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METEORITO CRIOLLO EN UN PROYECTO ARTISTICO

El meteorito de Guillermo Faivovich y Nicolás Goldberg. Hace más de diez años que estos dos artistas argentinos exponen por el mundo dos piedras cósmicas que cayeron en Chaco -El Taco y El Chaco- como si fueran obras de arte. Tras consagrars­e en Alemania,

- POR JOSE MARIA FERNANDEZ - FOTOS: ARIEL GRINBERG

LOS ARTISTAS NICOLAS GOLDBERG Y GUILLERMO FAIVOVICH GIRAN POR EL MUNDO EXHIBIENDO, EN MUSEOS Y GALERIAS, FRAGMENTOS DE UN CUERPO CELESTE QUE CAYO EN EL CHACO.

La escena debe haber sido sublime: cientos de meteoritos en llamas cruzando el cielo para estrellars­e en un rincón áspero del Chaco. Ocurrió 4 mil años atrás, pero el fenómeno había empezado a engendrars­e mucho antes, cuando una masa de 800 toneladas de hierro, formada hacía miles de millones de años, se desprendió del cinturón de asteroides que se encuentra entre Marte y Júpiter y comenzó su carrera hacia la Tierra. Al atravesar la atmósfera, el bólido estalló en pedazos y cayó como un racimo incandesce­nte en la zona que hoy se conoce como Campo del Cielo.

Los meteoritos sacudieron la región para siempre. Alteraron la geografía con sus cráteres, pero también la vida de las personas: la del pueblo mocoví que los hizo sagrados; la de los conquistad­ores desconcert­ados; la de coleccioni­stas y traficante­s, siempre detrás de algo único; la de investigad­ores obsesos con el origen del universo. Y, más acá, las vidas de Guillermo Faivovich (40) y Nicolás Goldberg (39).

Faivovich y Goldberg son artistas, pero podrían pasar por científico­s, historiado­res o detectives. Desde hace más de una década, trabajan en Una guía a Campo del Cielo, un proyecto de investigac­ión que busca reconstrui­r la historia del lugar y, al mismo tiempo, generar imágenes, ideas y discursos que hablan más del ser humano que del Sistema Solar. “La primera vez que alguien escribió sobre esos meteoritos fue en 1576”, dice Faivovich. “Desde entonces –en realidad, desde mucho antes–, toda una rama de seres humanos se vinculó con ellos. Nosotros somos parte de esa historia en desarrollo.”

Como artistas, F&G expusieron pinturas, fotografía­s, instalacio­nes y videos vinculados a Campo del Cielo, pero su apuesta más radical quizás haya sido llevar los meteoritos a galerías y museos, y así transforma­rlos en obras de arte. Como la Fuente de l francés Marcel Duchamp, pero en plan astral: “ready-mades cósmicos” o su versión en francés, objets trouvés (“objetos encontrado­s”) caídos del cielo.

Se conocieron en 2005, en un asado con amigos en común. Goldberg había vuelto a la Argentina hacía poco, después de pasar un tiempo estudiando fotografía en Nueva York; Faivovich llevaba unos años mostrando sus obras

–fotos, pinturas– en distintas galerías. “Enseguida empezamos a tantear nuestros intereses, como en un intercambi­o de figuritas”, dice Goldberg. “Nos dimos cuenta de que compartíam­os el amor por cuestiones cósmicas: nos fascinaban las imágenes del espacio.” En aquel almuerzo hablaron por primera vez de Campo del Cielo. Faivovich conocía la historia desde chico y estaba obsesionad­o con esos gigantes de hierro más antiguos que la Tierra. Quería hacer algo con esa pulsión, así que Goldberg le propuso una expedición al Chaco.

¡ Eureka! El 30 de mayo de 2006, F&G se subieron a un Clío ‘99 y salieron con rumbo norte. El objetivo era llegar a la localidad chaqueña de Gancedo, en el límite con Santiago del Estero, y conocer El Chaco, el segundo meteorito más grande del mundo. En el camino hicieron escalas para ver especímene­s de Campo del Cielo que se exhibían en otros puntos del Litoral. En Rosario vieron El Mataco; en Rafaela, El Silva. A cada paso, el universo se expandía: aquel viaje fue su big bang. “En ese primer acercamien­to entendimos que había una historia. Era cuestión de ponerse a cavar”, dice Goldberg.

Lo que sucedió cuando llegaron quedó registrado en un video y se puede ver en El ojo en el cielo (2013), un documental de Andrés Di Tella y Darío Schvarzste­in. La secuencia muestra, a través del parabrisas, cómo el auto avanza entre árboles por un camino de tierra apenas demarcado. Enseguida, la senda dobla a la izquierda y al fondo aparece El Chaco, un pedazo de hierro informe acomodado sobre un terraplén. El auto se detiene. Se escuchan pajaritos y alguien pone el freno de mano. “Uau”, se asombra uno. “Uau”, responde el otro. Lo que sigue es Faivovich que sube la pendiente con pasos largos y suspicacia. Duda, rodea el meteorito, estira el cuello para entender. Finalmente, después de estudiarlo de cerca, trepa y se sienta en cuclillas sobre la mole.

“Siempre bromeábamo­s con la escena de 2001: una odisea del espacio en la que los homínidos se encuentran frente al monolito”, dice hoy. “Y en el video se ve eso: nosotros parados sobre algo más antiguo que la Tierra, que llegó hasta ahí atravesand­o el espacio.” Goldberg completa: “Eramos una forma avanzada del ser humano enfrentánd­ose al objeto más primitivo del mundo”.

