LA COLUMNA DEL DOCTOR ABDALA -
La plata no alcanza y desde hace dos años a mi esposo en el frigorífico le exigen mucho: lo hacen trabajar más horas y le cambian los horarios. No da más, se hizo estudios y le aumentó el azúcar y la presión. Mirtha M. de J., Moreno, prov. de Bs. As.
La palabra estrés se usa en exceso, razón por la cual muchas veces pierde su real significado. Muchas personas creen que el estrés sólo es sinónimo de exceso de trabajo o de falta de tiempo, pero es algo más complejo.
La American Psychological Association lo define “como cualquier experiencia emocional molesta que venga acompañada de cambios bioquímicos, fisiológicos y conductuales predecibles. Un poco de estrés viene bien porque da el empuje y la energía que se necesitan para sobrellevar ciertas situaciones, como tomar un examen o cumplir con algún plazo en el trabajo. Sin embargo, una cantidad excesiva de estrés puede tener consecuencias sobre la salud y afectar adversamente el sistema inmunitario, cardiovascular, neuroendocrino y nervioso central”.
El investigador austrohúngaro Hans Selye (19071982) fue quien primero describió lo que ocurre en el cuerpo humano al confrontar contra cualquier agente que le resulte nocivo y señalaba que se atraviesa por tres etapas.
Una primera, de alarma, a partir de la cual el organismo se prepara para “la defensa o la huida”. En ella, el hipotálamo – un puente entre el cerebro y el sistema hormonal– envía una señal a la hipófisis para que libere ACTH, hormona que, a su vez, le ordena a las glándulas suprarrenales producir más cortisol, otra hormona que viaja por la sangre a todos los rincones del cuerpo para luchar y mantener ese equilibrio del cuerpo que se ve amenazado. Como consecuencia, aumenta el nivel de azúcar en sangre para disponer de más energía, la presión arterial, el ritmo cardíaco y el estado de alerta al mismo tiempo que se frenan otras funciones como las del sistema inmunológico, el digestivo y el reproductivo.
Sigue una segunda etapa, llamada de resistencia, en donde los sistemas de defensa y de adaptación alcanzan su máxima eficacia y rendimiento, permitiendo una pulseada eficaz contra aquello que sobrecarga o ataca al organismo. Si esta etapa se prolonga más de lo conve- niente, se llega a la tercera fase, de agotamiento, donde finaliza la adaptación y caen las defensas del cuerpo con la aparición de distintas enfermedades.
La liberación persistente de cortisol ocasiona alteraciones del sueño nocturno, aceleración de la actividad cardiovascular, mal funcionamiento tiroideo, angustia, depresión, propensión a las infecciones, inducción de trastornos autoinmunes, entre otras muchas consecuencias posibles.
No todas las personas se estresan por las mismas situaciones. Lo que descubrió la canadiense Sonia Lupin, después de más de 30 años de investigación científica, es que sí existen cuatro factores universales que pueden provocar estrés:
1) Lo desconocido, ya que siempre la mente lo interpretan como un riesgo inminente. 2) Lo imprevisible. 3) Lo que no se puede controlar.
4) Lo que resulta una amenaza para la personalidad.
Estos cuatro factores determinarán un grado mayor de estrés si se presentan de manera simultánea.
La clave para el manejo del estrés crónico es identificar las causas que lo producen y tener ayuda profesional para neutralizar los daños que pueda ocasionar.
Muchas personas creen que el estrés sólo es sinónimo de exceso de trabajo o de falta de tiempo, pero es algo más complejo. No todos se estresan por lo mismo pero sí hay 4 factores universales: lo desconocido; lo imprevisible; lo que no se puede controlar; y lo que resulta una amenaza para la personalidad.