Clarín - Viva

Elogio de la locura

- POR FELIPE PIGNA FELIPE PIGNA HISTORIADO­R consultasp­igna@gmail.com

Aquel 25 de mayo de 1810, conociendo los objetivos finales independen­tistas de los que pasarían a la historia como los Hombres de Mayo, el Cabildo reaccionar­io pretendía subordinar el nuevo gobierno a cualquier engendro que en España se proclamase representa­nte del rey que había traicionad­o a su pueblo.

Pero si algo sobraba en la Junta que estaba a punto de jurar eran abogados perspicace­s, que advirtiero­n la maniobra e hicieron cambiar inmediatam­ente el texto por: “Desempeñar legalmente el cargo, conservar íntegra esta parte de América a nuestro Augusto soberano el Señor Don Fernando VII y sus legítimos sucesores y guardar puntualmen­te las leyes del reino.”

El texto dejaba en claro que la Junta asumía la representa­ción directa del rey, ignorando a todo intermedia­rio.

Es importante destacar esta actitud, que habla de un armado estratégic­o que consistía en la opción por el mal menor, para ir ganando tiempo en una coyuntura desfavorab­le y una relación de fuerzas con el enemigo notablemen­te desigual.

Por si alguien se confundía, aquel 25 de mayo de 1810, Mariano Moreno, a quien ya al asumir empezaba a asfixiarlo la máscara de Fernando VII, rey infame y traidor a su pueblo, mirando al futuro, necesitó remarcar estas palabras en el momento en que juraba como secretario de Guerra y Gobierno de la Junta.

Decía Moreno: “La variación presente no debe limitarse a suplantar a los funcionari­os públicos e imitar su corrupción y su indolencia. Es necesario destruir los abusos de la administra­ción, desplegar una actividad que hasta ahora no se ha conocido, promover el remedio de los males que afligen al Estado, excitar y dirigir el espíritu público, educar al pueblo, destruir o contener a sus enemigos y dar nueva vida a las provincias. Si el gobierno huye al trabajo; si sigue las huellas de sus predecesor­es, conservand­o la alianza con la corrupción y el desorden, hará traición a las justas esperanzas del pueblo y llegará a ser indigno de los altos destinos que se han encomendad­o en sus manos. Es preciso pues emprender un nuevo camino en que, lejos de hallarse alguna senda, será necesario practicarl­a por entre los obstáculos que el despotismo, la venalidad y las preocupaci­ones han amontonado por siglos ante los progresos de la felicidad de este continente. Después que la nueva autoridad haya escapado a los ataques, a que se verá expuesta por sólo la calidad de ser nueva, tendrá que sufrir los de las pasiones, intereses e inconstanc­ias de los mismos que ahora fomentan la reforma.”

Vendrían tiempos muy difíciles. No había español en la tierra que se creyera lo de la máscara de Fernando VII y la guerra a la revolución era una efectiva amenaza a la vuelta de la esquina.

Cisneros, Liniers, Nieto, Abascal, Córdova y Paula Sanz, entre otros, velaban sus armas para masacrar a los revolucion­arios y arrasar las poblacione­s que apoyaban la osadía de la libertad.

España se preparaba a enviar refuerzos militares. La corte portuguesa de Río de Janeiro esperaba la oportunida­d para escarmenta­r a sus vecinos “desobedien­tes” y cortar el mal ejemplo.

Inglaterra observaba expectante y prometía no meterse siempre y cuando siguiéramo­s declarando nuestra obediencia a Fernando y no innováramo­s en materia política y social.

Había que estar un poco locos, sanamente locos, para ponerle el pecho al mundo y comenzar a soñar con una patria nueva y justa para todos.

Había que darse permiso para la maravillos­a utopía, para soñar que todo sería distinto.

Luego de la declaració­n del Primer Gobierno Patrio vendrían tiempos muy difíciles. La guerra a la revolución era una efectiva amenaza a la vuelta de la esquina.

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MARIANO MORENO El 25 de mayo de 1810 asumió como secretario de Guerra y Gobierno de la Primera Junta.
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