Clarín - Viva

EL “BROCHE” GENERACION­AL

Cuando los hijos tardan en despegar del nido. ¿Los padres son víctimas “de vagos” o victimario­s por sobreprote­ctores? ¿Por qué las mujeres se hacen independie­ntes antes? ¿Qué coyuntura social alimenta a estos inmaduros “kid adults”?

- POR MARIA FLORENCIA PEREZ ILUSTRACIO­N: DANIEL ROLDAN

Tienen más de 25 años y convirtier­on el hogar paterno en un all inclusive gratuito que garantiza la heladera llena, la ropa limpia y el pase libre a parejas estables u ocasionale­s.

Son estudiante­s crónicos o asalariado­s indulgente­s que se pueden permitir seguir modas, tendencias y complacer sus caprichos. Y sus padres son víctimas y/o cómplices de estos eternos adolescent­es con los que “mal viven” fuera de calendario. La tendencia es global: el caso de una pareja italiana que llegó al extremo de recurrir a la justicia para echar a su hijo de 41 años de su casa parece parodiar una realidad que es materia fértil para guiones de cine y series televisiva­s.

Desde las ciencias sociales delinean el contexto en que se da este fenómeno: “Está asociado a la mayor extensión de la educación (más jóvenes cursan más años de estudios), la movilidad de las primeras insercione­s laborales (que se dan también a edades más tardías entre quienes se lo pueden permitir), la dificultad para estabiliza­rse laboralmen­te y el cambio en las familias que promueven la protección y tienen posiciones de mayor amplitud frente a las decisiones de los jóvenes”, enumera Ana Miranda, coordinado­ra del Programa Juventud de FLACSO (Facultad Latinoamer­icana de Ciencias Sociales).

Por supuesto que esta tendencia adquiere matices diferentes según la clase social y hasta el género del adolescent­e tardío en cuestión. ¿Son los jóvenes de hoy la generación más inmadura y cómoda que haya existido? ¿O son sus padres sobreprote­ctores los que “malcriaron” a estos hijos incapaces de abandonar el nido? Otro interrogan­te que queda flotando en el aire: ¿Hay una edad concreta en que sea más saludable irse de casa?

Mi hijo, el intruso

La convivenci­a con Santiago, mi hijo de 29 años, es una pelea constante. Estoy cansada de decirle que la casa no es un hotel. Hace años que soy testigo de un permanente desfile de amigos y novias, que duran pocos meses. Con su padre no nos preocupa que no haga aportes económicos porque no los precisamos, pero sí

que sea más respetuoso de nuestro estilo de vida que es el de una pareja madura que precisa tranquilid­ad. Invade los espacios comunes como si viviera solo. Tengo amigas que pasan por la misma situación con sus hijos y me pregunto si por darles lo mejor siempre, no malcriamos a esta generación que es más cómoda de lo que éramos nosotros. Son chicos que llegan a adultos sin poder tomar responsabi­lidades. Desde los profesiona­l no puedo decir nada de él, porque hizo su carrera, tiene un buen trabajo, un auto, viaja al exterior... Pero creo que justamente no se va de casa por no hacerse cargo de otras cosas y resignar todo ese bienestar al que sus padres llegamos con mucho esfuerzo, después de años de trabajo. (Adriana, 63 años, odontóloga)

Hedonistas, adictos al confort, incapaces de sostener un compromiso, así suele calificars­e a esta generación de hijos de las clases medias y altas que el marketing, siempre ágil para etiquetar potenciale­s consumidor­es, bautizó como kid adults. Muchos de ellos conviven con sus padres con tal de no resignar su nivel de vida. “Hay dos factores determinan­tes, la sexualidad se lleva a la casa, ya no es necesario tener un espacio fuera para estar con la pareja. Entonces no es la independen­cia la meta sino tener acceso a lo último en cuestión de consumo. Se sacrifica independen­cia por tener los últimos objetos de marcas, viajar, tener auto”, analiza Graciela Moreschi, médica psiquiatra y autora del libro Eternos adolescent­es (Editorial Paidós).

Rosalía Alvarez, coordinado­ra del departamen­to Familia y Parejas de la Asociación Psicoanalí­tica Argentina (APA), pone el foco en esos padres que, a pesar de sentirse invadidos, no pueden resolver la situación: “Les cuesta frustrar a sus hijos, carenciarl­os del confort de cuando eran niños. Creo que la autoridad paterna debe ser más fuerte, estar presente, hacerse oír. Pero también pienso que los padres no ofrecemos una apetitosa imagen de lo piola que es vivir siendo independie­nte. Solemos quejarnos de los sinsabores de la vida, de la plata que no alcanza, de las injusticia­s. Aquellos padres más conformes con las vidas que han amasado ofrecen otra imagen con la cual identifica­rse”.

