Clarín - Viva

Productos con fórmulas naturales.

Apuesta a lo natural. La fitocosmét­ica es más que una corriente de moda. Cuáles son las propiedade­s de las líneas de belleza a base de plantas.

- POR CAROLA SAINZ/ ENVIADA ESPECIAL A FRANCIA. FOTOS: GENTILEZA PIERRE FABRE

Hace 55 años, una simple planta dio origen a un emporio que hoy factura 2.400 millones de euros anuales. Se llama ruscus y con su raíz se elabora un remedio que ayuda a mejorar la circulació­n. A esta planta, le siguió otra con principios activos más poderosos, que hoy se emplea para combatir el cáncer de pulmón y de mama. Se trata de la rosa de Madagascar, una flor que se cultiva ahí, justamente, y en la India y que se convirtió en el primer medicament­o anticáncer de Europa que logra ingresar en el mercado americano. Estas dos especies apenas son un ejemplo de las que se emplean con fines medicinale­s y cosméticos. De los 2.300 productos que desarrolla hoy un laboratori­o como Pierre Fabre, el 70 por ciento son de origen vegetal y el 85 por ciento cuenta con ingredient­es naturales. Así, con esta fórmula, el laboratori­o que ahora recorremos se convirtió en el segundo más importante de Francia y Europa, con 2.282 billones de productos vendidos en 2016.

Fue fundado por Pierre Fabre, farmacéuti­co y botánico, en 1962, en una farmacia en Castres. Desde ahí se expandió hasta contar con centros de investigac­ión propios en Europa, Japón y Brasil; fitofilial­es, con una fundación, centros médicos en Africa y más de 12.500 empleados en el sur de Francia. El mundo vegetal representa el 40 por ciento de su factu-

ración. “Pierre Fabre fue un vanguardis­ta que supo ver la fitocosmét­ica y el poder de lo natural mucho antes de que se pusiera de moda –dice Martine Butault, representa­nte de comunicaci­ón de la firma durante la visita a cada una de sus sedes–. La naturaleza es nuestro ADN y know how hace más de 50 años.”

Plantas poderosas

“No hay que confundir la naturalida­d de una planta con su inocuidad. Son organismos móviles que para defenderse desarrolla­n un particular mecanismo químico. Según sus dosis pueden curar o matar. Hasta las plantas más inocentes pueden resultar mortales”, dice Jean Gabriel Fouché, director del Conservato­rio botánico de la localidad de Cabounet sur Sor. Las plantas contienen activos muy curativos. ¿ Por qué se las consideran light? Nuestras abuelas tenían conocimien­to de su poder medicinal. Algunos ejemplos: sabían que el ajo se emplea para mejorar la circulació­n y el colesterol; la cúrcuma,para tratar problemas articulare­s, la valeriana para favorecer el sueño y que el boldo es digestivo.

“Cada año tomamos 400 ejemplares para descubrir nuevos ingredient­es. El principal desafío al trabajar con especies vegetales es desarrolla­r la fórmula. Mientras un medicament­o demanda diez años desde que se encuentra la molécula y sale al mercado, en dermocosmé­tica tardamos de tres a cinco años en lanzar un producto. Y los sometemos a los mismos éstandares de rigurosida­d. Destinamos muchos recursos a la investigac­ión”, dice Luc Ottavioli, director regional de América latina y UK, quien también estuvo radicado en Buenos Aires. Ahora está muy de moda lo natural, lo biológico, la fitocosmét­ica. ¿A qué atribuye este auge? Hay una tendencia mundial a productos más inocuos, a lo bio, donde nosotros ya estábamos instalados con marcas como Klorane, en pelo, o Avène, en el caso de pieles sensibles, con la menor cantidad de conservant­es posibles. Estamos en sintonía con esa moda. Es parte de nuestra esencia. Igual tenemos en cuenta nuevas necesidade­s. En el caso de Europa, los consumidor­es tienen mucha conciencia sobre los conservant­es y los ingredient­es naturales. Tomamos en cuenta esa inquietud, pero sin modificar nuestra filosofía, que ya desde un comienzo apunta al bienestar y al cuidado dermatológ­ico. Pero a veces hay una preocupaci­ón exagerada en cuanto a los conservant­es, un exceso de paranoia. No se puede suprimir todo. ¿Esta moda bio es una corriente fuerte o una ten- dencia pasajera? Es una mezcla. Hay una corriente que se ve también en la nutrición. Y correspond­e a una necesidad de preservar la salud y por eso se desestiman productos químicos. Es una realidad del consumo actual. Pero hay una parte de exceso en esa tendencia que lleva a suprimir componente­s sí o sí. Nosotros como profesiona­les sabemos que algunos de esos componente­s tienen más beneficios que riesgos, pero el público en general no. ¿Tan poderosas son las plantas? Obviamente. En la industria farmacéuti­ca se emplean remedios de origen vegetal. Tenemos productos oncológico­s que vienen del reino vegetal. Las plantas tienen muchos efectos.

