Clarín - Viva

LA COLUMNA DEL DOCTOR ABDALA

- POR NORBERTO ABDALA

La viudez es una de las situacione­s más difíciles y estresante­s por las que puede atravesar una persona, no sólo porque implica el duelo por la pérdida de la pareja, sino porque además involucra cambios en las rutinas, la economía y la vida social.

En este sentido, la muerte de la pareja es la entrada a una etapa de cierta despersona­lización, con frecuencia asociada a una “reinvenció­n” de la persona, que debe aprender a vivir en soledad.

En principio, nadie se recupera rápido y es necesario que el tiempo permita, poco a poco, ir recuperand­o el equilibrio emocional, que es el fin de un duelo “bien hecho”. Este implica –además del dolor– una cierta renegociac­ión personal, para adaptarse a la nueva situación y reedificar una nueva realidad.

En la viudez, un tema difí- cil y muchas veces tabú es el de la sexualidad.

Obviamente, el deseo sexual desaparece o se desdibuja durante el duelo, ya que el sexo está relacionad­o con la vitalidad y se opone a lo que implica la vivencia del dolor, centrado en la muerte.

Pero puede ocurrir que, pasado un tiempo, el deseo sexual reaparezca y en ese caso, estaremos quizás frente al principio de culminació­n del proceso de duelo.

Ocurre a menudo, sin embargo, que esa recuperaci­ón genere culpa en la viudez (¿“cómo voy a disfrutar o gozar si él/ella se murió”?). Hay quienes pueden interpreta­rla como una “deslealtad” hacia la pareja fallecida.

Para muchas personas, incluso –sobre todo los mayores–, la sexualidad en la viudez aparece asociada a la “obscenidad”.

Esa interpreta­ción moral muchas veces dificulta la recuperaci­ón del deseo sexual: la persona se censura, no sólo por los demás ( hijos, familiares, amigos), sino porque ella misma dota a la situación de una carga negativa.

Estas situacione­s se profundiza­n aún más si quedan asociadas al mito de que “las personas mayores carecen de deseo sexual”.

En realidad, la sexualidad no se pierde con la edad y, por el contrario, no sólo se mantiene –pasado el duelo– sino que muchas veces se intensific­a la necesidad de afecto, de cariño, de ternura y el gusto por el contacto físico.

Pero cuidado: sexualidad no es sinónimo de genitalida­d.

Sara Iajnuk, médica gerontólog­a, afirma que: “La capacidad de amar es tan importante como comer, dormir o trabajar. No hay que pensarla en segundo plano, o como algo poco trascenden­te, a ninguna edad. Quizás ya no entre en juego el sexo puramente físico en la vejez, pero hay un compromiso emocional muy grande, entre las personas de edad avanzada”.

Esta autora sostiene que “la genitalida­d incluye la penetració­n por los órganos genitales. En cambio, en la sexualidad de los mayores están en juego el erotismo, las caricias. Se establece otra intimidad que se lleva a la cama. Entran a jugar los sentimient­os, los pensamient­os, la totalidad de la persona”.

Sin duda, un tema complejo que implica aceptar que, aunque la sexualidad se construye en pareja, se origina en una condición humana individual, que se presenta –y esto es saludable– de maneras distintas, en las diferentes etapas de la vida.

El deseo sexual desaparece o se desdibuja durante el duelo, ya que está relacionad­o con la vitalidad. Pero puede ocurrir que pasado un tiempo, el deseo sexual reaparezca y en ese caso quizá se esté frente al principio de culminació­n del duelo.

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NORBERTO ABDALA DOCTOR EN MEDICINA. PSIQUIATRA. DOCENTE UNIVERSITA­RIO. norbertoab­dala@gmail.com

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