LA COLUMNA DE FELIPE PIGNA -
Por esos días de 1802 en que comenzaba a ejercitarse como abogado en el estudio del doctor Esteban Agustín Gascón, futuro diputado ante el Congreso de Tucumán, Mariano Moreno vio en una tienda de Chuquisaca un camafeo con el retrato de una muchacha. Quedó impresionado por su belleza, y preguntó si esa joven existía o era una fantasía del artista.
Le contestaron que se llamaba María Guadalupe Cuenca, que tenía 14 años, era huérfana de padre y que vivía en Chuquisaca.
Según su hermano Manuel, y en el lenguaje de la época, le dijeron que era la hija de una honrada viuda que con gran sacrificio la había internado en un monasterio de monjas hasta el año anterior.
Moreno demostraría que su perseverancia no la reservaba sólo para el estudio y las cuestiones jurídicas. La buscó por todo Chuquisaca y no paró hasta tenerla frente a frente y poder cotejar que el camafeo no le hacía justicia y que la niña era mucho más bella.
Se ve que el flechazo fue mutuo y, sin mucho tiempo de noviazgo, se casaron el 20 de mayo de 1804 en la catedral de Charcas, con la bendición nada menos que del padre Matías Terrazas. Fueron testigos de la boda sus amigos, el sacerdote José Antonio Medina, Manuel José Antequera y Pedro José Agrelo.
Probablemente el secreto fue uno de los elementos de unión de la pareja, porque el casamiento ponía claramente fin a las esperanzas de los padres de Mariano de que se ordenara sacerdote. El silencio confirmó este amor que se demostraría intenso, inquebrantable, al que ni la propia muerte podría apagar.
Fue fray Cayetano Rodríguez, a quien le había escrito Mariano, el encargado de darles la noticia a los Moreno, con bastante diplomacia como para hacerles aceptar los hechos consumados.
Le escribe a Moreno una bella carta en la que le dice: “¿Conque te has casado? Cabalmente has hecho lo que hizo tu padre, tu abuelo y toda tu generación desde Adán hasta tu individuo. Y esto quita a la resolución la nota de extraña y peregrina. ¿Por qué esperabas de mí enojo? […] Estuve con tus padres, derramaron algunas lágrimas, sintieron que lo hicieras sin su consentimiento. Los consolé […]. Hijo mío, aquí en tu oficio no adquirirás caudales porque hay muchos [abogados], pero vivirás con lo preciso. Además de que viviendo en esta capital te proporcionas modo de algún acomodo fijo y quizás cosa mayor. No te faltan resortes, eres mozo y el tiempo da mucho a quien sabe lograrlo, vente mi amado Moreno, no quieras ser toda tu vida objeto de los deseos de tus padres; tienes casa en que vivir, familia a quien complacer, amigos que te desean, y un pobre fraile que en medio de su nada se encuentra con solo el pensamiento que lo ve en su celda y te da un fuerte abrazo con todo el afecto de su corazón”. 1
En algunos meses el consuelo de los padres de Mariano sería total con la noticia de que habían sido abuelos: el 25 marzo de 1805 nació en Chuquisaca Marianito, hijo de Guadalupe de 15 años y Mariano, de 26.
Faltaban cinco años para que el nombre de Moreno comenzara a hacer historia y seis para que Guadalupe adquiriera un dramático lugar en ella con sus famosas cartas que nunca llegarían a su amado destinatario.
Moreno demostraría que su perseverancia no la reservaba sólo para el estudio y las cuestiones jurídicas. Buscó a María Cuenca por todo Chuquisaca y no paró hasta tenerla frente a frente. El flechazo fue mutuo.
1. Carta de fray Cayetano Rodríguez a Mariano Moreno, fechada en Buenos Aires el 26 de julio de 1804, en Enrique Williams Alzaga, Cartas
que nunca llegaron, Emecé, Buenos Aires, 1967, páginas 36-37.