Clarín - Viva

CON NUEVA CASA

Cocina de Suecia. Una delicada propuesta para conocer los sabores de una gastronomí­a no tan difundida en estas latitudes.

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Después de una larga vida en el edificio de la calle Tacuarí que hospedaba al consulado general de Suecia en Buenos Aires, el restaurant­e del club sueco recibió la noticia de que esa próspera historia había llegado a su final. Por suerte, al poco tiempo, había encontrado una nueva cuna. Cómoda y coherente. Era uno de los salones de la Iglesia Sueca ubicada en la cercanía de la parte sur de Puerto Madero. Un lugar muy lagom (perfecto y simple a la vez) como dicen en Suecia. Nancy Sittmanne y Martín Varela (los concesiona­rios) empezaron nuevamente a preparar, en su nueva cocina, los platos que los hicieron conocer al público porteño. La lachas (reemplazan­tes argentinas de los arenques) son ricas y frescas. Es recomendab­le su plato de degustació­n. Los filetes salen en 4 variantes: combinados con crema suave acompañado­s por pepinillos agridulces o con una mostaza delicada y hojas de eneldo o con una salsa de tomate sutil y la clásica marinada nórdica de vinagre y azúcar, punzante y sabrosa. La Janssons frestelse presenta unas pa- pas tiernas, mimadas por la crema de leche, la dulzura de la cebolla, la fuerza salada de las anchoas y la textura crocante del pan rallado. El Biff à la Lindström es tentador. La hamburgues­a intercala su carne vacuna con cubitos de remolacha y alcaparra. El sabor es intenso y delicado. Atractivo. La acompañan pequeñas papas doradas y hojas verdes que refrescan el paladar. La dulzura del arroz con leche es notable. Su textura espesa y cremosa también. Acepta sólo la compañía de la canela, que lo perfuma y lo realza para que el comensal lo disfrute. Los viernes por la noche hay Smörgasbor­d, el típico gran buffet sueco (frío y caliente) que presenta decenas de opciones.

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El amplio y cálido salón del Club Sueco.

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