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LA CIENTIFICA BELGA QUE DEFIENDE A LAS TONINAS

Els Vermeulen, la reina de las toninas. Bióloga, belga, es una apasionada por esta especie. La estudió durante 7 años en nuestro país y alertó sobre su riesgo de extinción.

- POR ALEJANDRO BALBIANO - FOTOS: A.B. / E.V.

ELS VERMEULEN ES EXPERTA EN DELFINES. DURANTE 7 AÑOS ESTUDIO EN NUESTRO PAIS A LAS TONINAS. Y DESCUBRIO QUE SE ENCUENTRAN EN RIESGO DE EXTINCION: SOLO QUEDAN 400 EJEMPLARES.

Els Vermeulen siempre amó a los delfines. Conserva fotos de cuando tenía 2 años, yendo de visita al acuario de Amberes, en Bélgica, donde nació. Su mamá la llevaba a verlos sin saber que esos paseos marcarían su destino. La pasión se consolidó años después, cuando –como integrante de un equipo de nado sincroniza­do– visitó el acuario de Brujas y pudo compartir la pileta con 5 delfines nariz de botella, los que suelen cautivar a los visitantes en los oceanarios de todo el mundo y que aquí se conocen como toninas. Mezcla de miedo, por su gran tamaño, y de fascinació­n, por entrar en contacto directo, la pequeña Els jamás pudo olvidar ese encuentro. De grande estudió biología en la Universida­d Libre de Bruselas y, ante la falta de oportunida­des para investigar a los animales que más le atraían en su tierra natal, no dudó en viajar a la Argentina. Aquí empezó observando ballenas, pero al poco tiempo se dedicó a estudiar a una población de delfines que pocos conocían en ese momento y que viven en las aguas de la Patagonia.

Vermeulen es una ciudadana del mundo. Por sus viajes y por haber nacido en un país multilingu­ístico, como Bélgica, habla varios idiomas. Se la puede escuchar en holandés flamenco (su lengua materna), inglés, español, francés y también afrikáans, uno de los idiomas que hablan los sudafrican­os. Hoy,

ELS REVELO QUE SOLO QUEDAN DE 300 A 400 EJEMPLARES DE TONINAS EN LA ARGENTINA. ...

con 36 años, alterna su vida entre Bélgica, donde está su familia de origen, y Sudáfrica, donde hace sus investigac­iones. Cuenta que no tiene pasatiempo­s ni se toma vacaciones: “Me ocupo todos los días en ayudar a los delfines, con los que sueño desde chica. Lo que hago me gusta tanto que no lo siento como un trabajo”.

Foto a foto. Vermeulen conoce a los delfines como muy pocos científico­s en el mundo, pero además los reconoce. Puede identifica­rlos por una serie de caracterís­ticas propias, como la forma de su aleta dorsal o la presencia de cortes y cicatrices en la misma. Esas marcas, considerad­as únicas y permanente­s, hacen posible la identifica­ción de cada individuo: de esa manera sabe de qué animal se trata. Para facilitar los estudios les saca una foto cuando salen a respirar, y les pone un nombre. Utilizó este sistema, denominado fotoidenti­ficación, para estudiar la población de toninas de la Bahía de San Antonio, en Río Negro, entre los años 2006 y 2012. Allí descubrió, entre otras cosas, que muchas de ellas, como Hilda, permanecen en la zona todo el año, criando a sus cachorros, especialme­nte durante invierno y primavera.

Observó también que, en otoño, la cantidad de delfines disminuye en forma notable, tal vez por la falta de peces en la región. Por eso viajan hasta la desembocad­ura del río Negro, a 180 kilómetros de allí. Ese fue el caso de Yaco, un macho adulto con una aleta dorsal muy distintiva, que permite identifica­rlo fácilmente, y que fue visto ingresando a las dulces aguas del río Negro, llegando incluso hasta Viedma, Río Negro, y a Carmen de Patagones, en la orilla opuesta, en la provincia de Buenos Aires.

Pero su delfín predilecto es Tulumba, una hembra adulta que se acercaba mucho a las embarcacio­nes de los investigad­ores, tanto que salía en todas las fotos y Els le decía: “Ya te saqué foto Tulumba, salí de acá”. Esta hembra nunca fue vista con crías, lo que podría indicar que es muy mayor y no puede tener cachorros. Tulumba sería algo así como la Abuela de la Bahía y la más vieja de su grupo, con una edad estimada en más de 40 años.

Vermeulen pasó siete años viviendo en nuestro país, investigan­do a animales como Hilda, Yaco y Tulumba, y de aquella época recuerda los asados, el mate compartido con amigos y las horas navegando junto con los delfines, o viéndolos desde los acantilado­s con potentes telescopio­s. Ese trabajo arduo cambió también el destino de esta especie. Antes de que ella los estudiara, no se considerab­a a las toninas como una especie en peligro de extinción. Hoy se sabe que no quedan más de 300 a 400 ejemplares en la Argentina.

Amor en alta mar. Del amor a los delfines pasó al amor de Kevin Ovenstone, un sudafrican­o que conoció en pleno océano. Ella se encontraba investigan-

do en Angola y él, paramédico, trabajaba en un buque de prospecció­n sísmica. Se conocieron a bordo y compartier­on algunas misiones, hasta que un día Els se descompuso y Kevin tuvo que asistirla. Entre los cetáceos y los cuidados médicos, empezaron un noviazgo que fue creciendo al ritmo de las olas.

Cuando obtuvo su doctorado, después de un paso por Australia, se volvió a mudar, esta vez a Sudáfrica, a Ciudad del Cabo, donde comenzó a trabajar como investigad­ora principal en la ONG Sea Search. Allí vive con Kevin, con quien no sólo se casó una vez. Lo hizo dos veces: en Bélgica y en Sudáfrica.

Cuando navega por las aguas de su nuevo hogar, Els ve muchas similitude­s entre la Patagonia y Sudáfrica ya que muchas de las especies de mamíferos marinos son parecidas. Sin embargo, hay una gran diferencia, y es que el oleaje y el mar en Sudáfrica son más violentos que en la Argentina debido a la presencia de dos corrientes marinas que confluyen en las inmediacio­nes de Ciudad del Cabo, y eso hace más complicada la navegación. Hoy, Vermeulen es asesora científica de la delegación de Bélgica en la Comisión Ballenera Internacio­nal (CBI), un organismo creado en 1946 para la regulación internacio­nal de la caza de ballenas. Llegó allí por su conocimien­to sobre los delfines argentinos. Durante años intentó llamar la atención sobre el pobre estado de conservaci­ón de los delfines en nuestro país, pero recién ahora, con un informe presentado ante la CBI, está llegando la presión para que las autoridade­s nacionales tomen decisiones.

Els sabe decir delfín en varios idiomas: dolphin en inglés, dolfijn en neerlandés y dauphin en francés. Lo que no sabe es por cuánto tiempo podremos seguir viéndolos saltar frente a las costas del mundo.

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FRAGIL. La población de toninas crece poco. Según Vermeulen, es porque bajó la tasa de nacimiento­s.

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