Clarín - Viva

MI EX REHIZO SU VIDA Y YO TODAVIA NO

¿Qué hacer? Según los expertos, hoy es más difícil elaborar el duelo por un divorcio. Las redes sociales son una gran tentación para seguir los pasos de un ex. Y cuando lo muestran otra vez en pareja, duele.

- POR MARIA FLORENCIA PEREZ ILUSTRACIO­N: DANIEL ROLDAN

Que si Pampita publica en las redes los abdominale­s de Pico Mónaco para contrarres­tar los celos porque su ex, Benjamín Vicuña, rehízo su vida con la China Suárez. O si Araceli aún hoy no puede superar que Adrián Suar sólo considere a Griselda Siciliani como familia. Las historias de famosos que se separaron y rearmaron sus vidas de pareja despiertan morbo y también son analizadas desde una mirada prejuicios­a y estereotip­ada que aplica para figuras públicas y cualquier hijo de vecino de la misma forma.

El cliché indica que el despechado o padeciente por el ex que volvió a armar su vida en pareja es, la mayoría de las veces, una mujer. Los datos duros no lo desmienten del todo. Según la Dirección General de Estadístic­a y Censos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, la reincidenc­ia matrimonia­l de divorciado­s es diferencia­l por sexo: los varones se casan más veces que las mujeres. En 2016, el 14 por ciento de ellos fueron reincident­es, versus el 10 por ciento de ellas. “Las diferencia­s por sexo en la composició­n del mercado matrimonia­l (más mujeres que varones) constituye­n una variable intervinie­nte. La ruptura conyugal las deja a ellas con menores chances para formar una nueva unión”, concluyen desde esa oficina.

Si se sufre por amor o por el orgullo herido, si varones y mujeres experiment­an la misma situación de distinta manera o si el adiós y el duelo definitivo es una epopeya en tiempos del fin de la intimidad vía redes sociales, son algunos otros aspectos de una vivencia que no discrimina entre perfectos ignotos y celebridad­es.

Entre el ego y los sentimient­os.

“Con Nahuel convivimos seis años. El último año y medio fue pésimo. Absolutame­nte todo lo que él hacía me resultaba insoportab­le, incluso lo que al principio me parecía atractivo. Di muchas vueltas hasta que le propuse separarnos. Apenas había pasado un mes, él ya estaba de novio con una mina. Medio año después, convivían y viajaban juntos por todos lados. Yo, como una infeliz mirando Netflix sola en casa y él haciendo snowboard con

ella en Chapelco. Me enfurecía que se hubiera olvidado tan pronto de mí cuando lo escuché mil veces decir que yo era la mujer de sus sueños. Sentí celos y nostalgia del pasado al punto de olvidarme lo poco enganchada que había estado los últimos tiempos. Fue una gran herida al ego.” (Sofía, docente, 32 años)

De existir un inventario de conductas previsible­s post ruptura, algunas de estas actitudes no podrían faltar : victimizar­se, compararse, reclamar y compadecer­se de uno mismo. Según Graciela Moreschi, médica psiquiatra y autora del libro ¿Por qué estoy contigo?, eso en parte se debe a que por lo general existe una rivalidad tácita entre los miembros de una ex pareja. “Si una de las partes continúa sola y se entera de que el otro volvió a formar pareja, es frecuente experiment­ar celos, envidia, sensación de haber perdido. En todos los casos, sentir que el ex cerró el capítulo duele, aun cuando uno ya no lo ame, porque molesta saber que uno ha sido desplazado de la mente del otro.”

La pregunta que se impone es si es posible diferencia­r entre una herida narcisista y genuinos sentimient­os amorosos no resueltos. También si aprender a disociarlo­s ayuda a sufrir menos. Según Moreschi, aunque la herida narcisista dificulta la elaboració­n del duelo, si no quedan sentimient­os hacia un ex, basta con volver a formar pareja para revertir ese padecimien­to. De cualquier forma, advierte que el ego siempre está en juego porque quien sufre por un amor que ya no es correspond­ido deberá trabajar su autoestima para volver a emparejars­e.

¿Por qué a nosotras?

“Con mi ex nos pusimos de novios en el secundario, crecimos juntos. Fue mi primer hombre en todos los sentidos. Nos casamos a los 25, tuvimos hijas y nos separamos doce años después. Yo me quedé con las chicas y me dediqué a full a ellas. Sabía que él tenía historias con minas, pero como no las presentaba no les daba entidad. Tres meses antes del cumpleaños de quince de la más grande me dijo que estaba enamorado y que pensaba ir a la fiesta con su nueva novia. Eso me dolió, pero cuando me enteré de que ella era diez años más joven que yo, me quise morir. Me puse a dieta, cambié el look y hasta pedí plata prestada para hacerme un súper vesti- do con un diseñador famoso. Si hubiera podido, me contrataba un acompañant­e también. Sentía que iba a estar muy expuesta, y encima en desventaja con la actual de mi ex por ser más vieja. Es muy injusto que siempre seamos las mujeres las que tengamos que pasar por estas cosas.” ( Verónica, decoradora, 43 años)

El imaginario social asume que son siempre ellas las que quedan en el lugar de desplazada­s y que padecen más estas situacione­s en que pierden frente a sus ex parejas. Desde el ámbito de las ciencias sociales, la investigad­ora del Conicet Gabriela Bard Wigdor, sostiene que son múltiples las cuestiones que interviene­n en este fenómeno. Entre ellas destaca el concepto de amor romántico: “La idea de la media naranja, del complement­ario, en las mujeres tiene un peso mucho más fuerte como trabajo y como expectativ­a. Ellas son demandadas a sostener relaciones ideales y, cuando fracasan, se las ve como responsabl­es de esa situación. La búsqueda de pareja se hace desde estas expectativ­as y las mujeres estamos socializad­as para que el amor, ya sea a hijos o pareja, sea el eje de nuestras vidas, mientras que en los varones prima la carrera, ser exitoso”. Además de las diferencia­s en cuanto a expectativ­as, esta socióloga subraya el hecho de que las parejas suelen estar constituid­as generacion­almente por varones mayores a las mujeres y muy poco a la inversa: “Esto se debe a los estereotip­os de belleza, donde una mujer más grande es vista como un despojo y un hombre se convierte en alguien interesant­e”, observa.

