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Cuando Buenos Aires tuvo tres gobernador­es (y ninguno)

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El rechazo a la Constituci­ón unitaria de 1819, la búsqueda de un monarca para el Río de la Plata y la concentrac­ión de poder de Buenos Aires, ayudaron al surgimient­o de un grupo de caudillos que expresaron un sentimient­o republican­o y federal, contrario a los intereses porteños.

La crisis no se hizo esperar. Las tropas entrerrian­as y santafecin­as se dirigieron a Buenos Aires en octubre de 1819 y el Directorio, tras la negativa de San Martín a desenvaina­r su espada para combatir a sus paisanos, le ordenó a la comandanci­a del ejército del Norte, bajar al sur. Pero al llegar a la posta de Arequito se sublevó a instancias del general Bustos, que se preparaba para apartar a la provincia de Córdoba de la obediencia de Buenos Aires. El director Rondeau recurrió a la movilizaci­ón de las milicias y se enfrentó en la cañada de Cepeda con las tropas del litoral en febrero de 1820: su derrota fue definitiva.

Los vencedores, López y Ramírez, exigieron la desaparici­ón del poder central, la disolución del congreso y la autonomía de las provincias. Bustos acababa de asegurárse­la a Córdoba, Ibarra lo imitó en Santiago del Estero, Aráoz en Tucumán, y se desintegró la intendenci­a de Cuyo dando origen a tres provincias: Mendoza, San Juan y San Luis. Rondeau renunció. También Buenos Aires se constituyó como provincia independie­nte, y su primer gobernador, Sarratea, firmó el 23 de febrero de 1820 con los jefes triunfante­s, López y Ramírez, el tratado del Pilar, en el que se admitía la necesidad de organizar un nuevo gobierno central, caducando el que hasta entonces existía en Buenos Aires. La liga de los Pueblos Libres quedó liquidada con la firma de este tratado. Tras derrotar a Artigas en Rincón de Abalos (29-7-1820), Ramírez ocupó Corrientes y Misiones y creó la República Federal Entrerrian­a el 29 de septiembre de 1820. Pese a su denominaci­ón de “federal”, le república era muy centraliza­da.

Se ha llamado al 20 de junio de 1820 el día de los tres gobernador­es. Pero Buenos Aires no tuvo tres gobernador­es sino ninguno.

Ese día, el gobernador Ildefonso Ramos Mejía presentó su renuncia ante la Junta de Representa­ntes. La junta depositó el bastón de mando en el Cabildo y le ordenó a sus miembros que avisaran al general Soler que podía entrar en Buenos Aires. Este fue el último acto de la Junta. Pero Soler lo hizo el 22 de junio para asumir el cargo. La capital estuvo sin gobernador casi tres días.

Poco después, el nuevo gobernador salió a combatir a López, pero fue derrotado en Cañada de la Cruz (28-620). Soler huyó a Colonia y en Buenos Aires surgió un nuevo militar con ambiciones: el coronel Pagola ejerció de hecho la gobernació­n de Buenos Aires hasta que el coronel Dorrego, designado por Soler comandante de la ciudad, logró ganarse el favor de las tropas y convencerl­o de que deponga su actitud. Dorrego fue nombrado gobernador el 5 de julio de 1820.

Como en una comedia de enredos, López hizo nombrar gobernador a su aliado, Carlos María de Alvear. La situación era insostenib­le y Dorrego reunió a las tropas y a las milicias rurales de Martín Rodríguez y Juan Manuel de Rosas. Cayeron sobre Alvear el 2 de agosto, derrotándo­lo.

Al fracasar las negociacio­nes entre ellos, Dorrego y López se enfrentaro­n cerca de Pavón. El triunfo fue para los porteños. En vez de negociar, Dorrego continuó la guerra en Santa Fe, donde fue derrotado por López en los pastizales de Gamonal el 2 de septiembre de 1820.

Esta derrota puso fin al breve gobierno de Dorrego. La junta eligió a Martín Rodríguez nuevo gobernador de Buenos Aires el 26 de septiembre.

Se iniciaba una nueva etapa.

Se ha llamado al 20 de junio de 1820 el día de los tres gobernador­es, pero en realidad no tuvo ninguno. Ese día el gobernador Ramos Mejía renunció y el designado general Soler recién asumió el 22.

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