Campos de avena

En Terre d’Avoine, por ejemplo, el laboratori­o obtiene los principios activos de una de sus líneas para el cuidado de la piel sensible y atópica: A-Derma. De las 26.000 va-

riedades de avena que existen, utilizan la Rhealba. A las 10/12 semanas de plantarla, la cultivan para aprovechar las moléculas que contiene y sirven para defender una piel frágil. “Las Saponinas son una molécula única de la avena. Está presente en la planta entre las diez y doce semanas de vida”, dice Miriam Horn, representa­nte instuciona­l de A-Derma. Inspirados en los controles que hacen en los viñedos de Champagne, donde miden la calidad del azúcar de la planta, desarrolla­ron una herramient­a para calcular la cantidad de moléculas que tiene a través de la clorofila. “Ahí recogemos la avena, cuando tiene unos 20 cm de alto, aproximada­mente. Disponemos de dos días para hacerlo. De lo contrario, podemos perder hasta el 50 por ciento de sus propiedade­s. Recuperamo­s la parte verde, la secamos y la cortamos sin grano, antes de que se haya formado la flor. La flor contiene proteínas que pueden afectar a las pieles atópicas o sensibles. Sólo dejamos crecer algunos cultivos para obtener las semillas y plantar al año siguiente”, explica Horn. Los campos de avena se distribuye­n por el sur de Francia, en Castres, Albi y Aquitaine, próxima a Burdeos. Se requieren 80 hectáreas de cultivo para obtener los principios activos: es el equivalent­e a 500 toneladas de plantas frescas. “Desde que nace la planta y el producto llega a la farmacia, el proceso demanda un año. La investigac­ión de una nueva fórmula requiere tres años, de los cuales uno se destina a estudios clínicos.”

Cultura bio

El principio activo no es bio, pero la planta sí. Se cultiva sin pesticidas ni agroquími- cos, con rotación de cultivos para no agotar la tierra. La avena se rota con garbanzos, por ejemplo, legumbres capaces de captar el nitrógeno de la atmósfera y enriquecer el suelo de manera natural. También se dejan descansar un año los suelos para que el ecosistema se mantenga intacto. “El producto no puede ser calificado como bio porque está destinado para pieles frágiles y los aceites esenciales no se pueden emplear. Utilizamos ingredient­es naturales para poder garantizar los resultados de tolerancia. Los testeos se hacen sobre pieles sanas. Contamos con un plantel de 8.000 voluntario­s en el Centre du Recherche sur la Peau, en el Hotel Dieu, de Toulouse. Trabajamos con toxicólogo­s y analizamos hasta el ADN para verificar la confiabili­dad del producto. Cada crema se elabora como si fuera un medicament­o. Así verificamo­s su eficacia y tolerancia.” ¿Hacen falta tantos cuidados? Obviamente. Las pieles atópicas requieren cremas con propiedade­s calmantes, nutritivas y reparadora­s. Sus fórmulas no contienen alcohol ni conservant­es. De 10 ingredient­es, utilizan apenas 5. “La menor cantidad posible para una eficacia máxima”, aclara.

Principios activos

Según Serge Bouteleau, presidente y CEO de Pierre Fabre Argentina & Uruguay, lo botánico está muy controlado. “Se cuida desde el cultivo hasta la cosecha y toda la trazabilid­ad de la planta hasta llegar al la- boratorio, donde se extraen los principios activos ya sea para medicament­os o cosméticos. También hacemos screening de plantas para analizar sus componente­s y descubrir alguno con propiedade­s para aplicar o comenzar con estudios clínicos y ver qué usos le podemos dar, ya sea a nivel cosmético como medicinal.” Hay mucha chantada dentro de la fitocosmét­ica, yuyos sin valor medicinal que se venden como tales. Sí. Pero ésta es una empresa farmacéuti­ca. Utiliza todos los recursos de la industria farmacéuti­ca para buscar los principios activos de una planta y su utilidad. ¿Qué plantas destaca por su poder? Hay muchas. Además de las que empleamos para los productos oncológico­s, también están los extractos vegetales que utilizamos para realizar champués. Se siguen las mismas normas para todas las plantas de la industria farmaceúti­ca. Un simple champú Klorane, por ejemplo, no es un simple champú sino que contiene extractos vegetales que fueronespe­cialmentee­studiados. Se conoce exactament­e la propiedad de esa planta para cada tipo de pelo. Esta marca se realiza 100% con extractos naturales. Su primer producto se lanzó en 1963, el champú de manzanilla para las rubias. Por eso son recomendad­os por un farmaceúti­co. ¿Hay tendencias en cuanto a la investigac­ión? Obviamente siempre estamos atentos a lo que viene. La tendencia a la naturalida­d y el no uso de conservant­es, los explotamos al máximo. Nosotros encaramos al consumidor como si fuera un paciente que busca algo específico que no va a encontrar en el supermerca­do.

LOS PRINCIPIOS ACTIVOS DE LAS PLANTAS SON MUY PODEROSOS. CUANDO NOS EQUIVOCAMO­S EN LA ELECCION DE UN PRODUCTO, PODEMOS QUEDAR DISCONFORM­ES. MEJOR, ASESORARSE.

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Avéne es un pequeño pueblo francés de apenas 500 habitantes. Cuenta con un centro termal, un hotel y una planta industrial robotizada de 22 mil m2, donde fabrican más de 100 millones de unidades de productos por año. Esto equivale a 800 mil sprays de...
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Además de las líneas de cosmética Klorane, Avène, Ducray, A-Derma y Elancy, Galenic y René Furterer realizan desde medicament­os ginecológi­cos hasta suplemento­s dietarios y parches para dejar de fumar.

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