Cuando les toca a ellos.

“Con Martina estuvimos de novios tres años y nos separamos a los seis meses de casarnos. No lo vi venir. Cuando me dijo que se iba de casa fue como un baldazo de agua fría. Mis amigos me decían que seguro que ella tenía otro, que la olvidara, me querían presentar minas todo el tiempo. Al tiempo me enteré de que estaba de novia con un compañero del trabajo que incluso había ido a nuestro casamiento. La empecé a llamar por teléfono muy seguido para hacerle reclamos. La esperaba a la salida de la oficina para pedirle explicacio­nes. Al tipo lo quise trompear varias veces. Al poco tiempo ellos se fueron a vivir al interior. Me quemaba la cabeza pensando

cuándo habrían empezado a salir, en qué momento estarían teniendo sexo, qué harían en la cama. Probé estar con un par de chicas que me colgaron porque invariable­mente terminaba hablando de mi ex. Me destruyó, estuve muy deprimido.” (Alejandro, comerciant­e, 41).

Cuando es el varón (en vez de la mujer) quien queda lastimado y obsesionad­o por una relación que se terminó, también se ponen en juego una serie de lugares comunes que el psicoanali­sta Luciano Lutereau, autor de Ya no hay hombres, enumera: “Después de cierta edad, un hombre sin mujer queda en un lugar humillado y despierta fantasías sociales: la mujer lo abandonó, lo engañó, se fue con otro. No se trata de que el varón tenga menos capacidad para estar solo, sino que desde el punto de vista de la fantasía estar solo equivale a ser cornudo. En la juventud, luego de una separación, el hombre sale a tener sexo de manera rápida para corroborar que aún es potente. Ya más grande, busca una nueva pareja antes de saber dónde está parado. En el diván son muchos los que, incluso nuevamente en compañía, sueñan con sus ex o hablan de ellas”, comenta.

Según el especialis­ta, el varón establece una competenci­a con la mujer para ver quién arma pareja más rápido: “No hacerlo lo ubicaría como impotente fren-

“LAS REDES SOCIALES PUEDEN HACER INTERMINAB­LE EL DUELO DE UNA SEPARACION. ES UNA TENTACION ESPIAR LA VIDA DEL OTRO.” ...

“CUANDO ALGUIEN SIGUE MIRANDO QUE HACE SU EX POR LAS REDES, POR EJEMPLO, VER QUIEN LE PONE ME GUSTA, ES PORQUE CONTINUA ENGANCHADO.” ...

te a su ex. Y cuando ella lo hace primero, aparecen los celos. Incluso cuando ya no la desee. En este sentido, no hay grandes diferencia­s entre el varón y la mujer: porque el varón que no arma pareja, mientras su pareja lo hace, queda feminizado.” Las redes y el duelo interminab­le.

“La peor parte de separarse hoy en día es que no podés evitar enterarte de la vida del otro. Cuando era más chica, cortabas con un tipo y salvo que tuvieras amigos en común nunca más volvías a saber de él. Ahora con Facebook, Instagram y hasta los estados del WhatsApp es imposible desligarse. Con mi último novio me obsesioné. Cuando terminamos, entraba a los perfiles de todas las minitas que le daban Me gusta muy seguido. Tanto buscar, terminé encontrand­o a mi sucesora porque ella ponía fotos con él en cada salida que hacían juntos. ¡La bronca que me daba verlo en los mismo bares a los que habíamos ido juntos! Todo el mundo me decía que la cortara, que lo bloqueara, que hiciera mi vida y dejara de entrar al perfil de ella. Pero había algo de disfrute masoquista ahí, no podía dejar de ser espectador­a de su felicidad mientras yo seguía sola en casa”. (Déborah, 39, profesora)

Graciela Moreschi es terminante: para esta médica psiquiatra, las redes sociales pueden hacer el duelo interminab­le: “Es una tentación espiar la vida del otro, pero nada aconsejabl­e. Prolonga el vínculo. Cuando alguien sigue mirando qué hace su ex por las redes, continúa enganchado”. Lutereau coincide y agrega que estos medios consolidan una fantasía habitual, la de venganza respecto del ex. “Se escribe para esa mirada que podría aparecer de un momento a otro, se le dicen cosas indirectam­ente. En este punto, las redes y la posibilida­d de la catarsis desesperad­a e irrelevant­e, generan el vago sentimient­o narcisista de que se puede olvidar al otro sin tristeza ni consecuenc­ias penosas. De este modo, las redes obstaculiz­an el duelo por fomentar el infantilis­mo amoroso: ‘puedo ser seductor, soy deseado por otros y otras, no te necesito’.” La solución más pragmática, bloquear al ex, puede resultar difícil en algunas situacione­s, como cuando hay hijos de por medio. Moreschi propone una alternativ­a intermedia: “Es convenient­e abrir un chat como socios parentales donde se intercambi­en cuestiones de los chicos. En el resto no deberían participar, por lo menos hasta que pase el suficiente tiempo y los dos hayan rearmado sus vidas”, recomienda.

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