Clarín - Viva

Un hombre que aprende y sigue creciendo

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De entrada fue un encuentro fluido y en el que la confianza se instaló de inmediato. Goyco estaba dispuesto a meterse y a explorar conmigo aquellas cosas que le ocurrieron y lo marcaron. Conoce el pueblo, el suyo, y transitó el deporte amateur, el club local y creció hasta alcanzar, por momentos, el estado ambiguo del ídolo. A veces sentía que hasta él mismo se impactaba por las sorpresas que el mundo deportivo le tenía preparadas. Una lesión del titular de la Selección Argentina de ese momento lo ubicó en un lugar posible pero, en cierto sentido, inimaginab­le: nada menos que defender el arco en una Copa del Mundo. Y ya no se trataba solo de un equipo, sino que detrás estaban las expectativ­as de millones de argentinos. Algo que tiene que ver con un aspecto intrínseco a su carácter le permitió escapar de un estrés paralizant­e o inhibitori­o y así, entonces, poder jugar. Verbo éste que, en diferentes ambigüedad­es y tareas de su vida, no olvida nunca. Esto no quiere decir –por supuesto– que no haya sentido ansiedades, mochilas enormes y el sentido de lo que estaba definiendo en cada uno de los penales. Y tiene la posibilida­d de enganchars­e –como ustedes han visto en la entrevista– con la conmoción afectiva, la variable de una dependenci­a reactiva (casi podría decir). Cuando, al retirarse,, la pertenenci­a que da una identidad quedó en jaque, lo superó bien. A esto le continúa una de las claves importante­s en la personalid­ad de Goycochea: una amistad consigo mismo preservó su autónomo “yo”. La otra, indispensa­ble y una pieza fundamenta­l en el desarrollo de su vida, es el vínculo cotidiano con su mujer y el ejercicio de la compleja, pero siempre rica, paternidad. Goycochea hizo, hace y sigue haciendo diversas actividade­s que le permiten seguir aprendiend­o y creciendo. ¡Suerte!

(*) Psicoanali­sta y escritor

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