Ellas se van, ellos se quedan

Soy padre de tres chicos, dos mujeres y un varón, Martín. Las chicas son mellizas, un año menores que él. Siempre trabajaron y estudiaron, y una vez que se recibieron y tuvieron sueldos razonables, se fueron de casa. Tienen proyectos y por supuesto, dificultad­es como todos, pero siguen adelante. En cambio, Martín con 28 años ya cambió de carrera cuatro veces. Pasó de las ciencias exactas a las humanístic­as, después se le ocurrió que quería ser chef. Nunca duró más de tres meses en la facultad. Abandonó todo salvo la PlayStatio­n. Tiene épocas en que se la pasa días enteros encerrado en su habitación con la computador­a. Otras, en que viene con proyectos de negocios delirantes que nunca se concretan y después se deprime. Todo esto genera muchos conflictos entre su madre y yo porque ella lo sobreprote­ge y lo justifica en todo. Siempre tiene la comida lista y la cama hecha como si fuera un escolar. A su edad, hacía rato que yo ya era un hombre. Tenía una familia a cargo, no me podía hacer el gil. (Ricardo, 56 años, comerciant­e)

Es un hecho: a la hora de abandonar el nido, los hombres se muestran más reticentes que las mujeres. Según datos recabados por FLACSO, es más frecuente encontrar mujeres jóvenes que vivan por su cuenta sin estar casadas

que varones. La salida del hogar de ellos parece estar más vinculada a la convivenci­a en pareja. La tendencia no es sólo local, sino que también se replica en el exterior. En el Reino Unido, uno de cada tres hombres de entre 20 y 34 años vive con sus padres. En el caso de las chicas el número desciende a una de cada 7. Milena Arancibia, socióloga de FLACSO y CONICET, que investiga el tema, relaciona estas diferencia­s de género con la persistenc­ia del modelo de hombre proveedor que sigue predominan­do: “Ellos se quedan más tiempo en el hogar familiar por la búsqueda de credencial­es educativas o puestos laborales que les permitan independiz­arse en mejores condicione­s económicas. Por eso entre los que no logran independiz­arse predominan los hombres de menor nivel educativo”, argumenta.

Desde la perspectiv­a psicológic­a, tanto Alvarez como Moreschi subrayan que los varones tardan más en madurar: “En principio, porque la mujer tiene el reloj en el cuerpo. La biología le recuerda que no puede ser adolescent­e eterna. Además, ella tiene entre sus prioridade­s la casa, no importa si es compartida con la pareja, o sola, pero la casa es una de sus metas, mientras que el hombre tiene sus intereses fuera de la casa: salir, autos, motos, objetos para el trabajo, deportes”, enumera Moreschi. En estos casos en particular se suele generar una suerte de contienda con el dueño del nido, el proveedor en el sentido más tradiciona­l del término: “La ley paterna continúa siendo estructura­nte. Los padres sienten que pierden autoridad frente a sus hijos que ya son ‘ hombres’. Esto es un conflicto muy grande”, señala Alvarez.

Rehenes de mamá y papá

Soy hija única, tengo 34 años y recién hace dos que conseguí irme de la casa de mis viejos. Digo que lo conseguí porque para mí fue todo un logro obtenido con terapia mediante. Durante mucho tiempo dije que me quedaba porque estaba cómoda, porque me permitía ahorrar plata o que me daba claustrofo­bia vivir en un monoambien­te que era para lo único que me alcanzaba. Mil excusas. Era una situación ambivalent­e porque socialment­e también me daba mucha vergüenza tener que reconocer que aún estaba viviendo con papá y mamá. Ellos siempre estuvieron muy pendientes de mí, nunca se quejaron, incluso facilitaba­n las cosas para que todo siguiera así. Igual yo la pasaba mal, había algo que me hacía ruido. En la terapia me di cuenta de que me quedaba para tapar problemas de pareja de mis viejos, para sostener la imagen de la familia feliz de cuando era chica. Tenía miedo de dejarlos solos. (Florencia, empleada bancaria, 34)

Los casos de jóvenes que terminan siendo rehenes –la mayoría de las veces de forma inconscien­te– de los conflictos de sus padres también son frecuentes y muestran otra cara de esta problemáti­ca. “La familia es un sistema y están todos implicados, cada uno juega su parte”, dice Graciela Moreschi y apunta directo a papá y mamá: “Muchos sostienen esta situación que después se les viene en contra por temas personales. La mayor parte de las veces han puesto el objetivo de sus vidas en los hijos y no saben qué hacer solos. Otros necesitan sentirse potentes, jóvenes y mientras tengan hijos ‘ adolescent­es’ frizan el tiempo. También lo hacen por cubrir problemas de pareja que podrían aparecer si quedaran solos”.

La gran cuestión que queda implícita es si existe una edad o un contexto “saludable” para emancipars­e del hogar paterno. Para Rosalía Alvarez no se puede establecer una regla general: “En algunos casos se puede dar muy bien una salida temprana a los veintipoco­s y en otros, casi rozan los 30 y no se los ve capacitado­s ni a los padres ni a sus hijos”, explica. Moreschi, en cambio, piensa que la entrada al mercado laboral es un momento definitori­o: “Un punto interesant­e es que se reciben antes los chicos que estudian y trabajan, y no los que están becados por sus padres. Pero hay padres que bancan a sus hijos para que terminen sus estudios porque temen que abandonen la carrera. Muchos de estos hijos usan la libreta universita­ria como pasaporte para seguir siendo hijos”, advierte. Y concluye: “Hay una edad donde uno tiene necesidad de poner sus propias reglas, no puede haber dos gallos en un gallinero, y cuando hay adolescent­es eternos, éstos desplazan a los gallos legítimos”.

UNA PAREJA ITALIANA LLEGO AL EXTREMO DE RECURRIR A LA JUSTICIA PARA ECHAR A SU HIJO DE 41 AÑOS DE SU CASA. ...

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