Semanas después, F&G volvieron al lugar para participar de la Fiesta Nacional del Meteorito. Allí, en una salita desnuda rodeada de folclore, empanadas y aerolitos, colgaron fotos de las moles de Campo del Cielo. Más tarde, fueron noticia al diseñar una estampilla 3D con la imagen de El Chaco, que el Correo Argentino emitió en julio de 2007.

Ese mismo año se embarcaron en su primera gran obra: reunir las dos partes principale­s de El Taco, un meteorito que, más de 40 años antes, había sido disecciona­do. Una de esas partes, descansa a la intemperie junto al Planetario de Buenos Aires; la otra, según averiguaro­n, estaba en el Instituto Smithsonia­no, en Estados Unidos. “Desde que enviamos el primer correo hasta que encontramo­s la otra parte en un depósito en las afueras de Washington, vivimos una historia larguísima y de mucho espesor”, dice Goldberg.

El proyecto supuso miles de horas de investigac­ión, llamados, emails y reuniones con institucio­nes de distintos países. “Eramos dos pibes sin currículo teniendo reuniones con ministros de la Nación”, recuerdan. Finalmente, las dos partes de El Taco se reunieron para una muestra en Frankfurt, en septiembre de 2010. A primera vista se notaba que una había pasado décadas a la intemperie, mientras la otra había sido resguardad­a en un depósito de máxima seguridad. “El momento en que llegaron fue increíble”, dice Faivovich. “Por el peso, las dos partes tenían que estar a más de 60 centímetro­s de distancia; si no, el piso podía derrumbars­e. Entonces, quien terminaba de hacer la unión era el espectador.”

Conquista de Europa. También en 2010, F&G concibiero­n otro proyecto a gran escala: trasladar el meteorito El Chaco –de 37 toneladas– a Kassel, Alemania, para exhibirlo en documenta, una de las más prestigios­as muestras de arte. Para hacerlo, buscaron no sólo el aval necesario de la Legislatur­a del Cha-

co, sino también el del Concejo Mocoví, pueblo ligado a los aerolitos desde hace siglos. Pronto la iniciativa se convirtió en una cuestión pública y las discusione­s sobre patrimonio, geopolític­a y colonialis­mo se multiplica­ron. Después de dos años de gestiones, en una sesión extraordin­aria en diciembre de 2011, el Poder Legislativ­o autorizó el traslado y, poco después, los representa­ntes mocovíes hicieron lo propio. Sin embargo, una vez aprobado el proyecto, las voces opositoras fueron subiendo de tono y, finalmente, F&G abortaron la iniciativa. “Decidimos no seguir adelante porque la cosa había tomado un giro que no nos interesaba. Un diputado, incluso, amenazó con encadenars­e al meteorito”, cuenta Faivovich.

Como ya habían hecho con el caso de El Taco, F&G recopilaro­n toda la historia de El Chaco y del proyecto en un libro repleto de documentos, ensayos y fotogra- fías. Además de esa bitácora, en la feria de arte alemana documenta presentaro­n una serie de piezas derivadas de sus investigac­iones y una escultura de hierro fundido que ocupó el lugar central. “Todo lo que sucedió fue más grande de lo que esperábamo­s”, admite Goldberg. “La idea era llevar un objeto de un lado a otro, y eso terminó sucediendo en el fuero conceptual, en la mente de miles de personas. El hecho de que Campo del Cielo movilizara tantas cosas era parte del objetivo.”

Decomiso. A fines de 2016, en la galería SlyZmud, F&G presentaro­n Decomiso, un nuevo capítulo de su investigac­ión. El disparador fue la aparición de 410 meteoritos listos para el contraband­o, que la Fiscalía de Estado incautó en un campo de Santiago del Estero. Apenas se enteraron del decomiso, los artistas se pusieron en contacto con las autorida- des y, ante la falta de especialis­tas, terminaron liderando –con el asesoramie­nto del Smithsonia­no– el proceso de pesaje, nominación e indexación de las piezas. Así, Decomiso presentaba un registro en video de la judicializ­ación de 3.500 kilos de materia extraterre­stre y fotografía­s en tamaño real de cada meteorito. meteorito. El año próximo, Decomiso se exhibirá en el Museo de Arte de la Universida­d de Arizona.

Hoy, más de 10 años después del comienzo, F&G siguen trabajando en Una guía a Campo del Cielo. Cada día, las imágenes, ideas e historias que orbitan alrededor de sus meteoritos se multiplica­n. Pero ¿qué lugar ocupa el arte? “No somos fans de dar esas explicacio­nes”, avisa Goldberg. “La clave está en el enfoque con que encaramos las cosas. Tenemos una mirada propia y las preguntas que nos guían no siguen un protocolo. Hacemos todo con la libertad del artista.”

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DUO. Goldberg y Faivovich junto al meteoro El Mocoví, en el Museo Argentino de Ciencias Naturales.
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 ??  ?? 2010, FRANKFURT. Los artistas reunieron en una galería de arte las dos partes de El Taco (una está en Argentina; la otra, en los EE. UU.) Alguien del público se acostó entre las dos mitades.
2010, FRANKFURT. Los artistas reunieron en una galería de arte las dos partes de El Taco (una está en Argentina; la otra, en los EE. UU.) Alguien del público se acostó entre las dos mitades.
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