL­IO
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina