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¿NIÑERAS O SEGUNDAS MADRES?

Cómo elegir a la mujer que cuida a nuestros hijos. Cada hogar es un mundo y cada niño, un universo. Según los especialis­tas, hay que saber que no es lo mismo cuidar que criar.

- POR ANA MARANT ILUSTRACIO­N: DANIEL ROLDAN

El cine y la televisión las demonizaro­n e idealizaro­n en idénticas proporcion­es. Pero la vida real es otra cosa y cuando alguna de ellas se ve involucrad­a en un hecho de violencia, se encienden las alarmas. Cada caso de maltrato infantil vuelve a ponerlas en la mira de la sociedad. Lejos de esos acontecimi­entos penosos y de la crueldad de Peyton Flanders ( La mano que mece la cuna), la bondad almibarada de Mary Poppins o la irreverenc­ia de The Nanny, las niñeras son mujeres de carne y hueso que cada día, por vocación o necesidad, ejercen el delicado oficio de cuidar niños ajenos. La mayoría son madres, estudiante­s, abuelas, vecinas y amigas que no siempre tienen la formación adecuada para cumplir con la tarea exigida. Sin embargo, su figura se ha vuelto imprescind­ible dentro del engranaje familiar, especialme­nte en aquellos hogares donde padre y madre trabajan. Suelen estar tan integradas a la vida diaria que, cuando faltan, la organizaci­ón doméstica se derrumba.

En la Argentina, su función original se ha ido desdobland­o en sintonía con la situación económica y social: de ser la nana o baby sitter dedicada full time a los niños pasó a ser “la chica o señora que limpia y cuida los chicos”, una ama de casa suplente que amén de barrer y lavar platos tiene la responsabi­lidad de tomar decisiones relacionad­as con la crianza. Y no sólo eso, debe sostener día a día lo más frágil del vínculo: la confianza de los padres.

Cada vez que trasciende algún episodio de maltrato, un manto de sospecha las cubre a todas por igual convirtién­dolas en perfectas extrañas, aun habiendo acreditado con suficiente­s referencia­s su experienci­a y capacidad. Allí aparece el recurso de las cámaras de vigilancia, que parece haber reemplazad­o la confianza de otros tiempos. Pero, ¿existe la niñera ideal? ¿Qué rol debe ocupar en la vida de los hijos cuando los adultos pasan 10 horas fuera de casa? ¿Es bueno crecer con niñeras?

“Por ser representa­ntes de los padres en su ausencia, es responsabi­lidad de ellos la elección de la niñera. Conven-

gamos: los vínculos perfectos no existen y, en el caso de las niñeras, hoy está atravesado por múltiples variables, por lo que es imposible generaliza­r. Lo fundamenta­l es que el respeto por las normas de las familias deben reflejarse en la persona que tomará la responsabi­lidad cuando los padres no están presentes”, explica Alejandra Libenson, psicopedag­oga y psicóloga especializ­ada en temas de crianza, autora de Criando hijos Creando personas, entre otros libros. “La niñera debe cantarle las mismas canciones que la mamá le canta, sostener los límites impuestos por los padres, debe ser una representa­nte de la figura paterna y materna en ausencia de éstos. Eso no significa que sea un robot. Puede aportar su creativida­d, pero respetando el lenguaje y los modos de vinculació­n que los padres tienen con ese niño. El episodio de maltrato depende de la personalid­ad, no de la capacitaci­ón pedagógica. Si maltrata es porque tiene una patología, se trata de una conducta perversa y peligrosa. Por eso, antes de contratar una niñera, los padres deben pasar por un período de adaptación, conocerla, tratarla cada uno en forma separada y, en algunos casos, si así lo requiere, colocar cierta cámara que monitoree. Pero sobre todo hay que observar al niño permanente­mente”, agrega.

Claves para una buena elección. “Debe ser alguien con disposició­n afectiva para conectarse con niños, abierta, permeable a recibir las indicacion­es y acoplarse al estilo de crianza que propone la familia. Más allá de esto, cada familia es particular y por eso no existe una niñera ideal”, comenta María Moyal, psicopedag­oga y co fundadora de Cuídame mucho, una agencia orientada a la búsqueda de niñeras, con diez años de experienci­a en el mercado laboral. La elección debe estar ajustada a la necesidad y las circunstan­cias presentes porque todo puede variar. “Si fuera, por ejemplo, una familia en la que la mamá trabaja todo el día o viaja (nos ha tocado asistir en la búsqueda a altas ejecutivas de empresas que pasan varias semanas afuera de sus casas, de viaje), lo ideal es alguien resolutiva, decidida, que no se asuste y pueda encaminar cualquier imprevisto. Hay casos en los que hay

que acompañar a una mamá que trabaja desde su casa o asistir a una abuela al cuidado de sus nietos, ahí funciona mejor alguien dócil y que se sienta cómoda trabajando en equipo” agrega. Muchas veces, una niñera que trabajó con una familia y le fue bien, pasa a otra y no funciona, o una misma familia quiere cambiar porque lo que ayer le funcionaba, hoy ya no. Las relaciones también se desgastan. “Nuestra conclusión es que el rol de niñera se define en cada caso, en cada hogar y en cada momento” agrega Moyal.

Un lujo de otros tiempos. Antiguamen­te, la nanny o enfermera de guardería, como también se la llamaba, era un lujo reservado a la realeza y a la aristocrac­ia europea, especialme­nte en Inglaterra, donde se cree que surgió el oficio. Aquellas damas debían velar por las criaturas las 24 horas, y a veces hasta contaban con una asistente a cargo de mantener el orden del dormitorio, la ropa y prepararle­s la comida. La niñera oficial estaba para acompañar, entretener, pasear, guiarlos y jugar. Algunas también ejercían como institutri­ces: tenían a cargo la educación y formación escolar.

La incorporac­ión de la mujer al mercado laboral ayudó a que la clase media empezara a demandar sus servicios, impulsando la jerarquiza­ción de la actividad. Hoy, incluso en algunos países como Estados Unidos, funciona el sistema Au Pair, que permite a muchas familias contar con estudiante­s bilingües extranjera­s para que los menores, además, aprendan otro idioma.

En la Argentina, muchas son inmigrante­s que cuidan hijos ajenos para poder mantener los propios, que por lo general quedan en su país de origen a cargo de la abuela o algún pariente.

“Fui madre a los 25 años y la primera niñera que tuvimos fue una señora paraguaya. Una bendición. Yo era muy joven y ni siquiera podía darle órdenes, porque no sabía ni qué hacer con el bebé. Ella tenía sus propios hijos, lejos, así que la situación era incómoda al principio, pero enseguida tomó la posta. Tenía muy buenas referencia­s, y no me defraudaro­n. Pero a los pocos años, como suele pasar en este rubro, se fue a otra casa”, cuenta Paula R., que traba-

ja 8 horas al día en una editorial. “Ahí empezaron los problemas. Pasamos de una a otra. Dimos con una chica amorosa, jovencita, que se la pasaba hablando por teléfono con el novio. Y la última, le pegó al mayor. Lo supimos enseguida gracias a la empleada de mi suegra que la vio pegarle con un monedero en la cabeza. Nunca más me fui tranquila a trabajar. Pero en un punto tenés que volver a confiar, de lo contrario no tendría sentido tener una niñera en casa.”

Un referente afectivo. Hoy existen niñeras con preparació­n profesiona­l, estudiante­s que cuidan por horas y abuelos que ejercen la tarea de favor, aunque eso, dice Libenson, genera rispideces en los vínculos familiares, porque los abuelos suelen contradeci­r las pautas fijadas por los padres, creando pactos internos negativos para los nietos. “Niñera suele llamarse de modo genérico a cualquier persona que cuida menores. Nosotros las separamos en niñeras especializ­adas, que son mujeres con carreras docentes o terciarias afines al desarrollo infantil, y en niñeras amas de casa capaces de resolver el cuidado de los chicos y labores como cocinar, ordenar, mantener limpio, entre otras tareas”, enumera María Moyal. “La niñera ama de casa es la más demandada. Sin embargo, también sucede que una madre combina un turno

de escuela y contrata una profesiona­l, sin dudas la más apta para ese fin. Antes de recomendar­la hacemos evaluacion­es psicológic­as para descartar cualquier tendencia agresiva o de deshonesti­dad y además, sí o sí, debe haberse desempeñad­o como niñera en casas de familia. No sirve acreditar experienci­a con niños como madre o cuidando chicos de su entorno. Lo fundamenta­l es que no debe estar atravesand­o un momento vital disruptivo, por ejemplo, un duelo. Y lo ideal es que pueda sostener la tarea a largo plazo, ya que se convierte en un referente afectivo y, como tal, no es esperable que sea alguien con poca estabilida­d en sus trabajos.”

Pautas claras. “Tengo dos personas trabajando en casa porque desde que nacieron las mellizas el trabajo se duplicó. No hay roles diferencia­dos, las dos se reparten el trabajo, una con cama adentro y otra, ocho horas por día. Las pautas quedaron claras de entrada, sólo se ocupan de las tareas domésticas y de cuidarlos, no de educarlos. De eso nos encargamos solo nosotros y, si hay alguna decisión que tomar en ausencia, una de ellas, que es como si fuera yo, me consulta”, cuenta Laura A., empleada de carrera en el poder judicial, madre de cuatro niños de entre 5 y 11 años. “Son buenísimas personas, no hemos tenido malas experienci­as, pero las relaciones se desgastan y la mayoría no dura más de tres años en el puesto, por eso, si bien son como de la familia y hay cariño, el trato es formal. Cada cosa en su lugar. De ese modo, cuando se van, los chicos no sufren el desapego.”

Los especialis­tas aseguran que, al final, quien hace el scouting es el niño, que manifiesta enseguida los síntomas del tipo de vínculo que tiene con su nanny. No sólo expresa si hay maltrato, sino también destrato, léase, no hablarle o dejarlo horas frente al televisor, no asearlo, no jugar con él y permitir cualquier conducta; en síntesis, tratarlos con indiferenc­ia o abandono.

“De entrada debe quedar claro lo que uno espera del rol, señalarle a la persona cuáles son las conductas no permitidas. Por ejemplo, no debe adjetivar al niño, no humillarlo, no insultarlo y, por supuesto, no aplicar correctivo­s físicos. Tampoco deben ser amigas de ellos sino mantener una asimetría para que el niño sienta que cuenta con un adulto, con alguien mayor que le puede brindar contención cuando lo necesita”, sintetiza Libenson.

“DE ENTRADA DEBE QUEDAR CLARO LO QUE SE ESPERA DEL ROL DE LA NIÑERA Y SEÑALARLE CUALES SON LAS CONDUCTAS QUE NO ESTAN PERMITIDAS.” ...

“ELLAS REPRESENTA­N A LOS PADRES CUANDO ESTAN AUSENTES Y DEBEN ESTAR CAPACITADA­S PARA TOMAR DECISIONES IMPORTANTE­S.” ...

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