LA COLUMNA DE PIETRO SORBA
Para saborear. La cocina alemana es rica, variada, sabrosa. Uno de sus íconos es el wurst, la salchicha, que merece ser descubierta.
En Alemania las salchichas son tan populares que forman parte del vocabulario diario. Esta especialidad, desarrollada por los teutones a lo largo de siglos, no tiene mucho que ver con la que se encuentra en los supermercados. Esa es una pobre copia industrial lejana de la esencia artesanal de matices de gustos y texturas de las salchichas típicas de las distintas regiones de Alemania. Michael Schnirch (de Nurenberg) y André Kai Kalisch (de Berlín) viven en Argentina hace diez años. Extrañaban los sabores de la patria. Soñaban con sus Bierwurst, Blutwurst, Bockwurst, Bratwurst, Currywurst, Fleischwurst, Leberwurst, Mettwurst, Paprikawurst, Rostbratwurst, Weißwurst. Pero soñar no les alcanzaba. Empezaron a reproducir con precisión algunas recetas emblemáticas. ¿El resultado? Más de una docena de especialidades logradas con éxito. Las venden en una esquina de Constitución. Luminosa, simple y prolija. Los Currywurst (cerdo, curry, jengibre, ajo, sal y pimienta) son perfumados, magros y de sabor delicado. Llegan a la mesa con una salsa fresca, aromática y agridulce. Las papas fritas bien doradas y crocantes completan el combo. En el Pankower Bratwurst vaca y cerdo se mezclan con equilibrio. Mejorana, cebolla, especias, sal y pimienta completan la paleta de condimentos. La mejorana aporta su sabor peculiar. La cebolla su dulzura. Se sirve con ensalada de papas y un sedoso chucrut. El Leberkäse de Bavaria es un pan de carne de cerdo, panceta, hierbas y condimentos, sabroso y de textura refinada. Llega con ensalada de papa y el pan Bretzel alemán. En Alemania se dice que “Alles hat ein Ende, nur die Wurst hat zwei” (todo tiene un final, sólo la salchicha tiene dos). Tienen razón.