Estos escenarios eran el hábitat original del huemul. Hoy, allí, casi no se los encuentra. ...
cada vez más endogámica, lo que debilita a toda la especie. En la zona de Bariloche, por ejemplo, quedan tan pocos que “ya no cumplen ninguna función en el ambiente”, dice Pastore. Los herbívoros dispersan, por ejemplo, las semillas de lo que va a ser un bosque mediante sus heces. Una especie introducida nunca puede sustituir la pieza original que está perdida. “Es imposible reemplazar una especie con otra que no evolucionó durante millones de años junto a todas las demás. Falta una, afecta al resto”, agrega.
Qué pasó. Lo que corrió al huemul de su sitio natural fue la actividad ganadera con la llegada de los primeros pioneros. Entonces, arribaron también las enfermedades del ganado doméstico (ovejas, vacas y caballos), como la aftosa. Los ciervos no tenían defensas para virus desconocidos por su sistema inmunológico, y se murieron de la misma forma que los habitantes originarios de las Américas fueron diezmados por las enfermedades traídas por los españoles. Los pioneros venían, además, con perros. Y cazaban huemules para darles su carne. Los propios perros también empezaron a depredarlos. El huemul aprendió a defenderse del puma, que caza agazapado, pero no de un canino. “Cuando ves un huemul se te queda mirando. No sienten temor al hombre. Hay relatos de que lo cazaban a cuchillo porque es un animal confiado”, dice Pastore.
Y, finalmente, la llegada de otro ciervo importado de Europa, el colorado, terminó desplazándolo de su hábitat original. “Ese fue el tiro de gracia”, explica Pastore. Cuando una especie exótica ocupa el espacio de otra, nada bueno puede pasar. La Patagonia está llena de exóticas. No sólo animales. También vegetales. Y ese es un factor que contribuyó a la alarmante erosión del suelo (nuestro sustento más básico), justo en una región donde el viento sopla con fuerza de dioses.
Esperanza. Sin haber podido encontrar al huemul en la zona del Parque Nacional Perito Moreno, decidimos desplazamos hacia el Sur, a El Chaltén, donde está el Parque Nacional Los Glaciares. Algunos kilómetros de ripio, otros de asfalto. Una parada en Gregores. Pastore, que sigue con nosotros, nos lleva esta vez a la cumbre de un cerro, el Polo, que nos hace su-
bir a pie por donde no hay ni una huella. El río Las Vueltas, con sus consecuentes meandros, es el escenario. Llueve, el terreno es resbaladizo. Ni siquiera se ve el estremecedor Fitz Roy o el cerro Torre.
Pero vamos más sobre seguro. O eso esperamos. Es que hace un tiempo, Pastore y su equipo lograron ponerle un radio collar a una hembra. La llamaron Esperanza, entre otras cosas porque la información que proporciona el instrumento que lleva encima –pesa sólo 700 gramos– aporta elementos nuevos para la ciencia del huemul. Cuándo come, cuándo duerme, cómo se desplaza, rutinas esenciales para entender cómo salvarlo. Por ejemplo, lograron diseñar un tipo de alambrado que no deja pasar a las vacas, pero sí al ciervo. Está demostrado que, donde se quita el ganado, vuelve el huemul, aunque sea de manera lenta.
Sin embargo, el primer día fue infructuoso. Varias horas de caminata y nada. Se pudo escuchar la señal que mandaba el radio collar, pero después de un rato se apagó. En ese momento, en la montaña, con la ropa mojada, con frío y hambre, era difícil pensar. Así que, al día siguiente, entonces, volvimos a intentar. O mejor dicho, lo hicieron Pastore y Rubén Digilio, el fotógrafo de Viva, que están en mejor condiciones físicas que yo. Obvio. Y luego de seis horas de búsqueda, lograron ver a Esperanza y a su cría. Fue tanta la emoción, que brindaron con un vino en la cumbre del cerro Polo.
Para que se salve el huemul, lo primero que hay que hacer es modificar el uso de la tierra en su hábitat. En una palabra, eliminar la ganadería. Ambos juntos son excluyentes. Pero aún cuando lográramos todo esto, hay otra amenaza nueva en ciernes. Y es el cambio climático. Le pregunto otra vez a Pastore, que ha bajado renovado de la montaña. “El aumento de la temperatura está afectando a los glaciares y al paisaje donde vive el huemul. Al afectar los glaciares, afecta al régimen hídrico. Alteraciones en el régimen hídrico, incluso en la temperatu- ra, va a traer cambios en el bosque, en la vegetación del entorno en donde vive el huemul. Lo que come, lo que lo protege. Se pronostica que puede haber sequías de árboles. El bosque va a cambiar. Si la especie es plástica, va a adaptarse. Y si no, es un problema más”, dice.
Y reflexiona: “Una especie es uno de los productos de millones de años de evolución. El ser humano no tiene derecho de darse el lujo de extinguir especies de animales o plantas que han tardadotanto en evolucionar. Si se extingue el huemul, también se altera el ambiente. Y puede ocurrir una cadena de extinciones”.
Entonces, que desaparezca el huemul no es sólo un hecho pintoresco. Su extinción o, por caso, la gran extinción de especies, representa algo más grande que el recuento de bichos que se van de la lista de la vida. Su ausencia del ambiente redundará en la producción de oxígeno, de agua, de tierra fértil. En una de esas, no sólo estamos hablando de ellos, sino también de nuestra propia suerte.